Ha vendido doce millones de ejemplares de sus libros desde que irrumpió en el mercado editorial con un título que fue un éxito enorme y ha sido llevado también a la televisión: 'La catedral del mar'. Este novelista que fue campeón de España junior de ... Hípica trabajó como abogado hasta algo antes de la pandemia y pudo mantener un ritmo continuo de una nueva entrega cada tres años. Y eso que la escritura de sus dos últimos libros se vio afectada por circunstancias que han complicado su vida en extremo: un durísimo pleito con Hacienda y un cáncer. De momento, va ganando en ambos terrenos. Y el éxito comercial y las duras experiencias vividas le dan la perspectiva para hablar con total libertad de todo. Lo hace en esta entrevista en el Real Club de Polo de Barcelona, en una cafetería desierta a media mañana, junto a una cristalera desde la que se ve a unos cuantos jinetes ejercitarse a lomos de hermosos caballos. Algo que Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) no puede hacer tras una caída que le dañó varias vértebras.
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- De campeón de hípica a abogado y luego escritor de éxito. Hay muchas vidas en su vida.
- No se olvide de que también fui 'binguero'. Ha habido de todo, sí.
- ¿Y eso es mejor para un escritor por aquello de que acumula vivencias?
- No necesariamente, porque las experiencias se agotan, o puede que no sean interesantes. Me parece más útil para el ejercicio del Derecho.
- Puede entenderse que algún paralelismo entre su vida y su obra sí hay. Sus protagonistas se enfrentan a gente muy poderosa. Usted lo ha hecho.
- He tenido muchos conflictos, sí. Una vida compleja, difícil. A los 17 años quedé huérfano y tuve que empezar a trabajar para estudiar. Luego puse el despacho...
- Y empezó a escribir. ¿Por qué casi siempre son novelas ambientadas en el pasado, con lo que cuesta documentar todo eso?
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- Tiene razón. Lo que he escrito sobre el Madrid de hoy (en su última novela, 'Esclava de la libertad') no he necesitado investigarlo. Lo conozco por haberlo visto, y cuando lo narras la gente lo entiende. En una novela histórica, si un personaje va de Barcelona a Lérida, hay que explicar que casi no había caminos, que era preciso pagar aduanas y sumarse a las caravanas, que te podían asaltar bandidos. El lector espera detalles de todo eso.
- ¿Entonces por qué tanto trabajo?
- Pues un poco por azar. Primero escribí dos novelas ambientadas en el presente que ninguna editorial quiso publicar. Luego, tras el éxito de 'La catedral del mar', casi estaba obligado a seguir ese camino.
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- ¿No está tentado de recuperar esas viejas novelas inéditas?
- No. Habría que retocarlas, y si algo tiene de bonito este trabajo es la imaginación. Y para publicarlas solo necesitarían retoques técnicos. No me atrae.
- Sus personajes principales son víctimas: de tiranos, esclavistas, inquisidores. ¿La injusticia es el gran tema de su obra?
- Me parece que más bien es la lucha contra las adversidades. La injusticia ha sido una forma de vivir porque hasta época bien reciente no se podía acceder a la Justicia. Todo era injusto para la gran mayoría. Y escribir sobre los privilegiados no me resulta interesante.
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- ¿Puede verse ahí el peso del abogado?
- Más el de la persona, porque mi vida ha sido una lucha constante contra todo. Eso ha forjado mi carácter. Si las circunstancias hubiesen sido otras quizá mis libros habrían sido menos contundentes. O quizá no habría libros.
- Pero los lectores pensarán que usted es un privilegiado.
- ¿Un privilegiado? Si el privilegio es haber tenido la oportunidad de salir adelante, sí. Pero empecé trabajando cada noche durante cinco años en un bingo. Sé que hay gente que se habrá esforzado más, pero de eso no me pueden dar lecciones.
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- Algunos autores de todas las épocas ambientaron sus libros en el pasado o en lugares remotos pero estaban hablando de lo que sucedía en su país y su tiempo. ¿Ha sentido esa tentación?
- No podemos hacer una lectura actual del pasado. No debemos trasladar los temas. Antes, en el siglo XVII o XVIII, la gente asumía la esclavitud. Hoy nadie la defiende. Y hace siglos, una familia con muchos hijos regalaba alguno a otra familia si no lo podía mantener. ¿Debemos juzgarlo con los ojos de hoy?
- Muchas familias catalanas de apellidos ilustres comerciaron con esclavos. ¿Le han sugerido que deje de enredar con eso?
- No. Más bien he recibido comentarios de lo contrario, que insista en enredar...
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- De usted se ha dicho que le escribían los libros, no le citan cuando se habla de novelas que hablan sobre Barcelona, no aparece referenciado como autor catalán... ¿Le afectan esas cosas o pasa de eso?
- No es agradable. Al principio, igual pasas porque consideras que no eres tan conocido o no has escrito tanto, pero cuando llevas un puñado de años escribiendo y has vendido millones de libros con títulos que hablan de Barcelona no es agradable, como le digo. A mí no me resbala nada. En Barcelona hay un certamen de novela histórica sobre la ciudad y nunca me han invitado. Ya ve.
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- ¿Qué explicación tiene para eso?
- Este es un mundo muy endogámico y el mercado es tan escaso que si uno vende no hay lugar para que vendan otros. Hay mucha gente que solo pretende salvaguardar sus intereses en un ámbito tan poco poroso como este. La teoría hasta hace no mucho era que a ser escritor no se aprende. Yo aprendí. Otros se niegan, y así les va.
- ¿Y los críticos?
