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Tienen una existencia de leyenda, y están hechos con la materia de los miedos, sueños y esperanzas humanas. Algunos tuvieron una existencia real que las pasiones populares elevaron a la condición de mito, pero la mayoría tienen su asiento en el mundo de la imaginación. ... Del Tragaldabas al Hombre del saco, de la Moura a la Santa Compaña, las tierras de Castilla y León han sido también territorio para realidades misteriosas.
Seres que hoy aparecen retratados y registrados en 'Criaturas míticas de España. Cuaderno de campo' (Edaf), un trabajo de Fermín Valenzuela y Manuel Ángel Cuenca, con ilustraciones de Gloria Cuenca, que recoge más de cuarenta ejemplos, entre los que se cuentan varios en Castilla y León, especialmente en la zona leonesa, que se enclava en una especie de cuadrante mágico del país, el noroeste peninsular, formado por Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco, zonas donde se da una especial concentración de estas 'criaturas' de la imaginación.
«Las leyendas en torno a estos seres servían como advertencia a los niños, para enseñarles prudencia, precaución y el respeto a lo desconocido», explica Fermín Valenzuela. Desde esta visión, tiene su lógica que abunden estos seres misteriosos en zonas especialmente salvajes y boscosas, en las que la climatología es más adversa, y donde la presencia del peligro es más evidente que en un páramo. «En cierto modo estos relatos nos advierten: ojo que, si te descuidas, puede ocurrirte cualquier cosa».
Nada expresa mejor ese temor a la noche y a los caminos solitarios que la Santa Compaña, asentada en la imaginación de las sociedades del noroeste peninsular. Según la leyenda, si vas por la noche por un camino y no tomas las precauciones debidas puedes ser apresado por una maldición que te obligue a guiar a esta compañía de difuntos hasta que otro incauto te sustituya.
El poder arbitrario de la naturaleza se manifiesta en personajes como los 'reñuberos', identificados en León, que se nos presentan como capaces de manejar las nubes y lanzar el pedrisco sobre las cosechas. Los caprichos del cielo, tan destructivos para el agricultor, se personifican en estas figuras misteriosas que las creencias populares creen poder combatir con el tañer sagrado de las campanas de la iglesia más cercana.
Por no hablar de la Guayota, en Teide, que encarna el poder devastador de los volcanes, tan de actualidad. La Guayota es el Señor del Fuego que hay debajo de las tierras, aquel a quien todos temen provocar pues su ira se convierte en lava ardiente.
El miedo a lo desconocido, por un lado, y los peligros de la gula, por otro, se personifican en la figura de Zarrampla, conocido en Valladolid como Tragaldabas, y en otras zonas como Zamparrón. Ese ser que recorre la ciudad habitualmente durante las fiestas 'comiéndose' niños tiene su propia historia. Tragaldabas es un ser incansablemente hambriento que se come todo tipo de seres, animales, niños y adultos, por el puro placer de comer, pero un día cometió el error de querer comerse también una hormiguita que le plantó inesperada resistencia. «Y empezó a picarme tanto que tuve que expulsar a todos los que me había comido. Qué pena, porque estaban muy ricos», explica el propio ser en la recreación literaria que realiza 'Criaturas míticas'.
«En el libro hemos jugado a dos bandas», admite Valenzuela. «Son criaturas míticas, pero hemos querido darles una cierta verosimilitud y realismo haciendo que ellos cuenten su historia».
Otro de esos seres misteriosos es la Moura, localizada también en León. Se trata de un ser mágico, asociado a los ríos y las cuevas, que tiene el poder de hacer rico a aquel con el que se encuentra si pasa la prueba a que es sometido. De algún modo encarna esa fortuna oculta que a veces no somos capaces de identificar y que nos lleva a desaprovechar ocasiones valiosas.
Pero hay más seres mágicos de Castilla y León a la espera de una posible ampliación del libro que acaba de publicarse y en el que no cupieron. «Lo más curioso, tratándose de este tipo de relatos, es que en dos de los casos están especialmente documentados», explica Fermín Valenzuela. Es el caso, por ejemplo, del 'trasgo apedreador', cuya irrupción en Salamanca es mencionada por el escritor del Renacimiento Antonio de Torquemada en uno de sus escritos. Por él conocemos el extraño caso de una casera salmantina que empezó a sufrir en su vivienda todo tipo de sucesos paranormales tales como el derribo y rotura de objetos.
Pero también hay constancia documental del caso de la 'fiera del Espinar', en Segovia, un suceso datado con toda precisión. Los registros cuentan que el 13 de junio de 1847 apareció en el pueblo una criatura irreconocible que causó todo tipo de daños y destrozos. «Creo recordar que el suceso llegó a apuntarse en los libros de la parroquia del pueblo», explica Valenzuela. «Es un caso muy inhabitual, porque no suele haber datos tan precisos en relación con este mundo de las criaturas míticas».
El libro cuenta con prólogo del periodista de lo paranormal Iker Jiménez, que alaba la recuperación de esta parte de nuestro patrimonio cultural. «En esta España de Quijotes y monstruos, de genios y olvidos, de milagros y tragedias, existen personajes que forman un catálogo único en el mundo. Hacer patria es recordarlos, clasificarlos y amarlos en su propia anomalía». Asimismo vincula la existencia de estos seres con el mundo del Mito que «era mucho más verdad que la verdad» porque «enseñaba valores y enigmas clave para la supervivencia».
Por el 'cuaderno de campo' de 'Criaturas míticas' desfilan otros muchos seres misteriosos. Algunos de ellos tienen forma humana, y otros, aspecto puramente animal, aunque los más abundantes son los seres mixtos. A ellos hay que añadir los seres inclasificables, entre los que aparece el célebre 'gamusino', del que nada se sabe en realidad, y los incorpóreos: almas, espíritus y demonios, que pese a su naturaleza espiritual pueden adoptar a veces formas humanas. El repertorio es prolijo y variado.
Alguno de ellos como el Cuélebre, con forma de dragón y muy popular en la cordillera cantábrica, fue popularizado hace años por una canción de Víctor Manuel. Y el Basajaun, el protector Señor del Bosque de las Vascongadas y Santander, se dio a conocer fuera de esa zona gracias a la novela de Dolores Redondo 'El guardián invisible', posteriormente llevada al cine. Por no hablar del Lobisome, el famoso hombre lobo, recreado por José Luis López Vázquez en la película de Pedro Olea 'El bosque del lobo', triunfadora en la Seminci.
Otros personajes, como el Butoni valenciano, el Coco, o El Hombre del Saco responden a un mismo patrón: despertar los temores de los niños para 'animarlos' a que se porten bien.
Los seres mágicos 'explican' también otro tipo de realidades humanas. Así, los 'nitus' (Cataluña) son los culpables de la pérdida de memoria y la somnolencia; el hada Freba, de Asturias, te deja embobado y como ausente; mientras que la Guaxa, una especie de vampira de la misma región, es la culpable de los episodios de debilidad extrema que a veces padecen los niños. Pero también sus episodios de risa inesperada tienen una explicación mágica. Que nadie lo dude, allí donde un niño muy pequeño empieza a reír de repente, y sin causa aparente, hay un 'ratón colorao' cerca.
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