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Este sábado podría haber sido un feliz día de tartas, tirones de orejas y 'te deseamos todos'. La escritora Almudena Grandes habría cumplido, este 7 de mayo, 62 años. Pero el cáncer escribió el punto final de su vida (y su obra) el pasado 27 de noviembre. Tiñó de luto las letras españolas y dejó huérfanos a miles de lectores. Muchos de sus fieles vallisoletanos se reunieron el sábado –la fecha de un cumpleaños ya imposible– para recordar a la novelista con una lectura de sus fragmentos preferidos en la Casa Revilla.
Antes, la Cátedra Miguel Delibes organizó en la Facultad de Filosofía y Letras –el jueves y el viernes– unas jornadas que reunieron a los principales expertos en la obra de una escritora adorada en las librerías y bibliotecas, pero que quizá no ha recibido aún el completo respaldo de la academia.
«Por esa capacidad de llegar a grandes masas de público, parte de la crítica se ha mostrado reticente a la hora de incluirla en el canon de la alta literatura», asegura María Martínez Deyros, licenciada en Filología Hispánica, doctora por la Universidad de Valladolid y coordinadora, junto a Claudio Moyano Arellano, de un encuentro que abordó la relevancia literaria de una escritora que situó en el centro de su obra la memoria histórica, los derechos de la mujer y la voz de los desfavorecidos.
«Antes que escritora, Almudena fue una gran lectora», asegura José Romera Castillo, catedrático de Literatura Española de la UNED. «Su abuelo le regaló un ejemplar de 'La odisea' y aquello despertó su gusto por escuchar y contar historias». Algunas de aquellas lecturas juveniles ('Robinson Crusoe', Julio Verne, 'Frankenstein') recibirían después un homenaje en los títulos de algunas de sus obras.
¿Influencias? Romera Castillo apunta a «dos grandes faros» del siglo XIX (Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós), además de «Antonio Machado, Max Aub, Ana María Matute, Caballero Bonald...».
«Almudena se licenció en Geografía e Historia y comenzó a trabajar en una editorial, escribiendo textos para atlas y enciclopedias». Entre una entrada y la siguiente de aquellos libros de consulta, desataba su fantasía con la escritura de una novela erótica que tituló 'Las edades de Lulú'. En 1989 obtuvo el premio La Sonrisa Vertical, promovido por Luis García Berlanga. Fue un exitazo de ventas, más de un millón de ejemplares vendidos, traducción en veinte idiomas.
«Contaba el despertar amoroso y sexual de una joven. Y lo hacía con una doble metáfora. Por un lado, la transformación del personaje femenino, que pasaba de ser un objeto a convertirse en un sujeto que busca su propio deseo y toma sus propias decisiones vitales. Además, la novela hablaba de la transformación política y social que vivía España en aquellos años», explica Romera Castillo.
«La novela erótica fue un género bastante común durante la Transición (con el fenómeno del destape), pero Lulú tenía algo muy especial: era el producto de la pluma de una mujer y, por ende, un texto 'emancipatorio'», asegura Dieter Ingenschay, profesor de la Universidad Humboldt, en Berlín. «La gente esperaba que siguiera escribiendo libros eróticos, pero decidió que no sería famosa, sino que se convertiría en escritora», añade Romera Castillo.
«Sus libros posteriores contienen historias de amor y algo de sexo, pero ya no son novelas eróticas», añade Ingenschay, quien matiza que, en los textos de Almudena, como en la vida, «las relaciones afectivas (y el deseo sexual) tienen un papel importantísimo en la acción. En 'El corazón helado', el amor entre Raquel y Álvaro sobrepasa la frontera ideológica entre las familias de las bandos opuestos de la Guerra Civil. Inés (en 'Inés y la alegría') no es solo una cocinera excelente, sino también una mujer con gran capacidad afectiva, amorosa, sexual». Además, apunta el profesor alemán, su obra plantea también una mirada hacia la diversidad sexual de sus personajes.
