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Un periodista, una veterinaria, un poeta. Tres figuras vinculadas, de un modo u otro, a lo rural y a los pueblos, y tres personalidades que, desde sus diferentes ámbitos, reflexionaron sobre ese 'regresar' de la atención mediática y sobre ese 'nunca nos fuimos' de quienes ... allí se quedaron. Emilio Gancedo, María Sánchez y el colaborador de El Norte de Castilla Fermín Herrero participaron ayer en la mesa redonda 'De vuelta al campo', moderada por Germán Vivas, en la sala principal del Teatro Zorrilla.
«Está de moda hablar de problemas que nadie ataja en el mundo rural», apuntó Vivas, quien recordó que las estadísticas de despoblación en Castilla y León registran datos disparados: «Muchas provincias han perdido la mitad de sus habitantes, y ahora hay un nuevo pulso con la gente que toma conciencia de lo rural». Gancedo abrió el acto diciendo que «el problema era muy grande» y que resultaba recurrente la pregunta de si esto servía para algo. «Lo primero, lo fundamental, es hablar de ello», defendió, «intentar ver entre todos qué ocurre y descubrir que sí hay cosas que se pueden hacer».
Herrero se describió «más que como poeta, como versificador» y, en la línea de Faulkner, que afirmaba poner por delante su trabajo a su vocación literaria, se definió como «un agricultor al que le gusta leer y escribir». El escritor se declaró pesimista en la vertiente política de la dilemática rural («Tiene que cambiar radicalmente Castilla y León»), y vehemente en el ámbito literario: «No es una materia opinable», y empezó a enumerar a autores olvidados muy relacionados con el mundo rural: Ramón Carnicer, Avelino Hernández o incluso José Jiménez Lozano: «Hay que dejar de vincular lo literario con lo político; en lo primero solo debe primar la calidad y no han de entrar otras cuestiones», sentenció.
Sánchez, por su parte, recogió ese guante con el lema de Kate Millet «Lo personal es político», y se basó en criterios de género y clase social que han configurado los ejemplos arriba mencionados (y, explícitamente, el canon literario contemporáneo): «Solamente hay que ver quién ha escrito», señaló, de nuevo dando a entender las ausencias femeninas como Luz Pichel u Olga Novo, ensombrecidas por sus contemporáneos: «Ahora estamos reivindicando a las mujeres de la generación del 27, pero no me resigno a que pasen cincuenta años hasta que visibilicemos a las escritoras de ahora». Gancedo intervino para destacar que «las pocas mujeres que se consignan han sido, además y desde su humildad, excepcionales».
La veterinaria enumeró, por otro lado, una serie de colecciones del imaginario mediático y de la ficción escrita según las cuales se vincula, casi de un modo asumidamente natural, el crimen con lo rural: «No existe caso en el que un asesinato en una ciudad se defina como 'Crimen urbano'», defendió la autora de 'Tierra de mujeres'. Sobre el artificio y lo romántico de la imagen idílica del pueblo también alertó Gancedo, «hay unos valores de humildad, humor, solidaridad y filosofía natural que son muy aprovechables; pero también es cierto que en esta ola hay mucha gente que vuelve a los pueblos, sin raíz ninguna, atraídos por aquella imagen creada».
Herrero siguió en esta línea: «La gente joven que vuelve a los pueblos no tiene su lenguaje, muchos viven en la ciudad», y habló de la liquidación del campo en favor de las periferias que tuvo lugar durante el éxodo de los años sesenta: «Hoy ya no hay campesinado: la España profunda quiere ir a comprar el pan de las gasolineras y vive en Móstoles o en Pinto: mientras eso no cambie, no hay nada que se pueda hacer».
La generación que ha levantado esto, los de los pueblos, se encuentran también dados de lado cuando la administración les ignora si tienen cortes de agua o calefacción: «Es la tiranía de los números», explicó Garcedo. «Hay un dolor que me obsesiona, y es que hablamos de mucha de esta gente como que se quisieron ir y ahora están volviendo para morir en el olvido», expuso Sánchez, quien pronto introdujo la cuña del debate generacional: «En mi gente hay muchas personas, sobre todo mujeres, que irían a vivir un pueblo si allí hubiera Internet: somos mucho más precarias que nuestros padres y no podemos ni plantearnos tener hijos».
El lenguaje también fue otro de los temas abordados en esta mesa redonda: «Sus historias son la memoria del mundo», dijo Gancedo. También se abordó este tema desde la cuestión generacional. «Con ellos desaparece el castellano, su sintaxis», apuntó Herrero: «No es lo mismo vivir en un pueblo que ser de pueblo». Sánchez concluyó: «El 80% de los niños sabe cuál es cada Pokémon pero no puede identificar especies de árboles. ¿Cómo cuidar lo que no conocemos?».
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