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La escritura, flujo para la memoria. Adobestock
Cómo utilizar un bolígrafo para hurgar en la memoria

Literatura

Cómo utilizar un bolígrafo para hurgar en la memoria

Marta Sanz, José Carlos Llop, Manuel o Ignacio Martínez de Pisón exploran en sus propias biografías para escribir sus últimos libros, con la creación como motor para el recuerdo

Víctor Vela

Valladolid

Domingo, 6 de octubre 2024, 08:32

«Escribir es una forma de impedir la disolución de nuestra experiencia», anota el escritor mallorquín José Carlos Llop en 'Si una mañana de verano, un viajero' (Alfaguara), uno de los libros que pueblan estos días las mesas de novedades y que comparten un aliento común: la exploración que varios autores hacen de sus propias biografías a partir del motor creativo de la escritura. Ante la fugacidad del tiempo y la fragilidad de la memoria, reivindican el poder de la literatura para que ni días ni recuerdos se escapen por el sumidero del olvido.

  • Si una mañana de verano, un viajero José Carlos Llop

  • Alfaguara 120 páginas. 17,90 euros.

«El reloj es lo más parecido que tiene el hombre al impasible dominio de sus días. Lo más parecido, junto con la escritura, que lo estira y alarga o comprime y condensa», escribe Llop en su libro, una suerte de cuaderno de impresiones en el que reflexiona sobre el paso del tiempo, sí, sobre literatura, claro, pero también sobre el poder evocador de los veranos y la inspiración de los paisajes. En su caso, es Mallorca, en una vivienda en la que ha pasado gran parte de los estíos de su vida y donde ha escrito parte destacada de su obra, entre paseos y baños en el mar. Por las páginas de su libro desfilan referencias a Gerald Durrell, Rilke, Karen Blixen o Philip Roth. «Uno vive peor sin escribir, como si estuviera demediado o incompleto», dice Llop. Porque escribir, y aquí duda, tal vez sea una forma también de quitarse de encima los daños pasados. Porque escribir es a menudo «adentrarse en una 'terra incognita' en la que se oculta El Dorado. Uno se adentra en la escritura como los personajes de las novelas de Salgari, de Karl May o Verne que había leído en su infancia».

  • Ropa de casa Ignacio Martínez de Pisón

  • Seix Barral 204 páginas. 20,90 euros.

Ignacio Martínez de Pisón acaba de publicar 'Ropa de casa', una autobiografía en la que repasa su vida desde la infancia hasta que comienza a convertirse en escritor de éxito. «Un posible resumen del libro sería: niño en el Logroño de los años sesenta, muchacho en la Zaragoza de los setenta, aprendiz de novelista en la Barcelona de los ochenta. Un resumen aún más escueto diría que este es el relato de la formación de un escritor». Martínez de Pisón tenía 14 años cuando descubrió, en un armario familiar, un volumen que guardaba su abuelo con las novelas carlistas de Valle-Inclán. Gracias a esa lectura, el joven descubrió que en los libros «había una emoción que no brotaba del destino de los personajes, sino del modo de exponerlo. Se me hizo evidente que los escritores, seleccionando unas palabras y no otras, combinándolas de una forma y no de otra, podían generar belleza». La literatura como un modo no solo de descubrir la realidad, sino también de recrearla. Y de dotarla de sentido: «Los novelistas tendemos a percibir algún tipo de orden interno en realidades que son por naturaleza caóticas».

'Ropa de casa' retrata la Barcelona literaria de los años 80, en la que Martínez de Pisón comparte cenas, copas y tertulias con varios autores que se pasean por estas páginas, con sabrosos chascarrillos sobre el mundillo literario. Por ejemplo, ese viaje que hizo a Sevilla junto a Enrique Vila-Matas gracias a una quiniela de 13 aciertos. O esa travesía en R5 por Europa junto a Bernardo Atxaga. O aquella vez en la que estos tres escritores vieron cómo se fraguaba la relación entre Muñoz Molina y Elvira Lindo. O ese viaje a Llanes, a un congreso organizado por Víctor García de la Concha, con un autobús lleno de literatos en el que Juan Cruz no dejaba de hablar y hacer «comentarios chistosos». Y mientras, Soledad Puértolas exclamaba con fingida resignación: «Qué Cruz, qué Cruz». También da cuenta de la amistad que durante años compartió con Javier Marías, quien ejerció como una suerte de mentor mientras compartían editorial (Anagrama) y cuya relación se deshizo poco después de que Marías dejara el sello.

Antes de estos años en los que Martínez de Pisón ya había publicado, recuerda los viajes juveniles a Calafell, donde el escritor y editor Carlos Barral regentaba L'Espineta, un bar en el que de vez en cuando recalaban García Márquez, Vargas Llosa, Gil de Biedma o Goytisolo. Calafell estaba muy cerquita de donde veraneaba la familia de Martínez de Pisón (Comarruga) y él, «después de dar paseos por la playa, iba al bar a tomar algo y poner la oreja en la tertulia de la mesa de al lado, que Barral compartía con Juan Marsé o Ricardo Muñoz Suay». Pensaba que esos autores ya consagrados estarían hablando de literatura, pero la primera conversación que les escuchó fue sobre la distancia a la que podía mear un tigre. «Uno es escritor desde mucho antes de escribir sus primeras líneas, en esa niñez y en esa juventud está la sustancia de la que luego se va a nutrir su mundo literario», apunta el autor de 'El día de mañana' o 'Castillos de fuego'.

  • Los íntimos Marta Sanz

  • Anagrama 504 páginas. 22,90 euros.

