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Unamuno, líder de la resistencia al Ganso RealEl próximo miércoles, 13 de septiembre, se cumple un siglo del manifiesto con el que Miguel Primo de Rivera justificó el golpe de estado inaugural de su dictadura. Otro Miguel, de Unamuno, se ve despojado durante esa década de su cátedra, de su familia y ... de su casa. Su feroz oposición al ejército, a la monarquía y ahora a la dictadura le llevó al exilio y a convertirse en el líder de la resistencia al Ganso Real, como apodó al militar en el poder. El próximo miércoles llega a las librerías 'Unamuno contra Miguel Primo de Rivera. Un incesante desafío a la tiranía', último ensayo de Colette y Jean-Claude Rabaté quienes bucean en los fondos abisales del archivo Unamuno desde hace décadas.
«La dictadura descubre al Unamuno político, en ese momento desarrolla su visión de estado. Otro elemento muy destacado es que frente a la visión de un hombre orgulloso, solitario y ensimismado, emerge el Unamuno que trabaja en grupo, que no actúa solo, que cuenta con la enorme solidaridad de mucha gente», explica Colette. En la oposición a la dictadura tendrá dos grandes aliados, Eduardo Ortega y Gasset y Blasco Ibáñez, con los que iniciará varias aventuras periodísticas.
«Eduardo Ortega y Gasset es un completo desconocido que tuvo que exiliarse porque dijo 'no' a Primo de Rivera, en cambio su hermano apoyó la dictadura. Es un escándalo que no haya ni una calle con su nombre», apunta Jean-Claude Rabaté.
Eduardo y Miguel fundan 'España con Honra' y después 'Hojas libres', semanarios en los que escribía un amplio grupo de intelectuales liderados por Unamuno. Son libelos que contestan a las 'Notas oficiosas' que el dictador publicaba diariamente en periódicos afines. Frente a estos, la prensa clandestina que la oficina de censura va cerrando.
Blasco Ibáñez, ya escritor superventas de celebridad internacional, pone el dinero. «La presencia de Blasco se limita a la primera etapa del exilio, a París. Después lo deja y muere en 1928. Fue una aportación necesaria, sin dinero no se hace política, pero su acción es un poco efímera», aclara Colette. Unamuno llega a referirse a él como «tartarinesco», aunque le rindió un sentido homenaje en su muerte.
«El trabajo lento de zapa durante toda la dictadura es el de Unamuno». Así lo afirman en el libro: «Se convierte claramente en la voz de la resistencia a la tiranía y en el adversario privilegiado del dictador».
Ya antes de 1923 Unamuno había explicitado su desacuerdo con la posición del Ejército y del rey Alfonso XIII frente a la Gran Guerra. No acepta la neutralidad española porque le resta posibilidades de entrar en la Liga de las Naciones«civiles, democráticas y republicanas». También había denunciado la «brutalización» del conflicto en el Norte de África. Detestaba el uso de la fuerza hasta el punto de decir que sus hijos podían ser lo que quisieran pero militares «jamás, jamás, jamás». Destituido como rector de la Universidad de Salamanca, censurado también, el camino hacia el confinamiento y el exilio estaba empedrado.
«Su expresión política le supuso mucho sacrificio personal. Se ve en más las 400 cartas de esa época a su familia. Sufre, pierde dinero, aunque le ayudan otros catedráticos de Salamanca», relata Colette, quien tiene pendiente un ensayo sobre la esposa del pensador. «Concha es una mujer admirable. Muchos han querido ver solo a una ama de casa, pero le apoya en todo y se nota en las cartas». Ella también adjetiva al dictador tildándole de«majadero auténtico». «Unamuno la homenajea durante toda su vida», recuerda la filóloga.
El escritor vive apasionadamente la actualidad y le exaspera la pasividad de la población española, proclama la «necesidad de un movimiento civil». Le duelen los tibios y ataca a los intelectuales como Maeztu o Ramón y Cajal por contemporizar con Primo de Rivera. Está acompañado por notables como Santiago Alba, la bestia negra del dictador que le cita en su manifiesto. «Unamuno tiene buena relación con Alba en París. Es interesante la resistencia que se crea dentro del país gracias en parte a los masones. Fernando, el hijo mayor de Unamuno, vivía en Palencia, y es amigo de Federico Santander, todos masones. Ellos organizan células de resistencia en Madrid, Barcelona, Valladolid, Sevilla y otras ciudades. También está implicada la Liga en Defensa de los Derechos Humanos, que preside Unamuno y como vicepresidente está Eduardo», apunta Jean-Claude.
Santiago Alba, liberal, era el dueño de esta cabecera, El Norte de Castilla, que dirigió el citado Santander (ajusticiado luego al comienzo de la Guerra Civil). «Aunque hay que diferenciar la situación de ambos, Alba era rico, vivía en palacios y hoteles de lujo, Unamuno siempre tuvo dificultades financieras. Le denunciaron, le acusaron, le multaron, le obligaron a exiliarse, pero nunca se llevó nada, nunca aceptó un cargo lucrativo», recuerda el investigador francés.
Si las dianas de los furibundos ataques de Unamuno eran el Ganso Real, el propio Rey y el general Severiano Martínez Anido, él es el «pesimista»oficial, como le llama Alfonso XIII, que conviene «apartar» y amordazar. En el ideario de Primo de Rivera «antes de ser intelectual, hay que ser español». Caerá la dictadura, vendrá la anhelada república, y Unamuno seguirá siendo una voz incómoda.
Colette y Jean-Claude Rabaté siguen trabajando en el archivo de Miguel de Unamuno, preparando la edición de los volúmenes segundo y tercero de su correspondencia. El día 19 presentarán este ensayo en la Residencia de Estudiantes de Madrid.
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