La batalla de las Navas de Tolosa, óleo sobre lienzo de 1864 del pintor español Francisco de Paula Van Halen. E.C.

La Reconquista: Historias de una frontera «al rojo vivo»

Tiempo de historias ·

El escritor Juan Eslava Galán regresa a la Edad Media con una revisión «escéptica» de aquel periodo de la historia de España

Martes, 29 de noviembre 2022, 00:10

Pocos conceptos historiográficos son objeto de tanto debate como el de 'Reconquista', referido a los 781 años de la historia de la península ibérica entre la conquista omeya de Hispania en el 711 y la caída del reino nazarí de Granada en 1492. El término « ... se usó por vez primera a finales del siglo, XVIII, se utilizó mucho en XIX y se abusó de él en el XX», explica el escritor e historiador Juan Eslava Galán (Arjona, 1948), que aborda el periodo en su último libro, 'La Reconquista contada para escépticos'. El autor regresa así a la Edad Media, en la que se siente especialmente cómodo y a la que dedicó su tesis doctoral, 'Poliorcética y justificación bajomedieval en el reino de Jaén' (1983).

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«Lo que tiene de feo el término es que lo utilizó Franco, que estableció un paralelismo propagandístico entre la Reconquista y la guerra civil», añade. Muchos historiadores consideran que el concepto es inadecuado y defienden que habría que prescindir de él. Eslava Galán expone sus argumetos en el libro, pero no está de acuerdo con ellos. «Aunque la palabra no se usó en la Edad Media, los reyes cristianos sí utilizaron la idea, el concepto, para justificar su expansión» frente a Al-Andalus. Aunque a menudo se enfrentaran entre ellos, «su discurso era 'esto era tierra nuestra, los moros la invadieron y por lo tanto tenemos que recuperarla'».

781 años dan para muchas historias. Estas son algunas de ellas, comentadas por el autor jienense.

  1. Covad

    La partida de «asnos salvajes» que se convirtió en leyenda

«Ya no se sostiene que en Covadonga hubiera una gran batalla», comenta Eslava Galán aplicando el escepticismo que invoca en el título de su libro. El triunfo (en 718 o 722) de los astures encabezados por Pelayo sobre el ejército andalusí «es el mito fundacional de Asturias. Pero desde luego no fue la batalla que dio inicio a la Reconquista. Está más cerca de la leyenda». Sí que pudo haber, concede, «un rifirrafe, en el que los montañeses derrotaron a un destacamento musulmán». Alguna de las fuentes árabes habla de «Pelayo y sus treinta asnos salvajes. Y esto se acabó magnificando después por interés político, por parte de los reyes de León». Llegó un momento en el que estos monarcas «competían con otros reyes cristianos y ellos quisieron dejar claro que 'esto empezó aquí, lo empezamos nosotros'».

  1. Muzna

    La madre 'vascona' de Abderramán III

Hubo «emires y califas que fueron hijos de mujeres vascas», comenta el escritor jienense. En su libro, detalla el parentesco que unía a Abderramán III (891-961) con la reina regente en Pamplona, Toda Aznárez, hermana de su abuela «Onneca o Iñiga, que fue esposa del emir Abdalá I». Este parentesco facilitó que el califa reconociera como rey de Pamplona a García Sánchez I. Pero además, el propio Abderramán III era hijo de una concubina vasca. «A los emires y califas, cuyo hijo heredero solía ser el favorito, no el mayor, les gustaba tener por concubinas a esclavas cristianas, a ser posible de tez clara y rubias, que eso lo valoraban mucho». Era el caso de la madre de Abderramán, llamada Muzna o Muzayna, una 'umm walad' o «madre de infante». «Pero también hay que tener en cuenta que «llamaban vascas a muchas mujeres que no lo eran, algunas podían llegar a ser incluso de la Bretaña francesa».

La corte de Abderramán III, según el pintor Dionís Baixeras. E. C,
  1. El Ci

    El caballero que combate al mejor postor

En un libro de divulgación sobre la Reconquista no podía faltar un capítulo dedicado a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid campeador (1048-1099). Con el que Eslava vuelve a mostrarse desmitificador, pero en su justa medida: «Fue exaltado como héroe cruzado de la Reconquista por Franco, pero eso no significa que ahora haya que ningunearlo». El Cid «fue un hombre de armas de su tiempo, que actuó con toda la lógica de la época». Como vasallo y hombre de confianza, fue «fidelísimo al rey de Castilla, Alfonso VI, su señor». Pero cuando este se enemistó con él y lo desterró, ambos se vieron libres de sus obligaciones feudales. «Ni el señor protegía al vasallo ni el vasallo servía al señor». Entonces el Cid «se planteó '¿yo qué sé hacer? Pues combatir'. Y se puso a sueldo del que pagaba mejor, los reyes moros de Zaragoza». Luego pensó en establecerse «por su cuenta y conquistó Valencia».

