El 7 de marzo, dos días antes de morir, José Jiménez Lozano enviaba a los respectivos editores su último dietario y su poemario postrero. Javier Fornieles (Confluencias) y Manuel Borras (Pre-Textos) son los depositarios de estos libros póstumos que han seguido a la correspondencia ... con Américo Castro (Trotta).
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'Evocaciones y presencias. Diarios 2018-2020' es la octava entrega de una costumbre que el escritor abulense inició en 1986 con 'Los tres cuadernos rojos' (Ámbito). Quien negaba escribir diarios comenzó a registrar apuntes regularmente «primero más discursivos y este último más esencial, tanto lingüística como conceptualmente», explica Guadalupe Arbona, responsable de la edición junto al hijo del Premio Cervantes, Javier Jiménez. Precisamente él ha sido el «concienzudo corrector», dice la profesora de la Universidad Complutense.
Javier se enteró por casualidad del envío. «Mi padre me solía pedir que echara un vistazo a sus cosas, cuando tuviera tiempo. Pero de este dietario me enteré en el correo del editor, que adjuntaba el archivo. Lo empecé a leer y vi que había que corregir más de lo habitual. Era descuidado pero en este libro se notaba más laxitud». Cotejar en su biblioteca citas y referencias del ensayista de 'Los cementerios civiles' ha sido la tarea de Javier. «Aveces son olvidos de palabras, frases o alguna puntuación cuyo cambio hace que se resienta el sentido. Yo soy más minucioso para estas cosas, siempre ven más los ojos de quien no lo ha escrito, que acaba leyendo lo que quiere leer. En cualquier caso, mantiene el tono del resto».
Arbona percibe en 'Evocaciones y presencias' «una despedida de este mundo que nos toca vivir en el que veía cosas que le horrorizaban y que critica con ironía feroz; el mal uso de la lengua, el ensañamiento con los débiles, las mentiras del mundo cultural o los desmanes heredados de la generación del 68 que en vez de propiciar una revisión crítica propugnó el borrón y cuenta nueva, la destrucción. Deja constancia de lo que llama el 'espíritu del tiempo', amargo, pero sin embargo dialoga con la esperanza y con la alegría que le producen la urraca y el cuco, los hombres libres como Américo Castro o Teresa de Ávila, con personajes como la Matriona de Solzhenitsyn. Todos ellos le acompañan en la travesía final».
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Arte subjetivo
'Evocaciones y presencias' toma el relevo de 'Impresiones Provinciales', en 2018 y el último apunte es del 13 de enero de este año. Jiménez Lozano trenza en sus reflexiones el hilo de su discurso constante y el que le provocan las noticias. De fondo está siempre el rechazo a los totalitarismos del siglo XX, presentes en «la brutalidad de las ideologías de hoy». Aunque reconoce que «hasta los más reaccionarios tuvimos algunos tiempos de profesión progresista y marxismo dulce». Varias son las reflexiones que dedica al arte que en la contemporaneidad vive la trampa de ser el propio artista quein establece la categoría de los artístico, algo gestado tiempo atrás. «La Gran Guerra aceleró el desarrollo de la vanguardia y despojó al arte en Occidente de su lastre moral: el 'arte' se convirtió, en general, en un vehículo para la expresión de sentimientos subjetivos y pasiones, más que una exploración de verdades», escribe.
Entre las presencias, viejos conocidos como Simone Weil, Koestler, Julien Green, Pascal (luminosa su 'teoría de la carroza') o Teresa (la de las 'autoridades postizas', «las que hemos puesto ahí como se ponen las pelucas»). Entre las evocaciones, César Alonso de los Ríos o Jorge Guillén. Guadalupe Arbona destaca «el aroma de la libertad, Jiménez Lozano no tiene miedo a nada: es un hombre libre que mira, vive, piensa y haciéndolo el lector se siente compelido a ser también él críticamente libre». Considera que este diario «puede leerse en consonancia con 'Memorias de un escribidor', una autobiografía de su condición de escritor fantástica y fabuladora donde se ríe de sí mismo. Es un divertimento en el que lo mismo habla con Tolstoi y bromea sobre sus obsesiones como relata el encuentro con una cacatúa en un tren».
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Insaciable en sus curiosidades, José Jiménez Lozano las sintetiza en un apunte: «Lo que nos interesa es el final de la novela humana, que se niegue a que la muerte tenga la ultima palabra».
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