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La vallisoletana Paz Velasco se convirtió en una referencia en el campo de la criminología tras la publicación de 'Criminal-mente' y ahora ahonda en esa trayectoria con 'Homo criminalis' (Ariel). «Creo en el mal porque lo he visto cara a cara», afirma. «Estar ... delante de Angie, la mujer que mató a Ana Páez te pone los pelos de punta, porque cuando Angie te mira, te taladra».
Si su anterior trabajo estaba casi concebido como un manual de uso por el gran público, en el que presentaba los grandes conceptos, ideas y técnicas de la criminología, en 'Homo criminalis' bucea en una serie de realidades particulares que muestran cómo ha cambiado el crimen en el siglo XXI. «Lo que hago es explicar como el hombre de los caramelos que acudía a la salida de los colegios en busca de víctimas se ha convertido en el pedófilo digital, o en el groomer, de hoy», explica Velasco.
La clave de la nueva criminalidad se resume en una palabra: internet. La red y las comunicaciones digitales son el nuevo terreno de juego de los delincuentes. «Es un ecosistema muy favorable para el delito porque permite jugar con el anonimato y la sensación de impunidad, al tiempo que facilitar 'asaltar' en un único movimiento a un gran número de víctimas potenciales, como ocurre en el caso de la ciberdelincuencia económica».
Pero, además, el mundo digital «es un nuevo escenario que da la oportunidad de delinquir a personas que en el mundo real jamás lo harían». Un ejemplo muy claro es el de la distribución de fotos de contenido sexual comprometedoras para una persona. En la vida real pocos se dedicarían a hacer circular copias en papel, mientras que en internet basta con dar a reenviar o compartir.
«Es un ecosistema social en el que aparecen nuevos depredadores y nuevas formas de cometer delitos. Y muchas personas, que sienten que ahora se pueden esconder en ese anonimato, en la falsa impunidad de la red, dan el paso», añade.
«Me apasiona el lado oscuro del ser humano y tratar de entender a los criminales», asegura Paz Velasco, que ha dedicado mucho tiempo y energías a tan difícil misión, aunque no siempre con éxito pues admite que cuanto más les trata, más le intrigan.
Aunque algunos datos relevantes se van sabiendo. «Hasta la llegada del racionalismo, la maldad residía en el alma y los que se ocupaban de ella eran los teólogos. Hoy se puede demostrar que la maldad anida en el cerebro, en el lóbulo prefrontal», asegura Velasco. En esa zona se ha detectado una anomalía biológica que bloquea la empatía y la sensación de miedo, y que predispone para creer que el fin justifica los medios. Esa alteración la padecían algunos de los principales super criminales conocidos. «Pero eso no debe llevar a ningún determinismo. Es verdad que si unimos esa anomalía con ciertos rasgos de personalidad y con unas circunstancias adversas la combinación es explosiva. Pero en última instancia son los sujetos los que toman la decisión».
La ausencia de información sobre los trastornos psíquicos que podían estar detrás de algunos comportamientos criminales llevó durante algún tiempo a buscar explicaciones en los mitos y las leyendas y en seres de naturaleza sobrenatural. Es el caso, por ejemplo, de Romasanta, un asesino múltiple que, además, devoraba parcialmente a sus víctimas. Su comportamiento inexplicable hizo que muchos le atribuyeran la condición de hombre lobo. «Él mismo logró convencer a la policía y se le conmutó la pena de muerte por otra de cadena perpetua». En otras épocas, los crímenes sin explicación aparente, sin un móvil que pudiera entenderse, se atribuían a brujas o a vampiros.
La criminalidad, la patología social y la cultura a veces se encuentran en cruces sorprendentes. Es el caso de los incels, los célibes involuntarios, un movimiento surgido en las redes sociales y al que Velasco dedica un capítulo entero de 'Homo criminalis'. Estamos ante jóvenes que se consideran frustrados por mantenerse vírgenes a los veintitantos años y que culpan al mundo, y a las mujeres, de su situación. Algunos de ellos han llegado a cometer atentados terroristas, normalmente culminados por su propio suicidio, como forma de protesta.
Pero ¿de dónde nace esa patologización de la virginidad? «El movimiento incel está muy relacionado con la estética de las películas universitarias norteamericanas. Ese mundo de las hermandades, con tipos y tipas estupendas. Esa necesidad de gustar a los demás y de ser popular a toda costa», explica. Hay una legión de películas que dramatizan esa «obligación» de no llegar virgen a la universidad, y que retratan toda una serie de estrategias y ritos para conseguirlo, hasta el punto de convertirse en el centro del relato. «Es muy de la cultura norteamericana».
La criminóloga vallisoletana no está sola en su afán de saber más de nuestro lado más salvaje y siniestro. «Se han disparado el periodismo de sucesos, la novela negra, los documentales sobre crímenes…». Y, sin embargo, «la violencia no ha dejado de disminuir en todo el mundo», explica. «En España no llegamos a 400 homicidios al año, que es una tasa bajísima, y somos el quinto país más seguro del mundo para las mujeres». «No somos más violentos», añade Paz Velasco, «lo que sí hacemos es consumir más violencia audiovisual e información sobre ella».
La criminóloga vallisoletana se muestra muy crítica con el enfoque que se da en España al problema de los asesinatos de mujeres a manos de parejas o exparejas. «Tenemos un enfoque muy reduccionista de la violencia de género. No todo puede atribuirse al machismo», asegura Velasco. Y aboga por copiar a países como Francia donde sí se indagan en las causas que llevaron a los hombres a matar a sus mujeres. «Si no hacemos esa labor de indagación no podremos detectar patrones de riesgo ni, en consecuencia, actuar para prevenir muertes».
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