Secciones
Servicios
Destacamos
Miguel Alonso acaba de jubilarse como profesor de biología de la Universidad de Barcelona. Su carrera académica comenzó con una tesis sobre las lagunas de España y desde entonces ha dedicado su vida a estudiar sus réplicas. Los lagos españoles de agua dulce ... fueron desecados en los últimos dos siglos, ganados para la agricultura, así que Alonso fue ampliando el radio de acción. Desde 2005 trabaja regularmente en Mongolia, en su estepa prístina que comparte clima y condiciones geológicas con la meseta castellana sin que hayan sido modificadas por el hombre.
Territorio helado entre octubre y mayo, el biólogo vallisoletano viaja a Mongolia en verano. Mañana parte a Marruecos, mientras en su microscopio descansan las muestras del país asiático. «Ya hemos muestreado 1.246 lagos de los 13.000 que hay», explica Alonso. Mientras en la Península solo quedan «cuatro lagos esteparios, con Sanabria como gran laguna», en las llanuras mongolas encuentra la fauna y la flora de la Edad Primaria. El protocolo de estudio limnológico europeo pasa por analizar ríos y lagos sin presión humana, se toman muestras y se comparan parámetros. «En Europa no existe otro referente, en Mongolia sí. Allí hay una pluviometría bajísima, como en los Monegros. Pero el secreto de su conservación está en el hielo, una tierra congelada ocho meses y sin que se evapore el agua. En esa cobertura de tres metros helados hay bichos que ponen sus huevos. Allí están cuando el lago se seca y cuando vuelve el agua, ellos se desarrollan». Alonso hizo esa prueba en adobes y comprobó que una vez mojados, «se hacían con barro de charcas», eclosionaban los huevos de crustáceos que podían llevar allí décadas.
La desecación en España dejó apenas los lagos de agua salada. «La Laguna de la Nava, en Palencia, era enorme y ahora queda una lagunilla que se rellena con agua del canal de Castilla», lamenta el biólogo que resta fiabilidad a la teoría de la salubridad para justificar el desastre. «Estudié las de España y me encontré lagunas que anegaban cunetas de carreteras. No tuve muchas oportunidades de estudiar las de verdad. Pero en ninguna encontré una larva de mosquito de los que pican, no tenía sentido el argumento de la salud pública».
Sigue estudiando con pasión los branquiópodos, los «fósiles vivientes que nos han acompañado desde la Edad Primaria en la Tierra». Y sigue disfrutando de la vida esteparia un mes al año. «La naturaleza no tiene fin. Aunque cada vez esperamos menos sorpresas, aún las hay». De Mongolia le gusta la «pristinidad de sus paisajes, de su gente, su silencio, su sistema de vida colaborativo. Si vas con ellos, eres uno más de la familia. Si hace falta, te dejan su ger». Aunque, «el dinero está empezando a trastocar su sistema vital. Ulán Bator se está convirtiendo en una gran urbe a la que emigran desde el campo». De los tres millones de mongoles, 800.000 viven en la capital. «Ya están todos hipotecados, todos quieren tener un piso». Miguel Alonso sabe que no llegará a los 13.000, pero seguirá frecuentando la estepa mongola.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.