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El uso de las preposiciones, la reiteración de ciertas locuciones, los errores en la puntuación, la alteración del orden sintáctico, todos son indicios que pueden llevar al autor de un anónimo, por ejemplo. El auge de la lingüística forense ya tiene reflejo en una novela, ... 'El cazador de estilemas', primera incursión literaria de un periodista que ha indagado en el lenguaje como herramienta, como definición, como fuente. Álex Grijelmo (Burgos, 1956) ha recorrido casi todo el organigrama de Prisa, grupo en el ahora dirige su Escuela de Periodismo. Autor de ensayos como 'La punta de la lengua' o 'Palabras de doble filo' y creador de la Fundación del Español Urgente, de la Agencia Efe, rinde homenaje al programa de RNE 'No es un día cualquiera', «por su preocupación por la lengua». El próximo día 15 presenta su obra en la Casa Revilla, en Valladolid.
–¿Qué hace un periodista en la ficción?
–La realidad se parece cada vez más a la ficción. La primera versión de la novela es de hace tres años y en ella había un policía que grababa las conversaciones, como ahora vemos en las noticias que hacía Villarejo. Es un ejemplo de cómo la realidad se parece a la ficción.
–¿Se planteó la novela como un gran reportaje de citas?
–Decía el ensayista mexicano Alfonso Reyes que los escritores publicamos una novela para dejar de corregirla. Siempre estoy retocando textos, incluso los más rápidos, los del periódico. La perspectiva de escribir un relato con tres narradores que se van sucediendo y contando unas visiones complementarias y no reiterativas es la última versión de algo que no comenzó así.
–¿El hallazgo de los estilemas le señaló el género policíaco?
–Si, pensé que siempre me han interesado los estilemas, los rasgos de estilo que tenemos al hablar y pensé que podía construir una ficción con eso. Hasta donde sé, no hay mucha literatura en la que se siga el rastro del lenguaje, eso me llevaba a buscar un policía, para transmitir la importancia de las palabras que utilizamos, que lo trasladase a una investigación policial. Es una forma contundente de que nos demos cuenta.
–Es un género de moda, de gran público y a la vez de reglas fijas.
–No me guié mucho por eso, lo hice según me salía. No sé si responde a la estructura que espera el público porque como soy un novato, me he permitido la licencia de escribir según salía. Lo que pasa es que, como decía Borges, toda mi vida modifica el libro que estoy leyendo; si lees la palabra 'árbol', te imaginas el que tienes más cerca así que toda tu vida modifica el texto que escribes, y aparecen tus lecturas y experiencias, se reflejan pero no sistemáticamente.
–Hay tres arquetipos; el comisario cínico, el profesor puritano y la rica heredera. ¿Le llevó uno a otro?
–La pareja del comisario y del profesor era inevitable para la trama y para hacer una novela sobre el lenguaje, –porque finalmente el protagonista es el lenguaje–, necesitaba un profesor y quería una trama policiaca. Esther apareció más tarde y me permitió trasladar algunos mensajes que quería dejar.
–¿Qué relación hay entre las leyes del lenguaje y las de mundo policial, las de Pulido y las de Contreras?
–Se van influyendo mutuamente cada personaje aprende algo de los demás y ese proceso se va viendo a través de novela. El comisario y el profesor mantienen cierta distancia y desconfianza al inicio. Luego están obligados a colaborar y acaban aproximándose y apreciándose.
–Hace una somera crítica a la información de sucesos.
–Hay algunos avisos de que a veces con cuatro datos de nada construimos toda una realidad que a la hora de verdad no tenemos completa, nos faltan otros cuatro datos. Los que nos faltan los convertimos en conjetura y entre lo cierto y la conjetura construimos mensajes, a veces informaciones, no exactas. Por eso Esther dice que «hasta la verdad puede engañarnos».Eso sucede en los medios de comunicación, que con una información parcial transmitimos una realidad completa como si fuera completa, y nos hace falta contrastar y comprobar.
–¿Qué ha cambiado en sus años de profesión en esta información?
–Ahora hay más respeto hacia las personas en las informaciones de sucesos; no se citan nombres, como mucho se ponen iniciales. Se protege más la intimidad de las víctimas. Recuerdo fotografías de cadáveres o detenidos que los propios policías te daban.Ahora eso ha cambiado, veo más respeto a la imagen.
–El testamento del empresario y las mordidas a sindicalistas, la actriz acosada y el robo de cuadros a la condesa. ¿Consideró los tres casos en los que investiga los estilemas representativos?
–Me dejé llevar por la inercia que traía. Había escrito nueve ensayos sobre divulgación lingüística y sobre periodismo, así que las lecturas fueron apareciendo en el teclado. No me propuse estudiar unas palabras y desarrollar estilemas.
–En ningún caso son concluyentes ¿La realidad es más compleja que una sola prueba?
–Ese es el riesgo, convertir los indicios en certezas y como decía un periodista, no hay que confundir las fuentes con los charcos. Hay que comprobar, verificar y no dejarnos guiar por las apariencias.
–¿Algún estilema confesable en el Grijelmo periodista o escritor?
–Sí y lucho contra ellos. He pensado tanto sobre eso que casi me he psicoanalizado. A veces estoy tentado de usar determinada expresión y me doy cuenta de que ya la usé mucho lo que me obliga a cambiar. Los conozco y los evito para no ser pesado y buscar alternativas.
–¿Habrá otra novela?
–No, estoy observando cómo funciona esta que no sale del ámbito que me es familiar, el lenguaje.
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