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Crucero por la bahía de Halong, en un sampán que imita a los antiguos. Afp
Vietnam, contado por los refugiados

Vietnam, contado por los refugiados

Viajes desde casa. Kim Thúy y Viet Thanh Nguyen, pertenecientes a la primera generación de escritores indochinos crecidos en América, han convertido su historia en 'best-sellers'

Victoria M. Niño

Valladolid

Viernes, 20 de marzo 2020, 07:53

Las mascarillas blancas cubren los rostros de las mujeres vietnamitas hace décadas. No por la gripe aviar, ni ahora por el coronavirus, sino por coquetería. Acostumbradas a la guerra y la miseria, al trabajo en el campo y a la contaminación en la ciudad, en cuanto se asentó la paz quisieron preservar su piel del sol y taparse el rostro. El sombrero cónico y los guantes largos fueron aliados asequibles y populares. Vietnam se ha adaptado a cada envite de su accidentada historia con admirable tesón. El salto de los noventa al nuevo milenio multiplicó exponencialmente su economía y los ingresos por turismo, no sin caer en los errores del desarrollismo cortoplacista que tan bien conocemos en España. Pese a todo, cualquiera que visite el país vuelve con la sensación de haber estado en un gran balneario.

A la Indochina de Marguerite Duras, de 'El amante', al Vietnam de la intervención estadounidense de Graham Greene, en 'El americano impasible', le han venido a dar un baño de hiperrealidad novelas como las de Kim Thúy ('Ru', 'Vi' y 'Man', todas ellas en Periférica) y la de Thanh Nguyen ('El simpatizante', Seix Barral). Se trata de autores pertenecientes a la 'boat people', los hijos de quienes lograron huir en cuanto las tropas americanas se retiraron. La primera generación de emigrados cuyas familias temieron la represión comunista por ser sureños, por haber ejercido oficios liberales, profesado la fe católica o tenido patrimonio conocido. La mayoría dejaron su país en plena infancia y amanecieron adultos en el continente americano. En el caso de Kim Thúy el destino fue Canadá, en el caso de Viet Thanh Nguyen, Estados Unidos.

Periférica acaba de reeditar 'Ru', el primer libro de Kim Thúy, con el que se convirtió en escritora y al que han seguido otros dos de títulos monosilábicos, palabras en su lengua materna que ha querido dejar en su sonido original. Porque, quizá, eso es lo único que conserva intacto de su Vietnam natal, el resto son lecciones de vida que la han convertido en una superviviente. Nacida en Saigón en 1968, conoció el declive de su familia, el confinamiento de su abuelo, prefecto, en una habitación de su casa que se transformó en la residencia de los bomberos, la protección de los hermanos varones y el comienzo de una esmerada educación políglota porque el futuro, si lo había, sería en otro idioma. Los campos de refugiados en Malasia, los oficios más básicos con los que sus padres les sacaron adelante, la acogida de generosas familias y la adaptación al clima y a las costumbres canadieneses se suceden en cortos capítulos y prosa lírica. Como una confesión liberadora, con la sutileza de quien no quiere herir a quien la reciba, Thúy entrevera sus recuerdos con su presente, en una sociedad que la ha permitido ser abogada, volver a trabajar a su país, criar a dos niños, uno de ellos autista. En el contraste entre esas dos vidas transita la búsqueda de su identidad.

De la prosa lírica al 'thriller' que le valió el premio Pulitzer a Viet Thanh Nguyen, otro niño de la 'boat people', también sureño, nacido en una aldea vietnamita en 1971. 'El simpatizante' es una novela planificada, muy medida, que desde el primer capítulo enreda al lector con su juego, con su trama de espías, con su sobredosis de información, con su ironía. Viet Thanh Nguyen enseña literatura en aulas universitarias, ha dado muchas vueltas ensayísticas a cómo se afronta el ser apátrida y decidió aparcar todo para escribir esta historia de ficción hecha de realidad. Al estilo de Le Carré, traza una intriga de espionaje en Estados Unidos comandada desde Vietnam que indaga en la comunidad indochina establecida en California. El protagonista tiene «dos caras, dos mentes», además de dos lenguas, dos países y dos amos, es un topo doble. Su confesión es el hilo conductor de esta descripción del Vietnam en el que la impronta francesa, aún existen las barras de pan, fue sustituida por la estadounidense. En el breve espacio que fueron dejando los distintos amos, el ao dai al viento de las mujeres, sus marionetas de agua o la seda de Hoi An siguen siendo señas de identidad nacional. El excepcional 'simpatizante' vino a ser matizado por un ensayo de su autor sobre los refugiados, una singular reflexión de quien, agradecido a las oportunidades de su segunda patria, se muestra dolorosamente consciente de la pérdida de sus raíces, de su condición de expulsado, de no pertenecer a ningún lugar a pesar de su integración americana.

Thúy y Thanh añoran su patria. El lago Hoa Kiem de Hanoi, la bahía de Halong o la ruidosa Ho Chi Mihn esperan al extranjero con su seductor encanto.

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