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El castillo de Liubliana está rodeado por un bosque. En algún árbol cercano a la entrada hay una pequeña casa colgada, refugio para pájaros sin ... nido parece. Pero el visitante atento puede abrirla y descubrir algunos libros. Lo mismo ocurre en el parque del centro cercano al Ayuntamiento, en ese caso, también hay hamacas. Es una invitación a la lectura, al paréntesis. Ofrecimiento generoso de la capital eslovena, envés del pasado bélico que pesa sobre la península balcánica. Eslovenia presume de ser el primer estado ex yugoslavo en independizarse sin apenas bajas.
Hoy esta república de la extensión de Galicia se ha convertido en un referente del turismo deportivo y al aire libre. El imponente silencio de paisajes alpinos como el lago Bled o de las cuevas kársticas de Postojna troca en espejismo las refriegas étnicas, religiosas y políticas.
Siguiendo la costa adriática, a la que Eslovenia tiene una minúscula salida, hacia el sur, comienza la península de Istria, el prólogo de Croacia. Allí vivió Joyce, dando clase en una academia Berlitz, y comienzan las huellas romanas que hablan de Dalmacia. Croacia es el otro estado ex yugoslavo cuya reconstrucción se aceleró gracias al turismo, sobre todo, costero.
Eslovenia, Croacia y Voivodina fueron parte de Hungría en tiempos imperiales. En la capital de esta última provincia serbia, en Novi Sad, vive la familia protagonista de 'Lealtades y traiciones' (Acantilado), de Aleksandar Tisma. Allí nació este escritor (1924-2003) que como buena parte de sus compatriotas suma nacionalidades y lenguas en su árbol genealógico. Hijo de húngara y de serbio, participó en la II Guerra Mundial, estuvo recluido en un campo de trabajos forzados y después se unió al ejército yugoslavo de liberación, en un territorio que fue cambiando de amo durante todo el siglo. El personaje central, Sergije Rudic, hijo de rusa y de serbio, sigue sus pasos demostrando lealtades intermitentes y cayendo en oportunas traiciones.
Director de una publicación del partido comunista en el Belgrado de los sesenta, tiene que solucionar el problema del piso donde residen sus padres. Los vecinos, que se fueron a vivir a Austria, vuelven para reclamar la propiedad, que fue nacionalizada en su momento pero que en 1962 vuelve a manos de su antiguo dueño, Jakov Lebensheim. Comida, alcohol, camaradería, arropan los encuentros de abogados, dueños y arrendatarios del piso. El espíritu balcánico, «oriental», contrasta con el germano, que persigue infructuosamente una solución.
Con Modiano y Costa Gavras
Las reuniones para llegar a un acuerdo son el hilo del que tira Tisma para contar la historia de Sergije, un oportunista en tiempos de delaciones y férreo control ideológico, un joven escarmentado demasiado pronto, un hijo que siempre vuelve al nido. Vidas circulares, entrampadas, que acarician sueños –los progenitores, vivir su jubilación en el sur; Sergije, recuperar a su hija– sin llegar a colmarlos. Tisma, que mostró públicamente su rechazo a Milosevic, acabó refugiado en Francia. Igual le ocurrió a Ismaíl Kadaré, el escritor albanés cuyo último libro, 'Las mañanas del café Rostand' (Alianza), es un canto al París que le acogió. Mitad recuerdos, mitad diario, el novelista rememora su juventud en la que les robaron la mitad occidental europea y les permitían asomarse apenas a Moscú, Praga o Budapest. París acabó siendo un destino edénico por el que hoy pasea saludando a Modiano o citándose con Costa Gavras en ese café que nunca cierra y admite perros. El director griego pertenece como él a «la tristemente célebre península pendenciera balcánica». De censuras y prohibiciones, de editores y traductores habla este Kadaré que ha novelado la reciente historia de su pequeño país.
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