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Soledad Puértolas acercó este martes a la librería El Rincón de Morla, en Valladolid, su último trabajo literario. La autora presentó 'La novela olvidada ... en la casa del ingeniero' (editada por Anagrama), una historia sobre el regreso al pasado narrada desde la naturalidad y la franqueza, y que se reconcilia con un antiguo texto personal, escrito hace tres décadas, incorporándolo al hallazgo de un autor de libros juveniles en un doble fluir narrativo.
«Fue una novela que mi marido encontró en el desván de mi casa, en un proceso con ciertas similitudes a lo que cuento en este libro», anticipa Puértolas. «Yo sabía que tenía una novela en aquel viejo ordenador, que deseché hace más de treinta años y que en su momento no había cuajado». Si entonces Puértolas no se vio capaz de incorporarle ese último remate, hace dos veranos en Galicia resolvió afrontarla y lo vio todo más claro: «Comprendí que había pasado el tiempo y de repente, al mirarla con otros ojos, todo encajaba, me encontré con las ganas para reescribirla y darle el toque final».
La novela dentro de esta novela, escrita por una misteriosa «Laura», narra la historia de una familia a través de los ojos de Leonor, una niña que crece y despierta al mundo mientras su tía, de idéntico nombre a ella, trata de resolver los enigmas que se esconden tras una herencia hurtada a la familia y un fallecimiento posterior. El amor y la muerte son fenómenos vitales que aparecen ante los ojos de Leonor (sobrina), que ata cabos junto a su tía de los misterios del pasado sobre su familia mientras madura al mundo adulto.
Además de esta historia, en ella interviene Mauricio, aquel escritor de novelas juveniles que alcanza a leer este manuscrito, lo lee y modifica hasta hacerlo publicable: «En Mauricio y la literatura que él escribe hay una conexión ante la fuerza vital de la juventud fresca que desprende la voz de la novela que ha llegado a sus manos», explica la autora real, quien desdeñó integrarse a sí misma como descubridora o, más retorcido aún, en una capa superior como narradora-creadora: «No me he visto tentada de incorporar a un personaje llamado Soledad Puértolas en ningún momento», rechaza. «Decidí, en su lugar, crear un personaje interpuesto, me desentendí de mi propia novela y la dejé en manos de él: comprendí que salía una magia de forma muy natural, y para mí, como espectadora que lo ve todo desde la barrera, ha sido muy divertido».
Sin barroquismos, sin juegos extraliterarios ni metanarrativos, ni siquiera sin profundizar en distintos idiolectos o jugando con distintas tipografías, Puértolas construye una obra que antepone «la literatura con naturalidad antes que los malabarismos».
«Me horrorizan los caminos sofisticados que fuerzan la narración; prefiero que fluyan las cosas», asevera. «Un lector normal aceptará la realidad que se le ofrece, de manera instintiva, sin preguntarse demasiado cuánto ha reescrito el personaje de Mauricio o cuánto es real; de la misma manera que cuando escuchamos una sinfonía aceptamos que el intérprete ponga mucho de su parte, pero la magia fluye así».
En la historia nuclear se habla de los silencios de la generación de Puértolas, con un levísimo eco de la Guerra Civil pero más centrado en las historias personales que en reflexiones políticas o simbólicas: «Escribo sobre lo que he percibido en mi pasado inmediato: casos sórdidos, tristes y oscuros que nos ha tocado vivir a mi generación, hemos vivido una infancia silenciosa, atando cabos, como en una bruma a veces fantasmagórica», describe.
Afirma escribir en lo personal, pero son muchas personas quienes la leen y se sienten identificadas en lo personal con ella: «Es una gran recompensa cuando una muestra el pasado que ha vivido porque demuestra que es importante que la gente sea fiel y leal a su memorial». Sin esa honestidad, Puértolas no concibe la literatura misma: «En lo personal está la historia, y al enfrentarnos a ella con cierta valentía está también la literatura», sostiene. «Una novela es buena cuando está bien escrita, pero también cuando es personal, cuando se nota franqueza en la mirada y en la manera que se tiene de transmitir y expresar las cosas».
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