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  1. Diego

    El gran estratega de las Navas de Tolosa

La batalla de las Navas de Tolosa, en Jaén, el 16 de julio de 1212, ha sido vista tradicionalmente como uno de los hitos fundamentales de la Reconquista. Y como todos los grandes hechos históricos glorificados en el pasado, ha sido sometida a revisión por los historiadores, que han ido reduciendo los números de los ejércitos enfrentados: el cristiano, formado en gran parte por tropas castellanas de Alfonso VIII de Castilla, aragonesas de Pedro II de Aragón, navarras de Sancho VII de Navarra y las órdenes militares, contra el ejército numéricamente superior del califa almohade Muhammad al-Nasir, que acabaría derrotado contra todo pronóstico. Eslava Galán destaca el papel en el choque de «un gran guerrero, táctico y estratega»: Diego López de Haro II (1152-1214), señor de Bizkaia y tatarabuelo del fundador de Bilbao. «Alfonso VIII le puso a la cabeza de su ejército y su papel fue clave para el triunfo cristiano».

Recreación actual de la batalla de Las Navas de Tolosa. E.C.

Se da la circunstancia de que había cumplido una función similar en «la desastrosa, para los cristianos, batalla de Alarcos (1195)», de la que se retiró en una maniobra que muchos vieron como traición. «El caso es que antes de entrar en combate en las Navas, su hijo, Lope Díaz, se le encaró y le dijo 'padre, hacedlo esta vez de modo que no me llamen hijo de traidor'. A lo que él le respondió 'han de llamarte hijo de puta, pero no hijo de traidor', porque su mujer se había fugado con otro».

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  1. Alfaq

    La dura vida a uno y oto lado de la frontera

Eslava Galán pone el foco sobre la vida de la gente común en la frontera, un mundo que conoce bien, «inexplorado por muchos historiadores y que he investigado sobre las fuentes primarias». El límite que separaba a cristianos y musulmanes «era mucho más que una raya en un mapa. Era un mundo al rojo vivo», en el que a veces se convivía y otras se combatía, con personajes «que son fantásticos». Como los alfaqueques, que tenían licencia de los reyes de ambas partes para acordar tratos comerciales de uno y otro lado, acompañar a viajeros o a frailes que iban a rescatar cautivos. También estaban «los rastreadores o fieles del rastro», que seguían «las huellas de los ladrones de ganado y las reses robadas al otro lado de la raya», facilitando su recuperación. O los alcaldes de moros y cristianos, «cuya misión era hacer justicia, solucionar conflictos y hacer las paces con los alcaldes de la otra parte».

Toda una forma de vida que se vino abajo con la toma de Granada. Lo que no fue malo solo para el lado musulmán. Eslava Galán cita un documento, una carta a los Reyes Católicos de unos cristianos que se quejan de la pérdida económica que para ellos supuso la caída «enhoramala» –literalmente– del reino nazarí, el final de la Reconquista. «Muchos no solo vivían en la frontera, sino que vivían de la frontera.Era su modo de vida y con esto se les hundió el negocio».

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Una incursión nórdica en Inglaterra en una ilustración del siglo XII. E.C.

Los vikingos que atacaron a los «baskunis» en Pamplona

El libro de Eslava Galán también recoge algunos hechos que no están relacionados directamente con la expansión de los reinos cristianos frente a Al-Andalus. Son llamativas las incursiones nórdicas. Porque «los vikingos 'visitaron' Sevilla», como dice el escritor jienense.

Un cronista describió como «pájaros marinos rojinegros» los drakkars, que «aparecieron por las costas andalusíes en 844», siendo emir Abderramán II (822-852). Tras su paso por Lisboa, «saquearon Huelva, el puerto de Niebla y Algeciras». Después, se dividieron en dos grupos. Uno atacó Cádiz, mientras otro remontaba el Guadalquivir, «provocando el pánico, porque pasaron a cuchillo a la gente de Coria del Río». El emir recibió ayuda de los Banu Musa y Banu Qasi de Tudela y Zaragoza, por lo que los vikingos se replegaron y al final fueron derrotados. Muchos fueron ejecutados, pero algunos se convirtieron al Islam y se les permitió establecerse en la Isla Menor del Guadalquivir.

En años sucesivos hubo otras incursiones vikingas. Según las fuentes musulmanas, en 859 los nórdicos «remontaron el Ebro, el Aragón y el Arga hasta Pamplona», donde atacaron a «los baskunis» e hicieron prisionero al «emir Garsiya ibn Wannaqo», es decir García Iñíguez, por cuyo rescate obtuvieron 90.000 dinares.

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