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Mario Moreno sumerge dos hojas en una solución para restituir las pérdidas de papel. Rodrigo Jiménez

Valladolid

La sala de curas de Chancillería atiende a 6.000 hojas cada año

Dos restauradores trabajan en el Archivo estatal con sede en Valladolid que guarda 17 kilómetros de documentación desde finales del XVI

Victoria M. Niño

Valladolid

Lunes, 19 de agosto 2024, 09:51

Agosto es un buen mes para trabajar en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Es cuando más investigadores lo visitan. El resto del año es frecuentado por genealogistas, aquellos que buscan linajes y trasiegos herenciales en una colección de pleitos que abarca desde ... finales del XVIhasta hoy. 17 kilómetros de papel y pergamino guardan la memoria de escribanos e hidalgos, custodiados en seis plantas. Conservar y divulgar son los cometidos de este archivo estatal cuya bodega alberga la sala de curas de los documentos. Allí trabajan dos restauradores que frenan el deterioro de los legajos.

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«Esta colección ha tenido suerte porque desde el comienzo se guardó en un edificio que el Tribunal mandó construir para ella, el Palacio del Conde Ansúrez, en el XVII. Conservar implica tener unas condiciones de limpieza, humedad y luminosidad adecuadas. Hasta los años setenta la documentación se solía guardar en desvanes y sótanos, donde la exposición a la humedad y a los microorganismos era mayor», explica Mario Antonio Moreno, la mitad del tándem restaurador que forma con Elena Trinco.

El criterio para restaurar radica en el estado del documento, si invalida su manipulación y digitalización, va al taller. «Las intervenciones inmediatas vienen dadas por las peticiones de los usuarios y por cesiones para exposiciones o eventos. En los intermedios entre las urgencias hay una tarea de fondo, «trabamos con los legajos de Vizcaya, que son los peor conservados», explica Moreno. El aniversario de los Comuneros, en 2021, llevó a la sala de curas varios documentos que iban a ser mostrados para explicar la historia de la revuelta. «Dos años estuvimos restaurándolos», recuerda.

Vistas de ojos, óleos para los jueces

El Archivo de la Real Chancillería tiene una pequeña pinacoteca de óleos judiciales. Cuando en un pleito se necesitaba conocer el lugar implicado, se trasladaba el agrimensor, acompañado de un pintor y técnicos, para hacer un mapa in situ. Estas 'vistas de ojos' eran parte de las pruebas que concurrían en el procedimiento. La mayoría se guardaron enrrollados o doblados lo que deterioró la tela. Ahora cuelgan en la sala de óleos del Archivo, estirados en peines. Conforman la parte más vistosa de la colección por lo que son muy solicitados para exposiciones.

Papel y pergamino, hay pocos papiros, son los soportes más comunes. Los procedimientos judiciales se guardaban en cuadernillos cosidos y esos legajos, susceptibles de ampliación, eran agrupados y atados con cuerdas. La restauración comienza por la «liberación» de las hojas.

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La calidad del papel ha permitido que perdure la documentación. En cuanto al pergamino, «al ser más caro se reutilizaba. Cuando dejaban de tener valor en un procedimiento, servían para hacer cubiertas de otros libros o encuadernaciones».

El taller de Chancillería tiene una zona húmeda y otra seca. «El deterioro puede ser por acción de microorganismos, que proliferan con la humedad, de roedores, de insectos o por la tinta metaloácida», explica Moreno. «Los escribanos preparaban su propia tinta con agallas de roble. Abrían la nuez y dentro tiene taninos. Lo mezclaban en una solución de agua, sal de hierro y un aglutinante, que solía ser goma arábiga. A veces ese ácido más la oxidación de la sal de hierro provocaban el deterioro de la tinta que llega al papel». El primer paso para restaurar una de las 3.000 hojas de media anual que pasan por las manos de cada técnico, es fotografiar las páginas y foliarlas. Luego se hace una limpieza mecánica seguida de una acuosa. «Lo mojamos para poder manipularlo.Se coloca en un soporte sin trama que evite marcas y se sumerge en la reintegradora mecánica. Con una solución de pulpa de papel se restituyen las faltas y luego entre otros papeles y planchas se deja secar». Paciencia y vocación son virtudes apreciadas en un trabajo que requiere saber de química, de papel, de encuadernación, de historia y hasta coser. «Tras restaurar las hojas, los cuadernillos se reagrupan. A veces están cosidos a diente de perro, con paso de toro o a la japonesa, de costura islámica», cita señalando ejemplos sobre la mesa.

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Javier Requejo, subdirector del Archivo, enumera algunos de los hallazgos encontrados entre la documentación: «Trozos de puñetas, plumines, cortaplumas, llaves, algún cuchillo, sogas. Ypruebas documentales que van desde recetas de cocina hasta letras de cambio». 17 kilómetros de historia que sigue dando sorpresas y mucho trabajo.

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