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José María Merino, escritor
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José María Merino, escritor
«El uso masivo de wasap y emoticonos está empobreciendo la conversación hablada»Académico de la RAE y hábil contador de historias, José María Merino, gallego de nacimiento de 83 años, aunque afincado la mayor parte de ... su vida en León, da otra vuelta de tuerca a la ficción en 'Yo y yo en breve' (Alfaguara). Son 76 cuentos a partir de historias escritas por alumnos imaginarios de un taller de escritura donde el desdoblamiento de personajes es norma en la espiral de ficciones que envuelve los relatos. «No sé cómo sería mi doble, mi mujer dice que soy generoso y maniático», ironiza este lector apasionado que no deja de sentirse «deslumbrado» por la relectura sin fin del 'Quijote'.
–¿Qué sería de usted sin la ficción?
–¿Qué sería del Homo sapiens sin ella? Es el sustento de lo que ha sido el pensamiento simbólico y de nuestra mirada del mundo, de nuestra inteligencia profunda. No es una invención que tuvimos un día, está en nuestra naturaleza, en nuestros orígenes.
–¿Por qué le atrae el tema del doble?
–Desde mi primera novela, el tema del desdoblamiento, del otro, de ese que está en nosotros y a veces lo percibimos cuando tenemos una duda profunda, me ha acompañado toda la vida.
–¿Cómo ha modelado el tiempo su perspectiva sobre lo que escribe?
–Cuando comencé a escribir tal vez era más oscuro. Antes me gustaba enmarañarme en ciertas cosas y ahora, pues no, tiendo a una mayor claridad. Tampoco es que quisiera ser oscuro, es que me salía así y así me comportaba. Y en cuanto a los lectores, observo un cambio esencial porque la palabra escrita ya no tiene la importancia que tenía. Tal vez en algunos 'best seller' sobreviva el encanto literario que tuvo alguna vez para mucha gente, pero los jóvenes ya no son tan lectores, aunque en mi época tampoco lo eran, pero no estaban enganchados al teléfono móvil. Lo que está sucediendo con el imperio del móvil puede ser enormemente dañino para nuestra especie.
–¿En qué se sustenta ese temor?
–Estoy convencido de que el discurso expresivo se articula con palabras, y la escritura, con la necesidad de expresar ficciones, arquetipos para intentar entender el mundo, porque la realidad la hemos ido desentrañando con mitos. Escribir era una manera de ir materializando tus pensamientos, pero es que ahora la escritura es el wasap brevísimo, y la lectura consiste en eso, textos muy breves del móvil. Estamos entrando en un momento peligroso. Ahora dicen que las nuevas generaciones son menos inteligentes, y a mí me parece que eso tiene mucho que ver con esa pérdida del lenguaje escrito articulado en palabras y materializado en papel.
–¿Le apena que se cuenten menos cuentos, que se sustituyan por impulsos de pantalla electrónica?
–Naturalmente, porque cada vez hay mayor pobreza expresiva. Todavía el cómic utiliza palabras escritas y dibujos, pero es que ya todo se está sustituyendo por imágenes que no son reales, por reproducciones técnicas de la realidad, lo que me parece muy peligroso. Para muchas cosas las nuevas tecnologías son utilísimas, pero también pueden ser muy destructivas.
–Citando la frase de su padre, suele usted decir que la verdadera riqueza de una casa son los libros. ¿Los digitales también?
–Es que los libros digitales se han perdido. Sorprende cómo hace unos años la gente utilizaba la máquina informática para leer, pero cada vez estoy viendo que eso está menos en la realidad. Lo que la gente lee son mensajes cortos de wasap y utiliza emoticonos para escribir, con lo cual la construcción verbal para expresar cosas se está empobreciendo de una manera feroz. El uso masivo de todo eso empobrece la conversación hablada. Estoy convencido de que el libro en papel fue uno de los grandes inventos de la humanidad, y si se pierde, vamos al imperio de la Inteligencia Artificial.
–¿Qué le exige a un libro para no abandonar su lectura?
–Que la historia que me está contando suscite en mí suficiente curiosidad como para seguir sabiendo qué es lo que pasa con un personaje, un lugar... en fin, que despierte en mí ese interés por saber cómo se desarrolla la conducta, los sentimientos, las actitudes de los personajes. Ahora mismo estoy metido con el último libro de mi yerno, Manuel Vilas, que ha presentado hace unos días 'El mejor libro del mundo', impregnado de un sentido del humor interesantísimo.
–También escribe su hija, Ana Merino. ¿Domina la literatura las sobremesas familiares?
–Ana se hizo escritora yo pienso que porque me vio a mí como escritor. Pero si yo me dediqué a escribir es porque antes fui un profundo lector. A Ana le ha pasado lo mismo que a mí, tenía en casa una buena biblioteca, desde joven escribía muy bien, empezó con la poesía, luego con la novela y después con el teatro; es una estupenda dramaturga.
–A lo largo de su vida ha visitado tantos institutos de educación secundaria como para tener una idea de si la literatura se enseña bien en las aulas.
–Hace muchos años, cuando empecé a visitarlos, veía un profesorado interesado en difundir la literatura, algunos centros eran ejemplares, sorprendía lo bien que los chicos y chicas intervenían. Ahora pienso que el sistema educativo no está apoyado como debiera por las decisiones políticas. Hay que conservar la relación con la palabra escrita, no podemos perder eso. Que se esté hablando de que los chicos pueden empezar a tener un móvil a partir de los diez años me parece una salvajada. Si no podemos beber hasta los 18 años, el móvil no debería autorizarse hasta los 16 o 18 años, porque antes hay que formarse y la literatura es muy importante para ello, nos ha ido enseñando a conocernos mejor a nosotros mismos. Hace unos meses estuve en Puebla de Sanabria en un instituto ejemplar, pero es difícil encontrarse algo así porque notas también en el profesorado un cierto desaliento.
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