Los primeros en llevar bolso y bragas fueron los hombres. Hay que esperar hasta el siglo XX para constatar que el accesorio y la prenda pasaban a ser de uso mayoritariamente femenino. El sujetador es un invento reciente, de apenas cien años, sofisticación de las ... vendas que lucen las deportistas romanas recreadas en los mosaicos de Villa Casale. Y la transición política española tiene su expresión estética en la democratización de la moda, liderada por la marca de Amancio Ortega. Son apuntes que cuenta Ana Velasco Molpeceres en su libro 'Ropa vieja. Historia de las prendas que vestimos' (editorial Catarata).
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La profesora de la Universidad Complutense tiene una sección en el programa 'El gallo que no cesa', de RNE, en la que cuenta la historia de las prendas. Tras dos años de cita semanal, el material se ha engarzado en este segundo libro de la vallisoletana que publicó en 2021 'Historia de la moda en España. De la mantilla al bikini'.
La moda habla de la sociedad que la crea y la luce, desvela aspectos económicos, estéticos, sociológicos, morales. De esta certeza parte Ana Velasco que divide su recorrido en ropa interior y exterior, «sigo las prendas en el orden que se ponen y termino como si llegara a la noche, con los trajes de dormir».
El viaje en el tiempo ha ido sintetizando el número de capas e igualando a ambos sexos. «Un 90% de las prendas que usamos hoy son casi indistintas para hombre y mujer», apunta Velasco. Hasta los atributos de la modernidad, tatuajes y perforaciones, son primitivas señas de identidad del esclavo, de algún tratamiento médico, del oficio del mar o «la marca en los campos de concentración nazis. Tatuar a un judío implicaba modificar su cuerpo con lo que ya no podía ser enterrado según su tradición».
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La ropa interior surge de la necesidad «higiénica» (de ahí ropa blanca) y moral «qué mostrar y qué ocultar». Una tela enrollada en la cintura, el más arcaico taparrabos, es la primera solución que desde la momia de Ötzi se procuró el ser humano. Las primeras bragas son masculinas y externas hasta el XIV. Ellas usaron camisas debajo de la ropa, faldillas o bragas sin perneras, luego enaguas y pololos. «El taparrabos, luego tanga, será la prenda mínima en los espectáculos del XIX. La frontera de lo que se tapa y se enseña. Por ejemplo las rarezas; la mujer barbuda, la tatuada, la fortachona, el domador, el acróbata lo usaban». Ese mínimo exigido por la moralidad cambiará «en los años treinta con el Código Hays, en Estados Unidos. Siempre se juega con la ilusión de quien mira. En Brasil no dejan hacer nudismo y los bikinis son unas tiras que apenas tapan. Hoy en día en Instagram no se pueden mostrar pechos pero sí culos. Esas decisiones se basan en lo mismo».
El sujetador, prendas cercanas en el tiempo, «desde la Primera Guerra Mundial», tiene una vertiginosa evolución llena de patentes. «No es el heredero del corsé. Los dos sirven para colocar el pecho pero el origen es distinto. El corsé se usa desde el XIV al XIX por las clases altas, es decir una minoría. Y no era tan apretado como sugiere la famosa escena de Escarlata O'Hara. Era una prenda que sujetaba la figura, ayudaba a mantener al compostura. También el hombre llevó ropa armada con ballenas», explica Velasco. El sujetador en cambio tiene antecedentes en Roma y Grecia «luego se pierde hasta el siglo XX. Es una prenda contemporánea. Por un lado, los médicos mostraron sus reticencias al corsé en casos de embarazo, de compresión fuerte de órganos y dolencias de columna. Por otro, el metal se derivó al completo a la industria armamentística en la I Guerra Mundial, así que se perdió la producción de corsés».
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El sostén variará según las modas. En los años cincuenta se llevaron los puntiagudos como muestran las 'sweater girls' (por ejemplo Marilyn Monroe). Las referencias cinematográficas son profusas en el relato de Ana Velasco quien también se apoya en la pintura, «aunque los retratos no muestran la indumentaria común, sino la extraordinaria. El textil es un material que se conserva mal así que no hay muchas prendas antiguas. Durante mucho tiempo fue muy caro, tanto que se heredaban las telas. La ropa de casa y los ajuares aparecen en los testamentos».
Jubones, camisas, vestidos 'a la francesa' –de una pieza para estar en casa– van cambiando hasta que se acerca a la manera de vestir actual tras la Revolución Industrial. La corbata, hermana pequeña de pañuelos y chorreras, terminó por caracterizar al hombre con traje. «Tal y como las conocemos hoy comienzan a usarse a finales del XIX, aunque ya en Roma las clases bajas lucían una soga al cuello. No creo que dure, va desapareciendo». Los bolsos fueron masculinos, «ellos llevaban bolsitas para las monedas y luego maletín para trabajos como el del médico o el escribano. Cuando ellas se incorporan al mundo laboral, en el siglo XX, comienzan a usar bolso. Hoy los raperos llevan riñoneras y bandoleras de las mismas marcas de lujo que las primeras maletas». Entre los augurios de Velasco, la agonía de la pasión tatuadora, «hay modas muy efímeras».
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