«En Lulú aparece Ely, personaje trans que se prostituye. En 'Las tres bodas de Manolita', el gran autor homosexual Antonio de Hoyos y Vinent aparece como figura. Yen 'La madre de Frankenstein', el psicólogo Eduardo Méndez, amigo del protagonista, es un homosexual que sufrió las 'curas de conversión' de electrochoques y del desdén por parte de la sociedad y de los colegas franquistas. Pero logró mantener su personalidad, su autoestima. La novela muestra la fuerza de una persona sexualmente disidente, y a la vez, la dimensión horrible, estrambótica de la ideología franquista».
La mujer se convirtió en la gran protagonista de sus novelas en la década de los años 90 ('Malena es un nombre tango', 'Atlas de geografía humana'), pero antes, escribió 'Te llamaré viernes', «un libro que tuvo poco éxito, tal vez debido a su estructura compleja, difícil de leer», apunta Romera Castillo.
Cuenta la historia de Manuela y Benito, «dos seres marginales, dos náufagos vitales, cuyas vidas se cruzan».El viernes del título remite a Robinson Crusoe, «pero también al día de Venus, la diosa de la belleza, y a que era los viernes cuando Almudena y Luis García Montero, su futuro marido, se encontraban cuando ella vivía en Madrid y él en Granada». El poeta le dedicaría después su poemario 'Completamente viernes', el libro que, a modo de ofrenda, colocó en la tumba el día del funeral de Almudena.
Su tercer libro, 'Malena es un nombre de tango' –con la historia de una mujer que vive a la sombra de Reina, su perfecta hermana– devolvió el éxito de ventas a la escritora, con un novela que recuerda que «no hay más maldición que la vida; y que, pese a todo, hay que vivirla».
«Almudena nunca se mostró cómoda con esa etiqueta de literatura femenina, no creía en eso, sino solo en la literatura», cuenta Romera Castillo, quien recuerda que este poderoso universo femenino de los libros de la autora en los años 90 se articula en torno a dos ideas clave: la defensa de la mujer, pero también de los colectivos más desfavorecidos de la sociedad.
En 'Atlas de geografía humana', hay mucho de «autobiografía ficcionada», con la historia de cuatro mujeres que trabajan en el departamento de un grupo editorial (como hizo la propia autora al principio de su vida laboral).
Los personajes femeninos fueron especialmente relevantes en esta fase creativa, que se extiende hasta 'Los aires difíciles', una obra de ecos cervantinos, atravesada por múltiples historias, que sitúa en la costa gaditana (la autora pasaba largas temporadas en su casa de Rota), donde Grandes explora ya, aún de forma tímida, uno de los grandes motivos de su obra, la gestión de la memoria, que situará en el centro de su producción a partir de 'El corazón helado' (2007).
«A partir de su novela 'El corazón helado', Almudena Grandes muestra un serio compromiso con la Memoria Histórica. De hecho, toda la novela, de más de mil páginas, puede entenderse como una reivindicación de la memoria olvidada puesta en boca de sus principales personajes, los miembros de dos familias distintas que al mirar hacia el pasado descubren una realidad ocultada, la de los vencidos. Se trata de una búsqueda emprendida por los nietos, es decir, por nuestra generación actual, que quieren saber la verdad y por qué se les ha ocultado», explican Asunción Esteban y Yolanda Izard, profesoras universitarias integrantes del colectivo Territorios de la Memoria.
Esto es lo que persigue uno de los dos protagonistas de la novela, Álvaro Carrión, cuando a la muerte de su padre, un exitoso empresario, descubre en una antigua carta de su abuela que no se trataba de la mujer sumisa e irrelevante que habían dibujado para él, sino de una activista comprometida, que luchó contra las convenciones sociales y que pagó con la cárcel su afiliación republicana. Tendrá entonces que enfrentarse a una revisión de sus ideas, «tanto como del conflicto y de sus propios progenitores, emprendiendo una búsqueda a través de documentos y testimonios orales, algunos de los cuales sobrecogen por reflejar el dolor de quienes no han podido enterrar a sus muertos ni, por tanto, cerrar su duelo».
