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«Nunca tengo pereza para escribir», le dice Umbral a Delibes en una carta a comienzos de los setenta. Así lo constata la hemeroteca de El Norte en la década anterior. La correspondencia entre los dos periodistas de este diario sigue en las librerías mientras ... hoy cierra sus puertas la exposición sobre Delibes en Valladolid.
Francisco Pérez fue un proyecto de poeta,«un endecasílabo puesto en pie» dijo su compañero en esta cabecera César Alonso de los Ríos, que leía a Juan Ramón Jiménez, Neruda, Rilke, Guillén y la generación de la posguerra. Buscó sitio en tertulias y revistas universitarias antes de convertirse en «aquel chico que hacía artículos pedantes en El Norte de Castilla», según sus palabras. Su primera pieza en el diario será un encargo de Carlos García Campoy, mano derecha de Delibes, para el suplemento Las artes y las letras. Debutó con 'Tres actitudes de la lírica española contemporánea' publicado el 21 de marzo de 1957 con el estimulante subtítulo 'La continuidad y vigencia de nuestra poesía actual, cualquiera que sea su orientación inmediata, están garantizadas'. Esas tres 'actitudes' eran las lideradas por Juan Ramón y la poesía pura, Miguel Hernández y Luis Rosales entre los militantes de una poesía vital, impura, y una tercera representada por Leopoldo Panero en la línea del estoicismo machadiano. Recibió 500 pesetas, la felicitación de Delibes y pasó a ser colaborador habitual, según recoge García Armendáriz en su tesis.
Pluma dúctil, escritor incansable, pronto alternará los textos sobre el parnaso literario del que sueña formar parte con muchas otras tareas periodísticas. Entre 1958 y 1961 estará en León y compaginará radio y colaboraciones en ambas ciudades.
Tras un escándalo durante una proyección de la película 'Orfeo', de Jean Cocteau, Umbral abandona León y su ya amigo Miguel le ayuda a cumplir su sueño de irse a Madrid. Cartas de recomendación para varias revistas y su integración en el elenco de periodistas del suplemento dominical 'El caballo de Troya', que comienza a publicarse el 5 marzo de 1961, allanan el camino hacia el epicentro literario nacional. Francisco Pérez pasará a firmar Francisco Umbral y en las colaboraciones de la última página, la de variedades, con una U. Umbral supo pronto que quería ser columnista, eso que hacían Aldecoa, Romero o Alcántara con quienes «no estaba de acuerdo con lo que decían pero los leía porque me gustaba la fórmula». El cronista reconocía: «Delibes me profesionalizó».
Decía que en El Norte había hecho de todo incluido el reparto por siete quioscos de Madrid para cobrar mil pesetas, lo que le obligaba a estar a primera hora en la Estación del Norte y recorrer unos cuantos kilómetros. Fue los ojos de la cabecera vallisoletana en la capital durante la década de los sesenta y lo trasladó en crónicas, entrevistas, breves, pies de foto y reseñas. «En sus artículos transmite la sensación de estar plenamente integrado en Madrid aunque no le hubiera dado tiempo», apunta Armendáriz.
Sus coordenadas periodísticas tienen como eje la experiencia personal. La noticia está por donde pasa él. Así entrevista a Menéndez Pidal y titula «El padre De las Casas era un paranoico». Es un gancho que aún hoy capta atención del lector. El texto comienza con la descripción física del sabio, «con su barba de la Institución Libre de Enseñanza», y sigue como mera transcripción de una conversación banal sin abundar en la provocativa afirmación que el profesor liga a una «fijación paranoide con el indio». En cambio nos enteramos de que acaba de volver de un congreso de Oxford, al que ha ido pagándose el viaje a diferencia de lo que ocurre en España donde «nos gusta ser el sevillano generoso e invitar a todo el mundo».
