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No se recuerda una Semana Santa con las calles de Jerusalén vacías. La vigilancia militar sobre la puerta de Damasco, que ha garantizado durante medio siglo el trasiego de peregrinos hacia el Santo Sepulcro, carece de sentido frente al nuevo y ... universal adversario. Soldados israelíes y panaderos palestinos son los únicos que se mueven por el barrio árabe del corazón de Israel y de Palestina. Primera respuesta unívoca de dos pueblos eternamente enfrentados por la misma tierra.
Enclave santo de tres religiones, tierra prometida para los judíos, territorio arrebatado para los palestinos, recibe cada año cuatro millones de visitantes. Ni los incómodos registros en el aeropuerto Ben Gurion, ni la tensa convivencia con el Ejército en la calle, ni los constantes controles en la carretera restan entusiasmo al turismo religioso y político. Mientras la franja de Gaza se consume en su aislamiento, Tel Aviv anuncia regularmente los estudios, hallazgos científicos y startups más pintorescos.
Los jóvenes israelíes y palestinos están contando su realidad en un interesante cine. A la crudeza de Amos Gitai le han seguido títulos menos maniqueos como 'Foxtrot', de Samuel Maoz, o 'Los informes sobre Sarah y Saleem', de Alayan.
En la literatura hay dos nombres señeros de la primera generación del Israel moderno; el hebreo Amos Oz y el árabe Mahmud Darwix. Ocupación, kibutz, asentamiento, intifada, conversaciones de paz, reasentamiento, muro, son palabras que han marcado sus vidas, pero a diferencia de otros escritores, sobre todo judíos, siempre han tenido la seguridad de su lengua y la relación directa con su tierra.
De esa certeza carecieron algunos de sus mayores como el askenazí Aharon Appelfeld. «Mi lengua materna era el alemán, la lengua de los asesinos de mi madre. ¿Cómo volver a hablar en esa lengua impregnada de sangre judía?», escribe en 'Historia de una vida' (Península).
Común a todos ellos es la necesidad de culminar su obra literaria con un libro memorialístico. 'Una historia de amor y oscuridad' (Siruela) es el monumental lazo del profesor Oz mientras que el Darwix poeta eligió una concisa prosa lírica para su libro 'En presencia de la ausencia' (Pre-Textos).
Amos Oz declinó los guiños de la política y su trinchera estuvo en los periódicos. Quien decidió tempranamente dejar la casa familiar por el kibutz, quien se ganó el derecho al trabajo intelectual tras sudar el jornal en el campo y quien se independizó de la comuna sionista desencantado por la falta de libertad denunció el fanatismo sionista, el colonialismo europeo y la peligrosa mezcla de política y religión. El periodismo o el ensayo sirven para contar esto, no así la literatura, dirá Oz. «La literatura es prima hermana del chismorreo, de la avidez humana por saber qué ocurre tras las persianas cerradas de los demás, cuales son sus secretos», escribe en '¿De qué está hecha una manzana?' (Siruela). Con el ruido de la violencia circundante de bajo continuo, Oz publicó quince novelas con su país de fondo. «Escribir es como conducir todo el rato con un pie en el acelerador y otro en el freno. El pie del acelerador está hecho de ingenuidad, de entusiasmo, de placer por la escritura. El del freno está hecho de autoconciencia y autocrítica», sentenció.
Expulsados del Edén
Si Oz representa el triunfo del repoblador, Darwix, la derrota del exiliado. Para el poeta nacional palestino su tierra es el Edén perdido, del que fue expulsado al ocupar los judíos su pueblo y al que vuelve siendo un ausente, un sin papeles, un fantasma desarraigado al que le han borrado la identidad porque «el que nació en un lugar inexistente, no existe». Darwix entró en política pronto desde el partido comunista a la OLP de Arafat, donde fue una suerte de ministro de cultura hasta su dimisión tras los Acuerdos de Paz de Oslo. «¿Somos lo que hacemos con el tiempo o lo que el tiempo hace con nosotros?», se pregunta.
Palestino refugiado en Líbano, en París, Túnez, Amman para volver a Ramala, Mahmud Darwix apunta: «El exilio es un ejercicio de reflexión sobre lo que no tienes, estupor por por no tenerlo».
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