![Rodrigo Cortés: «El verdadero propósito del arte es su inutilidad»](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/06/26/rodrigo%20cortes-R8KYwLXtG56W9DHXCj9mXWN-1200x840@El%20Norte.jpeg)
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Podría ser una metáfora del choque, como las placas tectónicas, de lo mágico y extraño que atraviesan las aparentes realidades de los relatos que propone Rodrigo Cortés (Orense, 1973) en su última colección de narrativa breve, editada por Random House. Podría ser una fina ... ironía de la Tierra en sí misma, sobre unas historias que tienen lugar en todos los mundos posibles salvo, tal vez, en el nuestro. Pero lo cierto es que los 'Cuentos telúricos' lo son por un rumor de fondo, una energía invisible «que surge del centro de la tierra primigenia con leyes anteriores al ser humano», en palabras de su autor, «y que afectan a sus habitantes de formas distintas y a veces inconscientes». En otras palabras, una invitación de que cualquier cosa puede pasar. Cortés, cineasta y autor de otras obras literarias como el 'Verbolario' o la novela 'Los años extraordinarios', presenta su último trabajo este jueves (19:00 horas) en la librería Oletvm de Valladolid.
«Planteo estrategias narrativas y marcos temporales que den la impresión de que las leyes de la naturaleza no van a respetarse», anticipa en conversaciones previas al acto. Que el lector sienta que puede pasar de todo no implica, necesariamente, que pueda pasar cualquier cosa: «No se busca establecer universos fantásticos, sino poéticos», aclara el también director de 'Concursante', 'Buried (Enterrado)' o 'Luces rojas'. «Se trata de hablar de nuestro mundo a través de otros».
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Un ardid que se dibuja en numerosas propuestas breves, de singular narrativa y diferentes enfoques, sentidos del humor e incluso planteamientos prosísticos. Desde 'Mago de verdad', donde apenas asoma la fantasía, a la farsa casi tebeística de '¿Se puede?' o el giro formal y argumental que aúna la narración infantil con el clásico 'La fábula del arroz y el jugador de ajedrez', Cortés despliega un abanico amplio de proposiciones literarias, con el denominador común en la extrañeza que recae, no en el conflicto mágico y terrenal de cada cuento, sino en el lector mismo: «Los habitantes viven cada uno en su lugar, con sus reglas, y nadie se pasma porque de repente otra persona sea capaz de levitar o de desplazarse a través del tiempo», expone el autor: «El lector se enfrenta a la extrañeza como lo hago yo mismo».
Esta mirada al abismo no solo es temática ni estética, también es estructural: «Me impongo trampas o giros contraintuitivos a ver si yo, a ver si el relato, sobrevivimos», revela Cortés. «De esta manera, al lector se le hace mucho más difícil poder anticiparse a lo que está por venir». Esta búsqueda por tratar de «desprogramar» a su público no obedece a ningún objetivo concreto, más allá de hurtarle las soluciones cotidianas y habituales a problemas determinados: «No quiero que se encuentre con una respuesta precocinada, sino con un objeto nuevo: el libro está lleno de fábulas sin moraleja, y el verdadero propósito del arte, sin querer sonar grave, debería ser su propia inutilidad».
«Probablemente las mejores cosas del mundo son prescindibles, no sirven para nada, así que sirven por sí mismas», continúa. Esta línea de pensamiento, crítica con la solemnidad con la que el ser humano en demasiadas ocasiones se expresa, se observa y reflexiona sobre sí mismo, se encuentra en consonancia con su recurrente sentido del humor, presente de muy diferentes maneras en estos 'Cuentos telúricos'.
«El humor me permite esquivar la gravedad y la solemnidad, grandes enemigos de la inteligencia», asevera Cortés. «No me siento a ser gracioso como tampoco pretendo ser mágico ni poético, pero sí que hay una forma natural de expresión en el humor que permite contemplar al mundo desde una mirada de diferencia, como un instinto que permite devolver las pelotas con efecto, transformar un estimulo en otra cosa».
Cortés presenta estos relatos tras su novela 'Los años extraordinarios' y su antidiccionario 'Verbolario': «El cuento es la forma más natural de narración, sin ánimo de jerarquizarlo ni distinguir por sus facilidades; la única dificultad radica en hacerlo siempre bien».
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