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El camarada Vyshinski, que dirige el interrogatorio, pregunta al conde Rostov a qué dedica su tiempo. Él contesta: «A cenar, conversar, leer, reflexionar, los líos habituales». Corría 1922, el aristócrata llevaba confinado en el Hotel Metropol desde 1918 y aún le quedaban varios ... años de encierro. Es una ficción muy verosímil que cuenta Amor Towles en su exitosa novela 'Un caballero en Moscú' (Salamandra). El personaje es tan fascinante que Kenneth Branagh se lanzó a producir y protagonizar una serie televisiva en cuanto lo leyó.
Aleksandr Ilich Rostov sostiene bien las quinientas páginas de esta segunda novela de Towles. Es un interesante caballero lleno de misterios, recovecos, historias que observa la transformación de su patria y su mundo con estoico humor. La dignidad y la humanidad presiden su existencia en unas aparentes horas bajas. Rostov guarda muchas lecciones para el lector, máxime si, como él, vive en un confinamiento forzoso.
El Metropol no es una cárcel cualquiera, es un hotel modernista, entre la moscovita plaza del Teatro y la del Kremlin. Inaugurado a comienzos del siglo XX, rehabilitado el balneario que le precedió, ninguna de sus 400 habitaciones eran iguales. Rostov ocupaba una lujosa suite hasta que el camarada del interrogatorio le reprocha un poema que el acusado justifica con que «exigía ser escrito». Esa demanda le cuesta volver a su encierro en el hotel, pero ya a la suite sino en las buhardillas de mayordomos y doncellas. La renuncia a sus enseres -salva los libros, Montaigne a la cabeza- no resta prestancia a sus modales y un camarada de alto rango le pide su ayuda para que le 'eduque' paladar y maneras acordes a su nueva posición. El hotel es un micromundo, eco de la historia de su país.
Cualquier viaje a Rusia pasa por la capital imperial, San Petersburgo, y la política, Moscú. Pero pocos, Robert Kaplan entre ellos, se adentran en Tartaria, tierra de hielos y rigores. En su capital nació Guzel Yájina (Kazán, 1977) y en aquellos lares discurre 'Zuleijá abre los ojos' (Acantilado). Comienza en una aldea en los años 30 a la que llegan rezagados los soldados rojos para colectivizar los bienes de sus habitantes musulmanes. Zuleijá es una joven casada con un campesino 30 años mayor, Murtazá. Con la llegada del batallón todo cambia. Los supervivientes son trasladados a cientos de kilómetros, a roturar una nueva zona donde comienzan desde cero y donde son reos sin más cerca que la hostilidad del medio. La lucha por la vida y la de su hijo en unas condiciones extremas, su astucia para sobrevivir entre fieras humanas y su relación con el comandante Ignatov concentran el hipnótico relato de Zuleijá. El absurdo proyecto político en medio de la nada, la manipulación de quienes debían ejecutarlo y la ambición de poder ocurre lejos del asentamiento, en Kazán, pero acaba determinando la historia.
Marina Tsvetáieva y Anna Ajmátova son las dos grandes poetas rusas que desangraron su tragedia personal en versos. Galaxia Gutenberg publicó recientemente 'El canto y la ceniza', antología a cargo de Monika Zgustova y Olvido García Valdés. La primera fue deportada a un pueblo tártaro con su hijo, donde se suicidó, mientras la segunda vivió su exilio interior tras el fusilamiento de su primer marido y el destierro de su hijo. En San Petersburgo está el museo que recuerda su vida y su obra.
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