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Ha inaugurado una segunda vuelta en su vida. Mar Sancho presenta este jueves un poemario con el que retoma su relación con la literatura tras una legislatura como directora de Políticas Culturales. Esa relación mana de la poesía –hace 20 años publicó 'Lisbon visited'– y en ella fluye de nuevo con 'Entre trenes' (Eolas). La escritora estará acompañada por Gustavo Martín Garzo y Rafael Vega en el Patio Herreriano.
Cinco viajes estructuran el poemario que tiene el traqueteo del tren como música de fondo. «Es un medio de transporte muy literario, por lo decimonónico. A mi me resulta un lugar magnífico para leer y escribir, también el avión. Es más casi este último es mejor para escribir, quizá porque el oxígeno está enrarecido, sobre todo poesía. Te permite elucubrar, volver a los sentimientos sin traducción», dice. Por eso siempre lleva una libreta encima, pequeña «tiene que caber en cualquier sitio».
'Entre trenes' recoge «trayectos vividos»; los dos primeros hace tiempo que están escritos y los otros, recientes, incluso el último, transitado a finales del verano pasado. El viaje comienza en Estados Unidos, en el veloz tren Amrak Cascades, continúa a bordo del Transiberiano, después por los campos de té indios de Darjeeling, salta el Atlántico para subir al lector en el carguero Salta-Socompa (conexión andina entre Argentina y Chile) y termina en la línea Denali Star de Alaska. «No es un libro de viajes, los poemas forman una narración a través de estaciones, con el horario de los trenes. Es un pretexto para contar impresiones, paisajes, lo que sucede dentro y fuera del vagón», explica Mar.
Elige la primera persona de «la viajera, la que mira por la ventanilla, la que se ve reflejada en las vidas de los pasajeros que suben y bajan. Me obsesiona la idea de la literatura como forma de vivir otras vidas prestadas, procuradas por lo que te cuentan. Acabas reflejado en lo vivido por los otros, como en la lectura, haces propio lo ajeno».
Por otra parte «son viajes sin destino, no pretendo llegar a ningún sitio. El tren es la peripecia, nadie quiere llegar a Vladivostok. Lo relevante es el tránsito, lo que percibo de él».
Un matrimonio de 173 millas
El humor con un punto surrealista acompaña los dos primeros trayectos. Sancho se casa con un revisor y el matrimonio dura 173 millas, colecciona catenarias, la megafonía anuncia la presencia de orcas sobre la vía o da cuenta de una niña enamorada de «la momia ambarina de Lenin». De las lluvias de Vancouver a la cellisca siberiana, Gorki la acompaña. Tagore cogió el mismo tren en el que se sube la vallisoletana, «que atraviesa mercados y se puede tocar la mercancía desde la ventanilla».
Su viaje más «intenso» fue el de Salta. «En esa zona hay un tren turístico, el de las nubes, pero siempre huí de los turístico y preferí los viajes extravagantes. Cogí el carguero de Salta con una amiga, es un tren que transporta minerales, para que los recojan en Chile y les lleven a los puertos. No tiene destino y pasas varios días en un solo vagón para pasajeros. Allí subían y bajaban indígenas y todo lo que ocurría parecía de realismo mágico. atravesamos un campo de azufre humeante, había flamencos en mitad de los Andes. No son metáforas, es de verdad». Y de América del Sur a Alaska, a tierras de hielo, glaciares y icebergs. Mar Sancho no tiene poetas de cabecera. «Han ido cambiando a lo largo de la vida, y mi lectura de ellos también. Ahora me acompaña Rilke». En esta segunda vuelta, ha comenzado por la poesía y repetirá el orden de la primera. «Ya estoy con una colección de relatos». Lo siguiente, una novela.
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