Interior del Colegio de San Gregorio, donde vivió Bartolomé de las Casas. A la derecha, Mariano Delgado. El Norte

Mariano Delgado: «Bartolomé de las Casas fue como el Cid: ganó su batalla después de muerto»

El teólogo e historiador vallisoletano asentado en Suiza repasa la grandeza y los errores del Imperio en su ensayo 'El siglo español'

Domingo, 31 de octubre 2021, 12:24

Poco conocido en su tierra, el director de la cátedra de Historia de la Iglesia de la Universidad de Friburgo (Suiza) es un teólogo y filósofo vallisoletano, nacido en Berrueces. Mariano Delgado, que es miembro de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes ( ... Salzburgo) y de otras muchas instituciones académicas, tiene más de 90 libros a sus espaldas. Pero sólo uno, 'El siglo español', publicado este año por Encuentro, le ha permitido darse a conocer en su país. Se trata de un ensayo que analiza las ideas que sustentaron los más de 160 años de hegemonía española en el mundo (entre 1492 y 1659) y en cuyo relato juegan un papel crucial la Escuela de Salamanca, el dominico Bartolomé de las Casas, que pasó una buena parte de su vida en el Colegio de San Gregorio, y la Controversia de Valladolid, ese momento insólito en la historia universal en el que el emperador Carlos V ordena detener la conquista de América para reflexionar sobre su legitimidad política y sobre los derechos de los indios.

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Su trabajo, escrupulosamente equilibrado llega a una conclusión clara: «Lo que caracteriza al imperio español no es haber cometido los mismos excesos que el resto de las naciones que han tenido un poder hegemónico», explica Delgado. «Su grandeza está en haber alentado dentro de la hegemonía española un debate sobre el poder y sus límites. Eso no lo hizo nadie antes, ni se volvió a hacer después».

En coherencia con ello, este debate ocupa un papel central en el libro de Delgado, que somete a matizada consideración los principales reproches que la 'leyenda negra' realiza a este periodo de la historia de España. Para llegar a la conclusión de que, también en otros aspectos, como la Inquisición o la represión cultural que se instauró en España a mediados del siglo XVII con el 'giro cultural', nuestro país «estaba básicamente en línea con lo que había en el resto de Europa entonces».

En lo que España destaca, subraya Delgado, es en política, filosofía y teología. Este es el terreno de la hegemonía cultural española de la época, con la referencia puntera de la Escuela de Salamanca, que no sólo inaugura la reflexión sobre los derechos humanos y el derecho internacional, sino también una filosofía económica que preconfigura el liberalismo. Y con Bartolomé de las Casas como referencia internacionalmente reconocida.

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«Me sorprende el rechazo que todavía despierta en España su figura, cuando se le aprecia en todas partes fuera de nuestro país», se lamenta el teólogo e historiador vallisoletano.

El célebre dominico no fue ni el primero ni el único en trabajar por la defensa de los derechos de los indios, pero sí fue el que lo hizo con más vigor y vehemencia. «El siempre planteó que, si los indios eran súbditos de la Corona, lo que formalmente era así, se les debía aplicar el mismo derecho que a los castellanos. Su visión partía de la reciprocidad. Siempre reclamó aplicar a los demás lo que reclamábamos para nosotros».

La vehemencia de Bartolomé de las Casas tiene, sin embargo, dos caras. Sus libros, como la 'Brevísima relación de la destrucción de las Indias', tienen un carácter «profético, orientado a mover conciencias y a denunciar lo que estaba pasando, para que el emperador actuara», según explica Delgado. Pero este género 'profético' no estaba obligado al rigor histórico, ni lo pretendía. Esto explica que el dominico cuente en su libro atrocidades ciertas que él mismo ha presenciado, junto a otras que le han contado y que no están tan claras, en un tono de reproche moral furibundo y descarnado que exagera las cifras de muertes causadas por los españoles, imposibles en atención a la población que había en la época, imputándoles también todas las que causaron las epidemias. «Su objetivo era remover conciencias para que se aprobaran las Leyes Nuevas en defensa de los indios. Lo que se logró, pero sin terminar de resolver el problema en un primer momento, porque la Corona no tenía todavía entonces suficiente poder como para imponer esas leyes en unos territorios situados a tanta distancia de la Península».

