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El éxito de ventas de su novela 'Los asquerosos' se materializa en los pantalones que lucía ayer. Santiago Lorenzo vive en un pueblo segoviano de 16 habitantes, de los cuales una ha leído su obra. Allí le llegan las maquetas que compra ... por Internet y, como su tiempo no es el de este mundo, puede tardar ocho meses en abrirlos. Allí dice no enterarse del éxito de ventas de su entrega a Blackie Books. «No sé qué hacer con ello y no me importa», dice con despreocupada confianza porque «prefiero vivir a gusto a escribir la mejor novela posible», en la creencia de que la franqueza le exime del reparto en la gran comedia del mundo. Pero la desnudez es también un personaje.
Lorenzo que amaneció al cine en Valladolid y compraba piezas en Plásticos Santos, descubrió Madrid y no imaginó mejor destino en su treintena. Con 47 años dejó la urbe, «no es una heroicidad irse a un pueblo sino el hecho de mudarse», y el cine, y comenzó a escribir. Ha sido su tercera novela la que le ha zarandeado la existencia hasta el punto de asumir la gran inversión en pantalones.
Manuel, el protagonista, se refugia en un casa abandonada tras cometer un supuesto delito en Madrid. Los dramáticos hechos cobran tintes berlanguianos. «La novela es de quien la lee y mucha gente encuentra la vena cómica a pesar de que pueda ser un drama. A mí me hace reír el cine de Abrahams y Zucker, los de 'Aterriza como puedas', o Galdós. Me río con cosas sin gracia. Momentos en los que lo pasé fatal me provocan la carcajada, quizá por eso vivo solo», explica.
La evolución de Manuel en su soledad, la adecuación a una «austeridad elegida», la confrontación con un mundo en el que nada dejó, constituyen el centro de esta novela que ha vendido 50.000 ejemplares y ha recibido algunas distinciones. «Estoy en el primer año de recorrido de la novela, cuando todavía considero que escribí 'una basura'. Creo que eso se pasa», dice disculpándose por no tener nada nuevo en cartera. Quien fuera director de cine antes que escritor, nada quiere saber del séptimo arte. Sigue en la palabra.
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