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Los ojos infantiles de Lidia García (Montealegre del Castillo, Albacete, 1989)seguían enloquecidos las coreografías de las Spice Girls («so tell me what you want, what you really, really want») mientras su madre Maruja, de fondo, cantaba una jota de la zarzuela 'Gigantes y cabezudos':«Si las mujeres mandasen, en vez de mandar los hombres, serían balsas de aceite los pueblos y las naciones». La banda sonora de su hogar no eran las modernas canciones de la tele, sino un colchón musical de coplas y cuplés al que entonces no le prestaba mucho atención.Hasta que un día, dice, aquella letra de una jota escrita en 1898 le comenzó a hablar directamente a ella. «Me pareció alucinante que hace tanto tiempo, aunque fuera entre bromas, de forma ambigua, se hablara de la posibilidad de que las mujeres tuvieran poder». Era, cuenta, un mundo al revés que, al caer el telón, volvía al patriarcado. «Pero, a menudo –escribe– eso que tanto empeño se pone en caricaturizar, en reducir al absurdo, es justamente a lo que más temor se tiene».
Y empezó entonces a escuchar con atención todas aquellas canciones que son «como la banda sonora del barrer y del fregar, la melodía del remiendo, el puchero y la poda». Tonadas que se convirtieron a la vez en «lamento colectivo y forzosa tirada hacia delante». Artefactos sonoros de «un pasado no tan lejano y que dicen mucho de nosotros mismos».
Durante las largas horas del confinamiento, Lidia le puso voz a su pasión por la copla en '¡Ay, campaneras!', un podcast grabado desde casa para «defender la alegría» en unos momentos tan duros, y que ahora salta de los auriculares al papel en un ensayo publicado por Plan B.
«Esto no es una historia de la copla», cuenta Lidia, pero sí que es un repaso a las principales canciones del género. Cómo y por qué se compusieron. Qué mensajes lanzaron en su día. Y cómo ofrecen lecturas que ayudaron a tantas personas a sentirse acompañadas, identificadas, comprendidas. «Fueron refugio, un modo de supervivencia, una manera de contar cosas que no se podían decir de otra manera».«No es un libro nostálgico, no es una época que se eche de menos. Pero sí que es importante conocer todo aquello que forma parte de nuestra cultura popular».
Lo explica en un estilo desenfadado que no escapa del rigor investigador. «Mientras brego con mi tesis doctoral (sobre estética 'camp' y cultura popular española), busco en toda la bibliografía existente, que es bastante, y en la prensa de la época. Esto es algo que me apasiona. Ver qué decían los periódicos al día siguiente, por ejemplo, del estreno de una canción de Raquel Meller. Me interesa mucho la composición, en qué circunstancias se cantaron, pero también cómo se recibieron y cómo la gente hacía suyas estas canciones».
Canciones que, como recuerda en los capítulos de su libro, hablaban de poderío femenino, de amores románticos y arquetípicos (desde la solterona que cuenta su historia hasta las diferencias sociales de la pareja), de erotismo, de representación LGTBI(«canciones que a principios del siglo XXhablaban de homosexualidad»)o sobre la idea de España. «Asomarse al pozo de pesares de la copla es asomarse a unas aguas turbias que reflejan una realidad y a la vez la alientan», cuenta en su ensayo. Porque estas canciones (de relaciones a veces dependientes, celosas, destructivas)pueden ser «transmisoras de los valores patriarcales más adocenadores». Pero, defiende Lidia García, al cantarlas, es además un modo de hacer suya esa denuncia, de gritar «mirad lo que nos pasa», de compartir pesares y criticar una situación.
«La copla era también un repertorio de estrategias femeninas para sobrevivir:al patriarcado, a la pobreza, a la vida», expone la autora de ¡Ay, campaneras! El título, claro, remite a esa canción de la que Lidia extrae un claro mensaje. «De la 'Campanera' no sabemos su nombre, pero sí que sabemos que cuando la criticaban (porque se veía con un 'perseguío'), ella alzaba la frente y echaba a cantar». Y ahora, cuando alguien recuerda esta canción, se pone del lado de esa mujer y le dice:'Tú eres la mejor de las mujeres'». «Amantes, madres solteras, prostitutas,... las protagonistas de la copla son muchas veces mujeres escoradas que nos cantan, que nos gritan, desde los márgenes».
Ahí está esa soltería vivida como un drama ('A la lima y al limón', 'Picadita de viruela', 'Soltera yo me quedo'). Las madres solteras ( 'Y sin embargo te quiero').La historia de la amante, la mantenida... la otra ('La zarzamora'). «Había un vacío legal y social para la amante del hombre casado, pero ocupaba un lugar en la copla».
«Es una canción que habla de la soltería. Pero cuando la cantaba él, un hombre, desplegaba una visibilidad poco usual en la época. A través del humor, entre líneas, contaba sus razones para no tener novia».
«Me gusta mucho la versión que, ya en los 80, hacía de este cuplé. La gente se volvía loca con esta canción. Se estrenó en Alemania y luego se tradujo al español, con esa puesta en escena del camisón».
«Tiene algo muy frecuente en la copla, que es la mujer criticada, señalada. Muchas mujeres de la época se podían ver reflejadas. Ytengo el recuerdo de mi abuelo cantando esta canción en el campo».
«El franquismo intentó apropiárselo. Pero el repertorio estaba abierto a dobles interpretaciones que a menudo ocultaban mensajes que contravenían la doctrina nacionalcatólica a la que parecían avenirse», cuenta Lidia. Y como ejemplo pone esos dobles sentidos homosexuales cuando Miguel de Molina cantaba canciones como 'Compuesto y sin novia':«¿Por qué no te casas, niño?, dicen por los callejones. Yo estoy compuesto y sin novia porque tengo mis razones».
Ydestaca además la figura de esas folclóricas, con su «constelación fascinante de pendientazos, laca y poderío» que durante tantos años fueron habituales en la tele y las revistas del corazón. «La folclórica es una figura ambigua, llena de luces y sombras», porque perpetúan unos roles tradicionales pero, al tiempo, lanzaban mensajes de modernidad y poderío. «Rocío Jurado, por ejemplo, hablaba abiertamente de feminismo, cuando no era lo habitual».
«Es una época que no es la mía, pero que me interesa mucho. Y me gusta especialmente cuando veo que el libro llega tanto a mis amigas como a sus abuelas», concluye Lidia García, quien subraya, entre todas las historias, la de la zarzuela 'La gran vía'. Compuesta en 1886, el filósofo Friedrich Nietzsche la escuchó en Turín:«Es lo más fuerte que he oído y visto, incluso como música, genial, imposible de clasificar», dijo sobre esta historia que ensalzaba a unos ladronzuelos.
La Otra Librería Café (en la calle Juan Mambrilla) acoge este miércoles 16 de febrero, a las 19:00 horas, la presentación del libro.
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