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Asegura escribir siempre libros de viajes, ya sean poesía ('Entre trenes') o cuentos. La escritora Mar Sancho presenta esta tarde 'La insensata vida de los santos' (Eolas) una colección de cuentos que transcurren en ciudades y pueblos con nombre de santos. La cita es ... este miércoles a las 19:00h en el Patio de los Novicios del Museo Herreriano y estará acompañada por Gustavo Martín Garzo.
«Es el primer libro de cuentos en el que hay un hilo conductor, esos lugares con nombres de santos, que hay muchos. En varios de ellos he vivido experiencias significativas, en otros inventadas, traslado a Tchaikovsky a Quebec, por ejemplo», explica la escritora vallisoletana. «Y el otro enlace entre ellos es no tanto la santidad de los personajes como su insensatez en su afán por contagiar lo bueno, su necesidad vital de hacer lo no predecible. Provocar lo impredecible es para mí esa insensatez que me gusta como lectora. El escritor escribe los libros que quisiera leer y me gustan esos personajes que hacen lo que no deben hacer, aunque eso les lleve a la santidad, los que toman otras derivadas, los caminos no necesarios».
Diletantes, disfrutadores del arte, gentes sin prisa, que se alejan de las coordenadas domésticas se suceden de San Diego a Saint-Malo, por San Francisco, Saint Albans o San Sebastián. «El libre albedrío puede administrarse de forma natural, radical, dejándose ir hacia dentro o hacia fuera con los peligros que conlleva. También puede transcurrir en la literatura, que nos permite que suceda lo que queremos, eso lo hace todo más fácil». Sancho comenzó a escribir como es su costumbre, «a partir de apuntes de la realidad, es esa escritura viajera y recolectora que suele ser al mía». Pero llegó el confinamiento y cuando las «anécdotas y recuerdos se agotaban» por primera vez usó «la imaginación, y la prosa se hizo un poco más filosófica». No distingue entre poesía y prosa pues la primera acaba tomando la segunda en su caso. «La tarea más divertida del escritor es distorsionar la realidad con un tamiz, reformularla, tomarla a su gusto». En uno de sus cuentos se lee: «la casa de Saint Julien era una caja de silencio en medio del mundo». La literatura es para Mar esa caja, «aunque luego me guste contrastarla con el bullicio de la vida».
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