No es posible separar la obra de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) del difícil período de la historia de España que le tocó vivir, marcado por la crisis del Antiguo Régimen, la irrupción del Iluminismo y de la Revolución Francesa, la Guerra de ... la Independencia y, finalmente, el retorno del Absolutismo y el exilio. Por no hablar de sus dramas familiares, con cinco de sus seis hijos muertos durante la niñez, su viudez o la enfermedad que le condenó a su célebre sordera. Estas vicisitudes están muy presentes en las creaciones del pintor y grabador aragonés, en las que marca la irrupción de la modernidad siendo en cierta forma un precursor del expresionismo.
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Esa ansia por reflejar el mundo que tenía a su alrededor creando una pintura nueva, que superase la división entre lo que hasta entonces se consideraba hermoso y lo que se descartaba por feo o sórdido, resulta palpable en la exposición que abre sus puertas este martes en el Palacio Real de Milán, una de las salas expositivas más prestigiosas de Italia. Bajo el lema 'Goya: la rebelión de la razón', la muestra recorre a través de 70 obras la evolución del artista y su profundo compromiso con sus coetáneos, especialmente las víctimas, ya fueran de la guerra contra los franceses o de un sistema político y religioso opresivo, que condenaba a la ignorancia a la mayoría de los ciudadanos.
«Es una exposición muy sobresaliente, pero no sólo porque sea antológica, sino porque desarrolla un argumento. Comienza con ese Goya que quiere triunfar en la Corte para llegar al que poco a poco se va transformando, como se refleja en su pintura, en la que se aprecia su cambio íntimo, personal e intelectual», señala Víctor Nieto Alcaide, comisario de la muestra y delegado del Museo, Calcografía y Exposiciones de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Esta institución ha colaborado con la exposición con numerosos préstamos de obras, entre ellas varias planchas originales de algunos de los más célebres grabados de Goya, que han sido restauradas para la ocasión. Nieto subraya precisamente el valor de esas creaciones, que «aunque puedan parecer menores, tienen una dimensión gigantesca». Entre los aguafuertes expuestos está 'El sueño de la razón produce monstruos', además de otras joyas de su serie 'Los caprichos'.
La transformación personal que vivió Goya y que tan bien reflejada quedó en su pintura se vio acelerada por la invasión de España por parte de Napoleón y la posterior Guerra de Independencia (1808-1814). «Se produjo un momento nuevo de la historia y él lo testimonió no mostrando a dos ejércitos regulares enfrentándose en el campo de batalla, sino optando por poner como protagonista al pueblo que se levanta y denunciar toda la brutalidad de la contienda», explica el comisario de la exposición. El artista aragonés brinda así al público un nuevo modo de entender la pintura histórica, alejada del heroísmo de las batallas y volcada en cambio en los estragos que sufre la población civil. «El hecho de que Goya viviera la guerra cuando ya era una persona madura resulta decisivo para comprenderle. En sus pinturas y grabados prima la expresividad, por encima de las características representativas del color, las formas o la composición», destaca Nieto.
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Con una obra muy singular y difícil de englobar en las corrientes artísticas de su tiempo, el pintor aragonés cumple con la máxima que dejó reflejada en 1792, cuando ejercía como profesor en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y escribió que «no hay reglas en la pintura». Todo debía pasar en cambio por «el capricho y la imaginación» del artista, como dejó escrito a un viejo amigo en un período de su carrera en el que estaba harto de hacer cuadros por encargo para aristócratas y eclesiásticos. «A Goya no puedes confrontarlo con otros pintores de su tiempo. Él marca una ruptura total, tanto con su vida como con su obra, que no pueden separarse. Miras sus cuadros y sabes cómo estaba en ese momento y lo que sentía. Hay una actitud de modernidad total en su pintura», concluye el comisario de la exposición, que podrá visitarse en el Palacio Real de Milán hasta el próximo 3 de marzo.
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