Vargas Llosa, el político, el Nobel y la estrella de la prensa del corazón
Cuatro amigos del autor de 'La fiesta del Chivo' rememoran su persona y su obra en el homenaje de la 58ª Feria del Libro de Valladolid
Vivió varias vidas en una. Hizo de la literatura su oficio contra el deseo de su padre, se peleó con su amigo Gabo provocando ríos de tinta, aspiró al personaje protagonista en política y a la eterna juventud con un amor mediático. Mario Vargas Llosa (1936-2025) fue homenajeado en la 58ª Feria del Libro de Valladolid que dedica esta edición a Perú. La profesora de la USAL María Ángeles Pérez, el escritor Santiago Roncagliolo, el crítico Carlos Granés y el periodista Juan Cruz rememoraron la obra y la persona del Premio Nobel que falleció el 13 de abril.
Roncagliolo es «huérfano y heredero» del Cervantes peruano. «La primera vez que lo vi fue en la televisión cuando se proclamó candidato a la presidencia ante 20.000 personas. La siguiente, en la presentación de 'La fiesta del Chivo', en Lima, ante 5.000. Para mi ser escritor era una mezcla de presidente y estrella de rock. Luego comprobé que no». Y es que el entonces joven aspirante comenzó a comprobar que «Mario acaparaba todos los focos, toda la atención». Eso implicó que el Perú reconocido internacionalmente era el contado por Llosa. «Tenía que conseguir que un crítico dijera que era el nuevo Mario, porque fuera el único Perú real era el suyo, daba igual que tú vivieras allí».
Del autor de 'Conversación en La Catedral' destacó el trato con los jóvenes «como iguales, nunca de maestro, fue generoso. Se podía conversar con él, pero era difícil porque siempre estaba rodeado de gente. Su volumen de trabajo, escribiendo y en sus apariciones públicas, era titánico. Y aun después del Nobel aumentó, no sabía vivir de otra manera, me dijo». Roncagliolo admira que viviera «tantas vidas en una: Premio Nobel, candidato a la presidencia, estrella de la prensa del corazón. Vivió como un personaje de novela y fue a morir a Barranco a su barrio, como El Quijote».
La profesora María Ángeles Pérez le descubrió cuando era estudiante y se topó con 'La casa verde'. La también poeta propuso cinco razones para leer al escritor. «La primera, porque la lectura te cambia la vida. A mí me la cambió 'La casa verde', ese tupido mundo de relaciones, por la forma de explicar la selva, Iquitos, el odio, el amor, el sexo la ambición. Me hizo viajar a un tiempo prehispánico y a un tiempo sin tiempo, el del mito. Allí se alza esa casa en la que Mario empezó a desdibujar los límites temporales y los contornos espaciales. Fue una vivencia de lectura activa, llena de sorpresas, difícil». La segunda razón: «la lectura es el destino. En su caso el desprecio de su padre por la literatura le impulsó a poner su vocación por encima de todo». Su debut con 'La ciudad y los perros' fue «una sorpresa. Utiliza el lenguaje para que produzca una acontecimiento, es un acto de desacato ante la figura paterna».
En tercer lugar «la lectura permite vivir lo imposible. De él se ha destacado mucho la estructura catedralicia de sus novelas, la pericia técnica. Él mismo lo decía en e ensayo de 1990 'convertir lo que se describe en lo descrito'». Porque «atiende a la raíz de lo humano» y como «modo de fraternidad humana, aquello que nos une» son las últimas razones a las que Ángeles Pérez añadió una coda. «Un elogio a la ficción, por eso cuando pase el tiempo lo imagino disuelto en sus ficciones».
Carlos Granés remitió a la contradicción humana de poseer la facultad para imaginar el mundo perfecto y la frustración de no alcanzarlo como quicio en el que entender a Vargas Llosa. «No tener la fuerza para estar a la altura de tus deseos es la condena. Mario vivió con el 'paraíso en la otra esquina', pero a medida que se acercaba, se daba cuenta de que no era tan bueno. Esa herida es para Mario el detonante de su ficción, que es un paliativo para la frustración. Vivir otras vidas de manera vicaria».
Granés destacó que Vargas Llosa «defendió la idea de tener un vocación, un compromiso con un oficio y su posición política viene determinada por su contrariedad ante regímenes que no dejan al hombre desarrollar esa vocación. Detestaba la censura. Inicialmente la revolución cubana le pareció bien porque Castro parecía un líder que respetaba a los escritores. Luego se dio cuenta de que era una estrategia diplomática para que los escritores fueran embajadores del régimen. En 1965 Castro encarcela a los escritores del grupo El Puente, porque eran homosexuales. Mario desconfía de los sistemas que interfieren, necesita libertad de para escribir y vivir». Votó «entre lo que consideraba menos malo porque pensaba que era lo único que podía hacer. También señaló los peligros de las ficciones políticas al servicio de las ideologías».
Juan Cruz refirió la amistad rota entre García Márquez y Llosa, aunque durante el resto de su vida admiraran los libros el otro.
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