Después de 'El corazón helado', la autora acometió «una ambiciosa empresa de recuperación de la memoria de la posguerra, mucho menos tratada por nuestros escritores que la Guerra Civil, con la escritura de seis novelas independientes, el ciclo de los 'Episodios de una guerra interminable'».
«Lo que emprendió en 'El corazón helado' con la búsqueda del otro relato silenciado queda amplificado en esta serie, que bucea en distintos temas relacionados con la memoria, momentos significativos de la resistencia antifranquista entre 1939 y 1964. Todos ellos escritos con la misma actitud comprometida con el rigor, la memoria y el humanismo de 'El corazón helado' y que constituyen un homenaje claro, por la elección del título y el modelo y el espíritu narrativo, a los 'Episodios Nacionales' de Benito Pérez Galdós. Se trata de las novelas», indican las profesoras Esteban e Izard, quienes recuerdan que el tema también se aborda en 'Por una falda de plátanos', «un librito clave para entender la posición de la autora con respecto a la Memoria Histórica, donde lamenta con efusión que durante la Transición no se hubiera sabido pactar la recuperación de los muertos olvidados en las cunetas y la memoria de los vencidos».
Las profesoras ensalzan el papel que la obra de Almudena Grandes ha tenido en la construcción social de la memoria histórica. «Ha sido relevante, importantísimo por la influencia de la escritora en una impresionante cantidad de lectores, que la han seguido y leído con atención y admiración y que se han descubierto a sí mismos en ella, en sus personajes y sus conflictos y en su modo de ver el mundo y recuperar la historia olvidada. Esa mirada hacia el pasado que enfrenta a Álvaro Carrión, de 'El corazón helado', con una visión muy distinta de la que le habían contado, es también la de nuestra generación, la generación de los nietos, que han descubierto que la historia no implica solo al pasado, sino que es una proyección hacia el futuro pues, como ella dijo, conocer el pasado desde el presente ayuda a saber lo que no se quiere ser en el futuro. El pasado, el presente y el futuro caminan siempre juntos. Quizá sea esta una de las más importantes aportaciones a la construcción social de la memoria por parte de Almudena Grandes».
«Esta serie de novelas supone la culminación de la obra narrativa de la escritora madrileña», defiende Aránzazu Calderón, profesora del departamento de Literaturas Hispánicas de la Universidad de Varsovia, ya que en estos libros, defiende, se da «la perfecta conjunción de su formación como historiadora y de su madurez como creadora literaria». «El ciclo novelístico aporta sin duda una visión particular de uno de los periodos más violentos del siglo XX español y en gran medida aún desconocido: la posguerra. Y lo hace emocionando a quien lee».
«Temáticamente, los Episodios se centran en la recuperación de la memoria de la resistencia antifranquista. Las novelas narran las experiencias del colectivo de resistentes a partir de las vivencias personales en la esfera íntima y privada, y desde perspectivas tan diversas como mujeres, niños o minorías sexuales. Además, hay personajes que aparecen y reaparecen en distintas entregas de la serie, transmitiendo a los lectores la impresión de encontrarse ante una red de actividad política que conectaba lugares tan variopintos como Toulouse, Madrid o Buenos Aires».
«Estilísticamente, se inspira en la novela realista decimonónica, lo cual le sirve a la autora para presentar todo un abanico de tipos sociales y, por tanto, una recreación del panorama de la sociedad española de la época», indica Calderón, quien considera que los títulos más logrados son 'La madre de Frankenstein' y 'El lector de Julio Verne'. «Ambas obras son las más breves de la serie y comparten además una excelente construcción de los personajes». El sexto, 'Mariano en el Bidasoa', no lo llegó a terminar. Entre medias, se coló otra historia, que se publicará como obra póstuma: una novela ambientada en un futuro cercano donde se exploran los efectos de la pandemia.
«La propia Almudena Grandes afirmaba que se inspiraba en la obra de Benito Pérez Galdós para su creación, y se presentaba a sí misma como continuadora de la narración de la historia nacional, siguiendo la senda iniciada por Galdós y Max Aub. Fue su apuesta estética elegir la novela realista de gran formato para recrear este convulso periodo histórico», concluye Calderón.
