Secciones
Servicios
Destacamos
Infancias de una «una rosquilla en la chanca por Reyes», juventudes de bailes en las tardes de domingo y universidades de puntos cardinales y las cuatro reglas. Vidas marcadas por una orografía que les apartó y buscaron acomodo en ese exilio. Pastores, labradores, tenderos, ... mujeres que concentraron en sus manos todas las habilidades de los electrodomésticos que hoy llenan las cocinas de sus hijos. Un territorio fronterizo, La Raya, una forma de hablar, un convencimiento de que «aquí he nacido y aquí quiero morir», sin más interés en lo que se extiende más allá. José Luis Gutiérrez García y Leticia Ruifernández han reunido una veintena de testimonios de estas gentes en 'Cuaderno de últimas voces', un libro de palabras y acuarelas que les resultaba atractivo pero muy caro a las editoriales comerciales lo que les llevó a crear la suya propia, Papel continuo. Van por la segunda edición.
«Hacemos presentaciones en casi todos los pueblos referidos en el libro. Es muy emocionante la respuesta de la gente. El hijo de Felipe Lorenzo, Ángel, nos dijo que habíamos dado voz a los más pobres, que poner negro sobre blanco sus vidas era reconocerlas», explica Leticia, ilustradora quien, mientras hacían las entrevistas, retrataba en acuarelas a los protagonistas. «Apenas están retocadas, el retrato avanzaba según el relato».
José Luis Gutiérrez, etnógrafo y contador de historias zamorano, lleva desde los 15 años recorriendo la zona con grabadora. Los testimonios van acompañados de un glosario para entender localismos como andar de xolda (andar de juerga), esganchar (arrancar ramas de gran tamaño), bachilla (cesto de mimbre pequeño) o güey Jesús (muletilla de Aliste para comenzar un relato). Maruja recuerda la broma del cencerro en el tálamo, que delataba a los novios en su noche nupcial; María rememora una escena propia del realismo de posguerra, un cerdo comiendo la mano de la abuela moribunda; Felipe habla de cómo se hizo pastor y aprendió a dormir de pie así como el sueldo por estación, la soldada. Ángel Sastre fue ganadero y ha visto que todo mejoraba «con lo que cae de Europa», aunque él no hubiera ido a otro lugar porque «cuando tienes una cosa pues la quieres, es más que el dinero que valga». Hubo desbandada, la emigración de los cincuenta a Barcelona, a Alemania, a otras ciudades. «Iban a mejorar, no nos dimos cuenta de la tristeza que nos iba a venir», dice Prudencia, que señala, «no es que se mueran los de tu generación, es que se mueren los que te entienden».
La oralidad es uno de los atractivos del libro. «En todos ellos se da una voluntad de permanencia. No es la edad el factor común, hay alguno joven, sino su sentir de pertenencia al lugar. Entre los mayores se da el recuerdo de la miseria, aunque la mayoría hablan del hambre de los demás, nunca de la propia», apunta Leticia. Cierra el libro un epílogo de Julio Llamazares.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.