- Un crítico debería ser una persona que no hubiese escrito nada. No puede criticar una novela quien en ese momento tiene otra en los escaparates de las librerías. Y luego quien no es comercial tiene la necesidad de defender el aspecto literario de su obra. También las editoriales hacen esa distinción entre literario y comercial, y eso te encasilla. Yo prefiero estar siempre en lo comercial.
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- Y en el éxito...
- Claro, sin más pretensiones que entretener. Cuando un autor dice que él enseña a la gente a leer, debería ponerlo en la portada de su libro. Quien cree que me está enseñando algo es un soberbio.
- Sus personajes femeninos son mujeres fuertes, aguerridas... pero tampoco es usted muy apreciado por los movimientos feministas.
- Las estadísticas dicen que las mujeres leen mucho más que los hombres, así que imagino que sucede también con mis novelas. Otra cosa es que sean o no activistas. Parece que hay parcelas que no pueden ser ocupadas por personas de derechas. Yo no me definiría como tal, pero por lo visto, no se puede ser de derechas y defender el medio ambiente, el feminismo o las conquistas sociales. Mire, yo nunca he estado en la cárcel, fui a un colegio de curas y nunca me metieron mano, tengo cuatro hijos y soy heterosexual, aunque ahora se diga cisheterosexual... No debería vender un libro.
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- ¿Damos a la literatura más importancia de la que tiene?
-Mi objetivo como lector y escritor es entretenerme con ella, divertirme. La novela es eso. Cervantes no escribió el 'Quijote' para dar lecciones de nada. Es una novela muy entretenida, muy irónica, casi diría que cómica. Yo solo busco eso. No quiero que me enseñen lo que es el amor, o el duelo por una muerte. Eso ya lo vivo.
- ¿Cree en la división entre alta cultura y cultura popular?
- ¿El Museo del Prado es malo porque entran a visitarlo millones de personas? Entre quienes lo visitan habrá gente de todo tipo. Y en ese ámbito parece que cuantos más visitantes más consideración. Puede haber libros complejos que te obliguen a pensar... A mí no me interesan. Para pensar, juego al ajedrez. Bueno, pierdo al ajedrez.
- ¿Cómo se lleva con sus colegas?
- Con algunos, bien. Pero tengo poca relación con ellos porque no participo en tertulias ni estoy en comités. A veces me los cruzo en la calle o los veo en la editorial. Y no me suelen invitar a entregas de premios ni nada de eso.
- ¿Qué le ha dado el éxito?
- Problemas. Ha sido un regalo envenenado.
- Es difícil entender lo que dice si se examina su volumen de ventas.
- No le niego que me ha dado la posibilidad de dedicarme a algo que está en el mundo de la fantasía y eso es maravilloso.
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- ¿Y qué le ha quitado?
- Nada. Tendría que especular con cuál habría sido mi vida sin ese éxito de lectores.
- Hablemos de Hacienda. Usted ha pleiteado con Hacienda y tiene ya sentencias a favor.
- Sí, dos sentencias de la Audiencia de Barcelona, pero Hacienda las ha recurrido.
- ¿Siente que está siendo objeto de ensañamiento?
- Ha habido ensañamiento. No es habitual que Hacienda rectifique hasta cuatro veces su informe a medida que pleitea. Si yo hubiera aceptado la primera liquidación, habría tenido que pagar, entre multa, demoras y demás, 2,5 millones. Ahora ya están en 700.000 euros. Hacienda ha pedido para mí nueve años de cárcel. Comparemos con el trato dado a Messi con un expediente por una suma mucho más alta. ¿Le parece justo?
- ¿Ve alguna explicación?
-Lo de Hacienda es como el Derecho medieval con la prisión por deudas. Si les discutes algo, van a machacarte. Tienes que agachar la cabeza, que te den de hostias y entonces te harán el favor de bajar la petición.
- ¿Teme que le envíen a la cárcel?
- Sí. Una lucha como esta en un momento como el que estamos es blanco o negro. Gano o voy a la cárcel y a la ruina. Todo sobre la base de argumentos inventados, como demuestran los cambios que han hecho en sus informes. Si al principio me hubiesen reclamado una deuda de 700.000 euros, quizá hubiese aceptado llegar a un acuerdo. Pero he tenido que ir al juzgado y ahora eso ya no lo para nadie.
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- ¿Ha sentido la solidaridad de gente de su gremio y de líderes sociales en general?
- En privado, sí; me han apoyado muchos. En público, nadie, porque la gente tiene pavor a Hacienda. ¿Por qué una institución del Estado causa miedo a la gente? Me parece que las autoridades, los políticos, deberían plantearse esa pregunta.
- La de Hacienda es una amenaza que se cierne sobre usted. La otra es la enfermedad. ¿Afecta incluso a su literatura?
- La muerte es un suceso azaroso, pero cuando tienes cáncer es una variable con la que empiezas a trabajar, y eso afecta a todo: la literatura, la familia, las ilusiones... Llevo seis años y medio con ella, y paso revisiones cada seis meses. La próxima, en unas semanas.
- ¿Tiene miedo?
- Sí, claro. Quizá no tanto a la muerte, porque cuando te das cuenta de lo frágil que eres en una UCI tienes mucho más miedo a eso. Las enfermeras de las UCI, como los médicos, son maravillosas, pero allí te sientes como un muñeco. Tengo miedo de lo que va a quedar atrás, de la quimio, de volver a todo eso.
- ¿Escribirá algún día sobre esa experiencia?
- No. Para qué voy a amargar a la gente. Pero sí quiero hacer un llamamiento, y aprovecho esta entrevista. Voy a pedir a los escritores y los guionistas de cine y TV que no maten a todos sus personajes de cáncer. Los protagonistas, o al menos algunos, tienen que morir, pero que no sea siempre de eso.
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