Enrique Andrés Ruiz, escritor
«Estamos saturados de lenguaje informativo y de personajes políticos»El poeta y crítico soriano presenta este martes 'Las señoritas', una novela sobre los deseos, en la librería vallisoletana El rincón de Morla
Escribe fuera del tiempo en el que vive, pero no puede evitar que sus coetáneos tasen el resultado como fruto de la coyuntura. Enrique Andrés ... Ruiz (Soria, 1961) debutó en el sello Periférica en 2021 con 'Los montes antiguos', una novela que llevaba una década en maceración tras una primera edición en 2011. Sin embargo, el libro se etiquetó dentro de la respuesta literaria a la 'España vaciada' (término deudor del ensayo de Del Molino de 2016) . Por eso con 'Las señoritas', su siguiente novela, no le extrañaría que «se relacione con el cliché de la liberación de la mujer, de la opresión franquista. No hace falta negarlo, pero esa reducción es propia del lenguaje informativo». Sus 'señoritas' no son «seres sociales». Ruiz anhela un lenguaje que refleje su intimidad, su subjetividad.De ello hablará con los lectores de Valladolid el próximo martes en El rincón de Morla (calle 20 de febrero, 7) a las 19:30 h.
«Las señoritas son unas mujeres que viven durante el franquismo, son amigas, hermanas, primas. Las condiciones sociales son un telón de fondo. Me interesa la vida de esas mujeres e intento hacerlas vivir como criaturas reales para el lector», explica.
Son hijas de la burguesía provinciana que estudian en Madrid. Están preparadas para lo mejor aunque algunas acaben en brazos de canallas. «Todas tienen grandes ilusiones y la novela cuenta el proceso de cómo son defraudadas, como todos los mortales, por otra parte. Todas las vidas humanas, decía Jiménez Lozano, son vidas truncadas lo cual no impide que el corazón tenga deseo de plenitud. Ellas las tienen. Se puede decir que es una novela sobre los deseos».
Sus deseos «son corrientes, no hay una peripecia épica o una trama excepcional. Vivimos historias creíbles, corrientes, vulgares, pero para quien las vive son las únicas existencias conocidas. Esos deseos que afectan a la faceta amorosa, a la familiar, social, se basan en recuerdos de un pasado permanentemente recreado por la imaginación, por eso parece más feliz. Los deseos de las señoritas están hechos de esos elementos».
Crítico de arte y ensayista, Enrique Andrés Ruiz afronta la escritura literaria con una idea del lenguaje «no como simple vehículo de información, sino algo más cercano a la poesía. Aspira a ser envolvente, a presentar al lector aspectos sensoriales –olores, tactos, colores–, de tal manera que las criaturas de las que hablo vuelvan a revivir en la imaginación del lector. Esto se corresponde con la idea de que los personajes no sean reducidos a su condición social y política, algo común hoy. Mis señoritas tienen intimidad, no están aquí como ciudadanas, sino que busco el fragmento inaccesible incluso para la literatura, para la visión del ojo».
Sobre la visión habla un personaje de profesión óptico, con su metafórica evocación, como aquel pulidor de lentes, Baruch Spinoza. «La condición de las personas no es reducible a su naturaleza política. En este momentos estamos saturados de lenguaje informativo que se corresponde con esa idea».
Necesidad de contar
El tiempo de los armarios con espejos de luna, de estudios universitarios de mujeres que nunca ejercerían, de los moños cogidos con pinza de carey, es el de estas señoritas cuyos hijos protagonizan la Transición. De vez en cuando, Ruiz se asoma al mundo de Dedi, de Charo, de Mercedes, de Mila, y entra como narrador sentencioso. «Hay seres únicos: su reino no es de este mundo ni de ningún otro. Expresan la resistencia de la vida individual a las leyes de la naturaleza, una loca desobediencia a la verdad de lo que fluye, de los que se transforma y desaparece», escribe en 'Las señoritas'.
«De vez en cuando aparece el autor, haciendo un guiño. Es como si mirara a cámara. No descubro nada, narradores como Sebald o el propio Hemingway, colmo de la objetividad, entran como una primera persona del singular. La literatura moderna tiene mucho de experiencia del propio autor», aclara el poeta de 'Los verdaderos domingos de la vida' (Pre-Textos).
Su condición de escritor cursa por el impulso más que por la dedicación sistemática. «Soy caótico para todo. Tengo que sentir la verdadera necesidad de escribir, de contar, para elaborarlo imaginariamente. Sin esa pulsión me resulta muy difícil. A veces tienes ganas de escribir pero no sabes qué. Hasta que no acude la imagen, la reflexión, la idea que te empuja, yo soy incapaz», reconoce. «Si las cosas están por ser escritas, se escriben en las trincheras, como Wittgenstein en la Primera Guerra Mundial».
Anda «acuñando materiales para otro libro. Estoy en el periodo desordenado de la acumulación. Ya veremos hasta donde llega la poda y recorte. Pero sí, en el telar hay cosas nuevas».
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