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Ni es lector de ciencia ficción ni se propuso seguir la exitosa moda de las distopías. De repente Pablo Rodríguez Burón (Valladolid, 1980) se encontró cómodo haciendo una caricatura satírica de la sociedad española actual empujando hacia delante un poco, no mucho el calendario. «‘Turistia’ ... es una novela futurista más que de ciencia ficción. La broma con el editor es que si tardamos un poco más en publicarla en vez de futurista sería costumbrista», dice el escritor que se estrena en la novela tras dos libros de cuentos.
Y es que la ‘turismofobia’ que ha copado telediarios este verano parece la vacuna o la reacción a ‘Turistia’ (editorial Ultramarina). «Es una novela que lleva la turistización de un país, España, al extremo. Es una distopía utópica, en el sentido de que como en caso de la de Huxley, la gente vive feliz. Enajenada a través del placer, pero feliz», explica este profesor de español para extranjeros que enseña en Sevilla.
«Esta novela cuenta cómo hemos vendido el país a una corporación, Plan Turistia, que nos condona la deuda convirtiéndonos en un lugar dedicado exclusivamente al turismo. Vivimos en hoteles, como los turistas, tenemos derecho a tres comidas al día, a cambio de trabajar en ese engranaje. Se desdibujan las actuales ciudades para formar núcleos temáticos, por ejemplo Cádiz y Sevilla juntas. En su momento hubo un referéndum y la población mayoritariamente votó que sí, que querían pasar a manos de la corporación. Solo unos cuantos, los rebeldes, dijeron que no, y viven marginados, sin luz, ni agua, ni Internet».
Entre esos rebeldes está el padre del protagonista, Mario Braun, y será el intento de ambos por atraer al otro bando a su interlocutor el nexo de una parte de la novela. «Está organizada en dos partes, las mímesis y los simulacros («Qué es el realismo en un mundo desleído donde el simulacro se ha convertido en una categoría más de la realidad», Juan Francisco Ferré, cita previa a la novela). La mimesis cuenta la historia de Mario mientras que los simulacros explican ese mundo de Turistia al lector, a través de artículos, entrevistas y testimonios de turistas que cuentan sus experiencias vividas», aclara Burón, que intercala ambos bloques narrativos.
«Vender experiencias»
Esa sociedad está estratificada en «ejecutivos –gestores técnicos–, fabricantes –los que proponen experiencias a los turistas, desde dormir en una chabola a sufrir violencias extremas–, y solidarios, el populacho, los servidores. El conjunto es feliz». En Turistia no existe la política,«eso forma parte del pasado. Todo son decisiones técnicas, un poco lo que ocurre cuando se justifican hoy algunas medidas porque ‘no son ni de izquierda ni de derechas’, sabiendo que todo es política. En definitiva viven con el cerebro lavado, deslumbrado por los neones y los deseos satisfechos». A renglón seguido Burón recuerda lo fácil que es hoy estar en esa situación, «uno llega de trabajar y se pone su serie o a jugar con la play y vive en otra realidad, felizmente evadido».
El escritor ha mantenido algunos ‘símbolos’ de nuestro mundo actual, el del centro comercial más conocido en España, «la iglesia contemporánea que aglutina a la población los domingos»; el fútbol, «que representa lo que es hoy el deporte. Es más fácil gritar ‘cabrón’ a un jugador en el estadio que decírselo a tu jefe a la cara, que es, en realidad, a quien quieres decírselo»; la tecnología, «ahí tengo la huella de la serie ‘Black Mirror’, que critica nuestra relación con las pantallas. Hasta el más pintado tiene móvil aunque carezca de lo fundamental. Por otra parte son muchos los que critican fenómenos como Facebook dentro de esa red social, por ejemplo». Burón se define como un tipo serio que luego tiene su sorna y así le ha salido la novela. «Mucha gente me dice que se ha reído mucho, aunque yo no buscaba esa reacción. Sin embargo, tu manera de ser acaba saliendo en lo que escribes», dice el también autor de ‘Los cuentos de Leo Mares’ y de ‘El abrazo de piedra’.
Aunque había leído a Aldous Huxley y a George Orwell, no es fan de estas ficciones. Si tiene que elegir, se siente más cerca del primero, «también mi sociedad permite la felicidad de la gente, frente a la opresión orwelliana». Le gusta el cuento, escribió muchos, pero en este caso «la historia pedía la novela». Y a pesar de haberse sumergido en esta aventura narrativa cuando el realismo gana enteros entre el público, la pluma se le fue en dirección inversa a sus mimbres como lector. «Leo mucha literatura española contemporánea. Empecé por Muñoz Molina y Vila-Matas.Después me enganché a Chirbes y ahora estoy con Antonio Orejudo y Ricardo Menéndez Salmón, con Jorge Carrión y Vicente Luis Mora».
Construir un mundo, con sus enfermedades y nombres, sus gobiernos y formas de vida, requiere un esfuerzo que los autores suelen rentabilizar con más historias dentro del mismo marco. Burón no lo tiene claro: «Habrá segunda parte, si el público lo pide», sonríe.
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