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Habla de vigas vistas, de ventanas que no cierran y de la torre de la Catedral que dejan ver, de la luz, de tejados, de frío, de «un casa preciosa y a la vez una ruina». Violeta González Alegre (Valladolid, 1992) presenta hoy su ... primer poemario, 'Mi casa de nadie' (Difácil). Lo hará en Oletvm, a las 19:00h., acompañada por Raquel Vázquez, Premio Loewe.
Violeta es arquitecta técnica, escribe desde siempre y en el blog Pájaro corsario, desde 2017. En 2018 se independizó, alquiló su primera vivienda y aquel desvencijado ático, con todos los atributos románticos de una construcción centenaria en calle céntrica peatonal, comenzó a protagonizar sus poemas. «Fue el primer espacio mío y un momento vital especial. Doté a todo de alma, el orden o desorden de la casa era el de mis pensamientos. Es como la dicotomía del cuadro de Magritte 'Esto no es una pipa'», cuenta la poeta. La casa es el refugio y el punto de partida de su reflexión, la madriguera para la soledad de las tardes de los domingos y afanes comola colada. A González Alegre le sale la vena profesional, en concreto su especialidad «cálculo de estructuras de madera e investigo en la madera y la resistencia de los materiales. Todo sobre palos».
«Antes me dedicaba a la construcción de viviendas de base pero movida por el amor a aquella casa acabé centrándome en la madera.Es un material vivo, que cambia, toma diferentes formas, se estabiliza. La madera es eterna, las grandes construcciones del mundo están hechas de madera», explica. ¿Hay palabras de madera? «Sí, la madera es oxígeno, agua, nutrientes de la tierra, y las palabras están hechas de agua, son producto de la fotosíntesis humana». En su caso el poema nace breve, rama corta a la que retira todo lo superfluo. «A veces mi poema se acerca al aforismo, es una reflexión sobre algo leve.Me gusta quitar todo lo que sobra, la puntuación, las mayúsculas, que las palabras estén rodeadas de silencio, de blanco». Y de dibujos, porque esta admiradora de Francisco Pino acompaña sus versos de dibujos. «Cambian la perspectiva de las palabras, las ilustra. Las palabras evocan cosas distintas a cada lector y los dibujos las matizan».
González Alegre tiene muchos cuadernos abiertos en los que escribe con pluma. «Cada uno es de un proyecto distinto. Siempre escribo poesía, a veces también relatos. No había publicado nada pero estos poemas sobre la casa quedaron tan redonditos que me animé a enviarlo a un premio». Concursó con un seudónimo en recuerdo de Borges, otro de sus referentes, como Pessoa, Safo, Clara Janés, Antonio Machado, Miguel Hernández o Sor Juana Inés de la Cruz. Cuando los lee, cuando se lee, cuando escribe, reconoce una condición: «una debe estar dispuesta a coger aire si quiere dejar entrar al poema». Cambió de casa, a una con calefacción y ventanas herméticas. Ahora escribe de otras cosas.
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