Esa mirada hacia los 'perdedores' es otra de las improntas de la obra de Almudena Grandes. No solo desde el punto de vista histórico, sino también desde el contemporáneo, «como demostró en 'Los besos en el pan'», dice Romera Castillo.«En esta novela, recoge los daños que provocó en la sociedad la crisis económica de 2008». Lo hacía, como era habitual en su obra, «con un lenguaje muy descriptivo (también de las sensaciones y el espacio íntimo de los personajes) y diálogos frescos».
«Ella decía que escribía novelas largas porque le gustaba vivir en ellas. Explicaba que le gustaría dar una razón más intelectual, pero que la verdad es que disfrutaba escribiendo y que el proceso durara», apunta María del Mar Mañas, profesora de Literaturas Hispánicas en la Complutense, quien evidencia que la narrativa breve de la Grandes juega un papel «menos importante» en su obra.
Hay una conferencia-entrevista con Angel Basanta paras el ciclo 'Poética y narrativa' en la Fundación Juan March en el año 2010 (se puede seguir en Internet) en la que da sus claves.
«Ahí explica Almudena Grandes que no le gustaba diferenciar entre géneros narrativos porque todos son narrativa, señala solo distintas formas según su extensión, un cuento de 10 páginas , un cuento de 30, una novela breve de 50 o 60. Lo compara con el atletismo, hay modalidades de carreras de fondo, de cien metros lisos, etc, pero los corredores son siempre corredores; igual pasa con los narradores», cuenta Mañas, quien continúa: «Ella da una explicación simple y es que le gusta escribir novelas largas porque le gusta vivir en ellas. Para ella los momentos más felices de su vida son cuando está escribiendo en su casa y por eso le gusta que el proceso dure mucho. Dice que podría dar una explicación más intelectual, pero que esa es la verdad. Por eso le gusta más escribir novelas largas».
«Lo que no le gustaba era escribir cuentos por encargo y señalaba que a esas alturas de su carrera ya se podía permitir el lujo de no hacerlo, porque no le gustaban las limitaciones de páginas. Ella tenía el mismo procedimiento independientemente de la extensión de la obra, y es partir siempre con la estructura ya cerrada y diseñada», indica Mañas.
«Lo interesante es que cuando la crítica cuestiona la producción de narrativa breve en Almudena Grandes lo hace con el mismo criterio exactamente que hizo Emilia Pardo Bazán hace un siglo de Galdós, cuando decía que a Galdós 'le es difícil redondearse y encerrarse en un espacio reducido'. Así que parecerse a su modelo, Galdós, incluso en los aspectos que se le pudieron cuestionar no es ningún demérito para Almudena Grandes.
La escritora madrileña tiene dos libros de relatos: 'Modelos de mujer' (1996) reúne siete cuentos aparecidos entre 1990 y 1996 en prensa y para antologías, y, como su nombre indica, están protagonizados por mujeres. Estos relatos «comparten las características de su primera etapa narrativa, en la que trata de los conflictos de las mujeres de su generación. Y en 2005 publica 'Estaciones de paso', formado por cinco relatos más largos y escritos originalmente para ese libro, protagonizados por adolescentes en el tránsito a su vida adulta. La novela breve 'Castillos de cartón' (2004) iba a haber sido el sexto relato de ese libro, pero finalmente la publica de modo independiente porque la historia le dio para más extensión.
«En los dos libros hay auténticas obras maestras . De 'Modelos de mujer', yo me quedaría, sin duda alguna, con 'El vocabulario de los balcones'. Luego destaco 'Los ojos rotos (historia de aparecidos)' y 'La buena hija', por señalar unos cuantos. De 'Estaciones de paso', sin duda, con 'Tabaco y negro' y luego con 'Receta de verano'.