Otra entrevista a Indro Montanelli, con quien posa en la foto como con Pidal, abre boca con un exabrupto hacia Mussolini para continuar interesándose por la esposa del periodista italiano a quien han operado en Madrid y, a renglón seguido, repasa los escritores italianos «acabados» –Moravia, Pasolini– y los clásicos que perviven –Pavese, Calvino–. En Chicote se encuentra con Francisco de Cossío, hablan de literatura y con la autoridad que le dan los 33 volúmenes el maestro sentencia que «En España se habla de unos libros más que de otros, pero nadie lee de verdad ninguno».
Umbral atiende el frente de los textos ligeros y las entrevistas a actrices para la última, se hace eco de los versos de sus admirados Hierro o Guillén –«luminoso y melancólico»–, cuenta la vida de la capital, acude a estrenos y glosa cualquier evento que esté relacionado con el público de El Norte –desde el homenaje de la 'Estafeta literaria' a los escritores de Tierra de Campos a los visitantes de una exposición de Alonso Berruguete en Madrid pasando por las ferias agrícolas–. El periodismo es práctica pareja a la literatura. Delibes le pone en contacto con su editor, Vergés, y el escritor treintañero logra que Cela, al frente de Alfaguara, le encargue una biografía que será 'Larra, anatomía de un dandy'.
En 'Las artes y las letras' (24-X-1965) Miguel escribe un artículo titulado 'La conquista de Madrid', a cuenta de la atracción que Madrid ejerce sobre los escritores españoles. Lo que quiere poner de relieve el director de El Norte es la trayectoria de su amigo que acaba de ganar el premio Gabriel Miró por su cuento 'Tamouré' y ha demostrado su «sagacidad crítica e ingenio creador» en la biografía citada. «La conquista de Madrid en un brevísimo período y por la vía tradicional, tomando el tren con lo puesto y haciéndose de infantería» es la de Umbral.
Esa dedicación marcial al periodismo le procura premios como el que se llevó su artículo 'El arte de ser mujer' (11 septiembre 1966) en el que sostiene que no hay mujeres feas sino mujeres que no se arreglan en un texto que transcurre bajo la foto de una sonriente Claudia Cardinale. En 1967 recoge otro galardón nacional del Doctor N. G. Payot dedicado a temas de belleza femenina. La 'salsa rosa' que llamaría después le dio alegrías pero también los artículos sobre literatura. Ese mismo año gana el Premio Arniches por un artículo sobre el dramaturgo publicado en 'Mundo hispánico'.
El Madrid de las minifaldas y los maxiabrigos, el de los veranos vacíos, la España de la píldora y el divorcio, las primeras pastillas de LSD, las gogós o la mujer fumadora asoman en sus crónicas costumbristas y se alternan con nombres propios. En 1967 una enfermedad le retira durante unos meses al cabo de los cuales dirá a sus lectores de El Norte (28 de mayo) «no se escribe para nadie. Se escribe para uno mismo. Para ponerse claro por dentro. Para filmarse el alma. Yo escribo para saber qué pienso de mí». Retomará la 'Crónica de Madrid' así como artículos de opinión más largos.
En 1968 serán finalistas del Premio Nadal que acabó ganado Álvaro Cunqueiro dos periodistas de El Norte, Emilio Salcedo y Francisco Umbral. El cronista lo logrará en 1975 con 'Las ninfas'. Delibes entornará la puerta que convertirá a Umbral en columnista nacional, la agencia Sapisa luego Colpisa, que dirigía Manu Leguineche, desde la que se distribuirá su crónica diaria a una docena de diarios regionales desde 1969. La voluntad de ser triunfó.
A pesar de las inseguridades que cuenta a su amigo en su correspondencia, Umbral aprovechó lo mejor de antagónicos nacionales –Delibes/Cela, Vergés/Lara– y a negociar con sus paradojas –fondo/forma, periodismo/literatura, comunismo/je-set. Comenzó a crear su personaje: «Mi imagen pública es de seguridad e incluso agresividad, porque la selva obliga».
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