Andrea Longarela, escritora
«El ritmo editorial es demencial, cuanto más vendes, más te exigen»Andrea Longarela, escritora
«El ritmo editorial es demencial, cuanto más vendes, más te exigen»Estudió psicología y a punto estuvo de dedicarse a la clínica. Al final volcó lo aprendido en sus novelas. Andrea Longarela (Valladolid, 1985) es una escritora del XXI. Los lectores que ganó con la autopublicación le abrieron las puertas de Planeta. Desde hace año y ... medio tiene agente. Su último libro se titula 'El color de las cosas invisibles' y está corrigiendo la trilogía de fantasía que publicará con Alfaguara. Le gustaría tener más tiempo pero es consciente de que para mantenerse debe «escribir al ritmo que vivimos». Le gusta el chocolate en todas sus variantes y últimamente su banda sonora la pone Viva Suecia.
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–¿Eligió la novela romántica o fue al revés?
–Empecé a escribir y me sentía cómoda entre personajes y sentimientos. Me gusta decir que escribo novelas de amor más que románticas porque estas suelen tener un final feliz y yo no me cierro a otros. La novela romántica está infravalorada, pese a que cada vez hay más escritores y público interesados. Se nos menosprecia por lo comercial y porque parece enfocada a la mujer ya que ese es el público mayoritario. Pero no es justo, en cualquier género hay buenas y malas novelas.
–Es llamativa su producción.
–Cuanto más vendes, más te exigen. Es un mercado muy dinámico que te obliga a mantener el ritmo. Hay que apretar un poco, si no, no estás. Si quieres vivir de ello es así. El mercado del ocio está cambiando, todo es más rápido, hay mucha competencia, fíjate en las series. Si un año no estás, llega gente nueva y nadie te va a esperar. Tampoco veo en otras entrevistas, por ejemplo a los autores de novela negra, que se les recrimine su gran producción, pero sí a la romántica.
–¿La novela negra es la antítesis de la románica?
–Quizá porque se solía relacionar al lector de negra con lo masculino y la romántica, con lo femenino. Antes los autores de novela negra no ganaban premios y ahora hasta el Planeta porque se ha ido conociendo más. Eso no ocurre con la romántica. Y cuando ciertas novelas se acercan a los premios, no se etiquetan como románticas sino como ficción narrativa y se ponen en otra mesa. A mí me gusta mi estantería, la han elegido las lectoras y la editorial. Soy una escritora de romántica, a mucha honra.
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–¿Es el amor un sentimiento tan intenso como constituirse en un género artístico?
–Casi todas las canciones hablan de amor. Todas las historias tiene algo de amor, y no me refiero solo al amor de pareja, sino también al de la familia, al de los amigos. Hay que darle el espacio que su importancia merece.
–¿Qué número hace esta novela?
–Creo que 18, pero me hago un poco de lío porque empecé autopublicándome en Amazon, luego en editoriales digitales y después en papel, además de libros que están aún en el cajón sin publicar. De otras he recuperado los derechos y han vuelto a mi. Sé lo que he escrito.
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–¿Ha seguido los pasos del escritor del siglo XXI?
–Cuando empecé encontré en Amazon mi vía, a partir de tener cierto éxito ahí, di el salto al mundo editorial Eso ha determinado otro ritmo, marcado por el mercado y los lectores. Al final las historias merecen un tiempo y si no puedo entregarla en el plazo, la dejo y ya la acabaré, quizá cinco años después. El ritmo es demencial, cuanto más vendes, más te exigen.
–En ese proceso, ¿ha habido más gratificación o sacrificio?
–Llevo casi una década escribiendo y publicando, no me ha ido mal. Encontré mi hueco pronto pero el salto lo he dado hace dos años. En todo este tiempo ha habido de todo, mucha frustración, ilusión, gratificación y trabajo. Muchas noches sin dormir, porque apuestas por tu trabajo creativo y a la vez de autónoma. He encontrado mi sitio aunque mis mejores años profesionales han coincidido con el caos que supone tener una segunda hija. Trabajar en casa y conciliar es difícil. Todo llegó a la vez.
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–¿'El color de las cosas invisibles' es un oxímoron?
–Es un libro que hace alusión a lo que no vemos, a lo que no tiene explicación pero existe, a la conexión entre dos personas, a eso que cada uno pone su color. Es una historia entre dos jóvenes, ella es muy racional, busca razones para lo que no las tiene, quiere pruebas y él, Jack, es un chico casi perfecto. Habla de la casualidad y la causalidad de lo que les sucede en varios encuentros espaciados en el tiempo.
–¿Evolucionan los sentimientos?
–La semilla está ahí, a medida que crecemos cambian en intensidad. Por ejemplo, en la adolescencia todo es más visceral, estamos centrados en las primeras veces. Según maduramos, crece la complejidad, todo es más sosegado, más hondo. Pero la esencia es la misma.
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–¿No teme convertirse en una escritora 'peter pan'?
–Espero que no. Tienes que adaptarte, yo me hago mayor pero mi público sigue siendo joven. Tengo que buscar lo que les pueda interesar, pero los problemas son siempre los mismos, en el 2000 y en el 2023. El adolescente tiene miedo a no encajar, a no gustar, cada edad tiene sus conflictos, solo cambia el escenario y la situación social que nos rodea.
–¿Cómo se gana a los jóvenes?
–Puede ser más fácil escribir para el público adulto lector. El juvenil no es tan simple. Es difícil conectar con un lector de 20 años que dispone de una oferta de ocio en las plataformas y en la calle como la de hoy. Que decida 'perder' su tiempo leyendo tu libro es un reto. Son más exigentes, si a la tercera página no le ha gustado, no dan segundas oportunidades. Es gratificante ver colas de lectoras de 15 años y que sus padres te digan que no escatiman en compararles tus libros porque les encantan.
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–¿Los personajes son los mimbres de sus historias?
–Muchas veces lo más importante es crear los perfiles de los personajes; otras, cobra más peso la trama, el conflicto que quiero contar. Esta es una novela de personajes, dos personas que tiene que entenderse y lo que más importa es la interacción ente ellos, me interesaba que la química fuera palpable. Así que el reto eran los diálogos, que sonaran sarcásticos y frescos.
–¿Es terapéutica la literatura?
–La literatura me salvó. Escribía desde hacía mucho pero hubo un momento en el que necesité probarme, saber si era capaz de terminar una novela, y lo hice. Tenía que volcarme en algo que me hiciera feliz, creo que la realización personal –al margen de la familia y otros aspectos– es importante. Para mí un libro es un escape de la realidad, una ventana. Me puede hacer llorar, reflexionar, me permite ver mis problemas desde otro ángulo. Sí, es una herramienta importante.
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