«Se puede decir que el cine ha tratado bien la obra de Almudena Grandes», defiende Manuel Broullón, de la Universidad Complutense de Madrid. Sus novelas han inspirado seis largometrajes, 'Las edades de Lulú' (Bigas Luna, 1990), 'Malena es un nombre de tango' (Gerardo Herrero, 1996), 'Aunque tú no lo sepas' (Juan Vicente Córdoba, 2000; que es una adaptación del cuento 'El vocablo de los balcones'), 'Los aires difíciles' (Gerardo Herrero, 2006), 'Atlas de geografía humana' (Azucena Rodríguez, 2007) y 'Castillos de cartón' (Salvador García Ruiz, 2009). Además, ahora se prepara una serie sobre 'Los pacientes del doctor García'.
«Adaptar a Almudena Grandes me parece un grandísimo reto. No solo porque, como escritora, tenga un estilo limpio, inmersivo, que te atrapa, con una expresión muy agradable cuando te acercas a la lectura de sus obras. Sobre todo, porque el desafío consiste en el carácter confesional de obras como 'Las edades de Lulú', 'Malena es un nombre de tango' o 'Castillos de cartón', en donde la historia se cuenta mediante el monólogo interior de la protagonista que revive sus experiencias. Eso implica no solo la transmisión de unos acontecimientos ficcionales, sino una forma de mirada desde la que Almudena Grandes narra magistralmente desde los ojos, el cuerpo, el deseo y el erotismo de sus personajes femeninos. En el cine, por convención, apenas se usan los monólogos del narrador, mientras que el encuadre que proporciona la cámara, salvo en contadas excepciones, no suele ubicarse en los ojos del propio personaje. Existen otras estrategias, desde luego, para colocarnos en el lugar de los personajes e identificarnos con ellos. Esto es lo que cineastas como Bigas Luna, Gerardo Herrero, Azucena Rodríguez o el tándem que forman García Ruiz y Urbizu logran de una manera magistral: generar una mirada sobre el erotismo desde el modo de conocer y de sentir de los personajes femeninos protagonistas», indica Broullón, quien ha estudiado de forma más intensa la adaptación de 'Castillos de cartón'.
«Las novelas de Almudena Grandes, a todas luces, no se pueden transcribir palabra por palabra a guion, porque el del cine es un lenguaje distinto, muy distinto, del de la narración literaria. Por ello, una buena adaptación de una novela de Almudena Grandes tiene que ser todo un antisistema literario, necesariamente infiel. El guion de Urbizu y la realización de García Ruiz lo son, desde una perspectiva a veces seca y llena de referencias o de guiños que no están en la novela tal cual, pero que generan una serie de correspondencias muy interesantes con la obra de Almudena Grandes, como las tres sonrisas verticales que muestra Marcos a Jose en una escena (en alusión al premio 'La sonrisa vertical' que recibió la escritora por 'Las edades de Lulú'), la escena de la ensoñación de Jose viendo la televisión, o el diálogo entre la propia novela y las imágenes de la película documental 'El desencanto' de Jaime Chávarri, que ven los personajes en una escena. Hay muchísimos más ejemplos, la lista sería larguísima. Todos estos detalles nos hablan de una mirada sobre el mundo y la sociedad que narra y sobre la que reflexiona Almudena Grandes mediante el montaje, infiel y conflictivo, de todo tipo de materiales, literarios y audiovisuales, que conforman nuestra memoria colectiva. 'La realidad presente como materia novelable', como dejó dicho Galdós, pero también como materia filmable», explica el profesor.
«Por otro lado -continúa- hay un elemento que me interesa mucho de «Castillos de cartón», tanto en la novela como en la película, y es la mirada. Se trata de la mirada de Jose, una mujer, como un punto de vista que desafía por medio de la sexualidad una cultura y unas instituciones sociales. Se podría decir que el conflicto de los personajes viene dado porque en un cierto momento tienen que decidir si «salir del armario» de una sexualidad disidente y abyecta a ojos de la sociedad. El cuestionamiento que Jose se hace en el largo monólogo de la novela es una mirada pensativa sobre el placer sexual de las mujeres, la masculinidad frágil y, sobre todo, de aquel pilar del patriarcado que se llama «heterosexualidad normativa y obligatoria».
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