También Marta Sanz (autora de las esdrújulas 'Tarántula' y 'Clavícula') se asoma al asombro de la escritura en 'Los íntimos (memoria del pan y las rosas)', un texto publicado por Anagrama en el que se reconoce escritora desde la infancia, porque ya entonces «me puse a mirar de manera torcida». Confiesa que a los cuatro años ya escribía poemas. Y que a los doce se autoeditó su primer libro. «En realidad, lo manufacturé, porque lo escribí, lo ilustré, lo cosí». En este nuevo texto, rinde cuentas con el mundillo editorial («la mugre de la envidia, la negociación del anticipo») y hurga en la brecha social y los prejuicios de clase que aún existen en el universo de la cultura. ¿Por qué escribir entonces? «Primero escribo para descubrir, por el placer y la música ,la alegría de las cosas; más tarde, por exhibicionismo atlético, consciencia de unas aptitudes; después, por obcecación y rabia, para reparar los dolores, reconstruir los rotos o quizá para romper lo que está mal cosido y se presenta como perfecto o inevitable; luego escribo por todo lo que me une con quienes están al otro lado. Por último, se produce una superposición de todos los porqués». Lo íntimo y lo social cosido en un único gesto, encuadernado en un mismo volumen. Sanz reconoce que le sigue dando vergüenza ser escritora. «Contarlo. Quizá por eso escribo: para indagar en las razones de lo que nos da vergüenza». Y al mismo tiempo (como descubrió Martínez de Pisón con esos libros de Valle Inclán) reivindica el placer de la lectura más allá de la mera peripecia. «Hemos reducido la imaginación literaria a la construcción de la trama y del personaje. Hemos olvidado la poesía y el hecho de que la invención también reside en la profundidad de una palabra junto a la otra».

  • Vida y maravillas Manuel Gutiérrez Aragón

  • Anagrama 360 páginas. 20,90 euros.

Porque «escribir es viajar», como dice el cineasta y novelista Manuel Gutiérrez Aragón en 'Vida y maravillas' (Anagrama). Y escribir sobre el propio pasado no solo es recordar, sino al mismo tiempo «repensar, reavivar, remar a contracorriente. Y eso trae más sorpresas que el dejarse arrastrar por las aguas fangosas y residuales del recuerdo». En esa evocación juvenil de Gutiérrez Aragón está ese largo periodo de convalecencia en el que descubrió la magia de la ficción. Allí, fuera de la cama del niño enfermo, había mundos fascinantes. Había «vida más allá de la vida» y eso le valió no solo para mitigar las fiebres, sino para escapar de los muros que levantaban, en su caso, «la religión cristiana y la política franquista». La imaginación como plan de fuga. «En una realidad escasa, el cuento pone todo lo que le falta al mundo», escribe Gutiérrez Aragón en este volumen de memorias donde el cine juega un papel imprescindible, claro, pero también la literatura. Recuerda, por ejemplo, esos volúmenes de 'El tesoro de la juventud' que sus tíos maternos le regalaron durante ese largo periodo encamado. O esas caminatas veraniegas que, con quince años, le llevaban hasta la biblioteca de su pueblo, Torrelavega, donde cogía prestados libros de Unamuno, Pío Baroja, Azorín. «Estábamos en una época de verano y de lecturas». De nuevo ese verano que evocaba al principio de estas líneas José Carlos Llop. «Nadaba en la playa hasta cansarme, y de noche leía con la piel aún ardiente del sol y del viento salino. Leía, me iba a la cama y allí seguía leyendo hasta quedarme dormido», rememora Gutiérrez Aragón, para quien recordar lo vivido a través de la escritura es «leerse de nuevo en busca de alguna sorpresa».

  • Cuanta más gente muere... Maruja Torres

  • Temas de hoy. 320 páginas. 20 euros.

Maruja Torres abre todas las noches esa caja llena de asombros. Lo cuenta en 'Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo' (Temas de hoy). La escritora y periodista cuenta ahí que padece insomnio. O mejor dicho, padecía. «Comprendí que mis noches en blanco me daban la oportunidad de disfrutar de más vida. Porque alguien a quien le gusta leer historias durante el día, ¿qué mejores noches puede pasar que leyendo, por dentro, las narraciones que se producen en su propia cabeza?» Y, a partir de ahí, trenza recuerdos en unas conexiones que, dice, le fueron tan buenas para las columnas periodísticas y ahora le sirven para enlazar su infancia en el Raval con sus largas temporadas de corresponsal, sus excursiones por la novela, su lucha adolescente contra la vejez.

  • El mejor libro del mundo Manuel Vilas

  • Destino 592 páginas. 22,90 euros

Manuel Vilas se acerca a estas cuestiones con un artefacto en el que se desdibuja las fronteras con la ficción. En 'El mejor libro del mundo' (Destino), Manuel Vilas cuenta la historia de Manuel Vilas, el autor que vivió el éxito de 'Ordesa' y que, al cumplir los 61 años, subió a lo alto del campanario de la iglesia evangélica de Bistrita (en Rumanía) para arrojarse al vacío. Murió. En las tripas del ordenador, encontraron un documento que al final ha dado como resultado este libro de falsos espejos en el que Vilas habla (en pequeños capítulos, como miniensayos impresionistas) sobre, también, sobre vivir, recordar, escribir. ¿Qué lleva a escribir? «Si es la ambición del reconocimiento, nada tiene sentido». Así que tiene que ser algo más. Un modo de sentirse vivo, tal vez: «La escritura es una forma de supervivencia del escritor». O de superar adicciones: «Yo no soy un escritor, sino un adicto a las palabras, un adicto a la vida que aún hay en las palabras». O de lograr el reconocimiento social: «El único sentido de la vida de un escritor es escribir el mejor libro no del mundo, sino del universo». Pero, y ahí está la trampa que destaca Vilas, «no se puede escribir el mejor libro del mundo porque la vida es el mejor libro del mundo».

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