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Vargas Llosa saluda a Delibes en 1995, en día de su investidura como doctor honoris causa por la UVA, en 1995.

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Vargas Llosa saluda a Delibes en 1995, en día de su investidura como doctor honoris causa por la UVA, en 1995. G. Villamil

Vargas Llosa, del Valladolid literario al taurino

El Premio Nobel fue investido doctor honoris causa por la UVA, participó en el II Congreso de la Lengua y recibió el Premio de la Fundación Gabarrón

Victoria M. Niño

Valladolid

Lunes, 14 de abril 2025, 12:57

Había venido antes pero las tres citas que trajeron a Mario Vargas Llosa a Valladolid fueron en 1995, para recibir el doctorado honoris causa de la UVA, en 2001 el II Congreso de la Lengua y en 2002 los Premios Gabarrón. Después volvió en calidad de celebridad junto a Isabel Preysler a la plaza de toros.

Mario Vargas Llosa compartió su honor en la Universidad de Valladolid con el doctor chileno Fernando Mönckeberg. Tenía 59 años, hacía dos había ganado el premio Planeta con 'Lituma en los Andes', una novela histórica a la que seguirían 'Los cuadernos de don Rigoberto' y 'La fiesta del chivo'. Novelar la historia le pareció mejor opción que intervenir en ella tras su experiencia como candidato a la presidencia del Perú en 1990.

Su siguiente visita fue con motivo del II Congreso de la Lengua que reunió en Valladolid a la familia real para la inauguración de la estatua de Don Juan Carlos y Doña Sofía que realizó Antonio López para el claustro del Patio Herreriano. Aznar acompañado de varios ministros, presidentes latinoamericanos y otras autoridades escucharon el discurso del Premio Cervantes, Vargas Llosa, animando a fomentar la lectura como «mejor política a favor de la lengua».

También estaban Ana María Matute, Julián Marías y Camilo José Cela, del brazo de Marina Castaño. Delibes participó a través de un vídeo. Recordó entonces Mario a Gómez Suárez de Figueroa, apodado el inca Garcilaso, (hijo de Garcilaso de la Vega y una princesa inca), autor de la crónica 'Comentarios Reales'. «Fue el primer mestizo porque reivindicó su condición de español y de indio... Tomó la lengua del invasor y, haciéndola suya, ya la hizo de todos, la universalizó», dijo en el Teatro Calderón. Tenía 65 años, con el éxito de su retrato del dictador Trujillo en 'La fiesta del chivo' resonando, se había enrolado en el paraíso, a ratos infernal, de Paul Gauguin en Tahití.

Volvió un año después, en 2002, a recoger el Premio de la Fundación Cristóbal Gabarrón. En una entrevista de nuestro compañero Fernando Bravo, aseguró que no volvería a la política y relativizaba su presencia en las quinielas del Premio Nobel. «Como dijo Enzensberger, hay un premio y un millón de escritores que lo esperan», citó. Faltaban ocho años para que el elegido fuera él.

Ante Rostropovich, López Ibor y James Ronsenquist, entre otros galardonados, defendió en su discurso el poder de la lectura: «El arrobo de las historias que logran arrancarme de donde estoy. Escribir es el complemento de esa experiencia. Nada me ha deparado tanta felicidad como lo leído y admirado. Ha sido mi defensa contra la infelicidad y lo que he intentado emular en mis ratos de escritura».

Esos ratos han sido décadas de trabajo apenas interrumpidos por paseos intempestivos, en su etapa madrileña por el Retiro. En estos últimos lustros, entre 2016 y 2022, ha sido un personaje público extraliterariamente por su relación con Isabel Preysler con quien estuvo en el coso vallisoletano en 2016, en el homenaje al diestro segoviano Víctor Barrio, y en 2018.

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