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Delgado reconoce que el principal error histórico de Las Casas es ignorar el impacto de las epidemias. «Lo deja de lado, pese a que estaba bien documentado por las cartas de, entre otros, los franciscanos, en las que explican su impotencia ante una situación que no saben cómo contener». Otro error es «la idealización del indígena», compartida por otros religiosos.

Ninguno de estos excesos justificaría la mala fama de Bartolomé de las Casas en España si no fuera porque sus denuncias ciertas, pero, sobre todo, sus exageraciones, proporcionaron una de las principales fuentes de munición a la leyenda negra antiespañola. Y todavía siguen haciéndolo. «Las Casas no era un antipatriota en absoluto. El mismo se sorprendió por como su 'Brevísima' estaba siendo instrumentalizada por los enemigos de su país y se autocensuró limitando la difusión de sus siguientes obras».

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El momento culminante de este debate intelectual es la Controversia de Valladolid, que tuvo lugar en el convento de San Pablo entre 1550 y 1551 y que ha sido objeto de un mediometraje del vallisoletano Juan Rodríguez-Briso, presentado en la reciente Seminci. En este gran debate se concentra una disputa ética que arranca de antes y que se prolongará después.

«Las Casas quería reconducir la conquista por los cauces del derecho de la Escuela de Salamanca y del derecho de Castilla, pero murió sin verlo. Sin embargo, después de su muerte, ese cambio se produjo. Su caso es un poco como el del Cid, que logra victorias después de muerto», explica Mariano Delgado. De hecho, en 1568, Felipe II convoca la Junta Magna para reconducir la política de Indias, se aprobaron nuevas leyes de protección, y se pusieron en marcha iniciativas como los pueblos solo para indígenas, separados de los españoles, bajo la custodia de órdenes religiosas como los jesuitas, entre otras. «Y en Filipinas la corona tuvo grandes escrúpulos y quiso hacerlo bien desde el principio, siguiendo en gran medida las ideas de Las Casas».

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El papel de la esclavitud afroamericana es también abordado en 'El siglo español', pues, aunque los principales comerciantes de este tráfico no fueron españoles, hubo también concesiones de la Corona española y está documentada la presencia de este tipo de esclavitud incluso en los colegios de las órdenes religiosas. La paradoja de que los mismos que protegían a los nativos americanos aceptaran la esclavitud de los negros alcanzó al propio Bartolomé de las Casas, que inicialmente recomendó el uso de esclavos africanos para mejorar las condiciones de los indios. «Era muy escrupuloso en temas de conciencia y durante mucho tiempo se atormentó por esto», admite Delgado. «Pero su visión cambia radicalmente con el tiempo hasta el punto de que, al final de sus días, escribe: 'La causa de los negros es tan justa como la causa de los indios'. Y esto, en el siglo XVI, no hay nadie que lo diga», recalca Delgado.

Una de las grandes aportaciones de 'El siglo español' es el detalle con que describe y analiza las distintas evoluciones del pensamiento en la época. De su mano se ven los ires y venires, las dudas y vacilaciones, las medidas positivas que no terminan de aplicarse al principio pero que lo logran después. De sus páginas emerge una España compleja y variada que pone en evidencia las simplificaciones en blanco y negro a las que tanto se ha recurrido en el pasado, y aún ahora, para censurarla o idealizarla.

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«El problema en el caso español es que el debate histórico se ha mezclado con una ideologización de la Historia. A partir del siglo XIX una parte de los españoles, sobre todo en el campo de las izquierdas, piensan que esa España de impronta católica es responsable de que el país perdiera el tren de la modernidad. Y, tras las independencias, esa misma crítica se aplica en América».

Un reproche que llega hasta nuestros días, de las manos del presidente de México Andrés Manuel López Obrador. «Hay una ideología que mezcla el criollismo y el indigenismo que explica esta denostación tan tremenda», asegura Delgado. «El criollismo vive de culpabilizar a España de todos los males del continente, como si todo hubiera sido un paraíso antes de su llegada, para exculparse a sí mismos, en cuanto descendientes de quienes tuvieron las encomiendas y explotaron a los indios».

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«Pero si se estudiara la historia con rigor podríamos llegar a la conclusión de que no ha habido en México un periodo más feliz, en el sentido de la paz pública y la prosperidad social y cultural, que el periodo novohispano, durante los siglos XVII y XVIII». En esa época el virreinato se estabilizó y comenzó la recuperación demográfica, impulsada por las políticas de protección de los indios, asegura el historiador vallisoletano «y hubo una prosperidad tremenda».

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