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Rafa Vega, a la puerta de Las Francesas, donde se expondrán sus viñetas. Henar Sastre
Rafa Vega: «La izquierda hoy es blandita, parece que vende parcelas en una urbanización»

Rafa Vega: «La izquierda hoy es blandita, parece que vende parcelas en una urbanización»

Sansón, el viñetista de El Norte de Castilla inaugura hoy una exposición antológica de su trabajo en Las Francesas

Victoria M. Niño

Valladolid

Jueves, 3 de septiembre 2020, 07:25

Desde que eligió ser 'Sansón', Rafa Vega inventa una explicación cada vez que le preguntan por el pseudónimo que remite a su «frondosa melena». Desde 1995 publica diariamente una viñeta en El Norte de Castilla y desde 2009, en los periódicos del Grupo Vocento. Una 'Antología caprichosa', que se venderá con este diario este fin de semana, reúne en forma de libro y exposición 400 dibujos. A veces se siente como un pobre de la calle o un funcionario en su ventanilla, personajes recurrentes, y siempre, «un bufón de la corte», eso sí, con un gran poder. Quienes no pueden asistir a la inauguración matinal, han pedido un segundo pase vespertino.

–¿Cómo acaba un historiador dibujando?

–Si no eres ni un humorista gráfico ni un historiador serio, acabas haciendo viñetas de la historia. He tendido a la dispersión. Me dediqué a la edición, después al dibujo, a la escritura, por pasiones personales no por ganarme la vida. Hay actividades que te atrapan. Si hubiera sido profesor seguro que hubiera enseñando historia con cómics.

–¿Quiénes son sus referentes?

–Fui un niño friki que leía tebeos, de Tintín o Spiderman, según la edad. Desde los 15 me gustaba mucho Chumy Chúmez y Domingo Criado. Sus dibujos son casi obras de arte, por su composición, porque sus viñetas obedecían a un género literario.

–De viñeta a tira, del blanco y negro al color, de lo local a lo nacional ¿cómo ha sido la evolución?

–He perdido cosas que me gustaban y he ganado otras. Mis limitaciones como dibujante son enormes, me he ido acomodando al lector de hoy. El color no fue voluntario, me he visto arrastrado por la tendencia. Para mí la viñeta en blanco y negro y el periódico en papel son insustituibles, pero los soportes evolucionan y las viñetas se consumen en redes sociales de manera diferente. Las nuevas generaciones no las ven como lo que rompe la mancha de texto en una página.

–¿Ya no hay personajes como Lucas o León de la Riva?

–Los políticos eran antes más transparentes, desvelaban más aristas que un humorista podía aprovechar. Ahora tienen asesores de imagen que estudian sus gestos, modulan sus tics y coletillas, son personajes de anuncio, anodinos. Un Rivera, un Sánchez o un Iglesias, todos son caricaturizables pero nada que ver con Carrillo, Fraga, Guerra o Rajoy.

–¿No le pidió ninguna viñeta el anterior alcalde?

–Conmigo siempre fue educado y amable. De manera indirecta sé que él no se veía, no se reconocía. Claro, normal, no era él, sino una caricatura se apodera de su identidad. Es el personaje que más juego me ha dado porque entraba al trapo, se dejaba querer. Pero nunca me pidió una viñeta, sí lo hizo con una de Tuero en el que también salía él.

–¿Es difícil hacer humor local?

–En 1995 no había costumbre de hacer humor gráfico con lo local, con un alcalde o un presidente de comunidad. No se concebía que pudieran ser personajes de viñeta. Nuestro éxito, el de Nieto y mío, fue convertirlos en eso.

–Hay muchas viñetas sobre el soterramiento, aquel espejismo.

–Fue como en la época del Duque de Lerma, algo que marcó nuestro carácter, igual que cuando se llevaron la Corte a Madrid, Valladolid se convirtió en un erial donde el metro cuadrado pasó a estar por los suelos. El soterramiento ha sido el último batacazo colectivo del que tardaremos décadas en recuperarnos de lo que iba a ser Valladolid y no será. Valladolid vivió el cuento de la lechera con carriles bici, quioscos de flores, bulevares. Todos iban a venir a vivir aquí. Con las infografías de aquellos tiempos se podía hacer el libro del sueño roto.

–¿Por qué la izquierda da tan poco juego?

–Se debe a la superioridad moral de la que se ha apoderado, la izquierda peca de buenismo, está obsesionada con la corrección política y la superioridad moral lo que hace que su mensaje sea anodino. No lanza consignas agresivas o audaces. La derecha peca de hartazgo del buenismo y de la corrección y le brota la arrogancia que le viene de fábrica. Esta izquierda es muy blandita, en los setenta y ochenta fue poderosa, daba respeto en el debate y ahora parece que vende parcelas de una urbanización hablando de utopía y de una nueva vida ideal, lo que la convierte en algo monótono. La derecha es mas divertida, por más imprudente.

–¿Colisionan sus convicciones con su humor alguna vez?

–He aprendido que del primero que debo reírme es de mí mismo y de mis convicciones. Las ataco desde mis viñetas. Si algo respeto mucho es la crítica y muy poco la convicción. Hay una tendencia generalizada a que la gente solo valore aquello que le da la razón, que le convence. Tengo más problema con la gente que no entiende que el fin es poner patas arriba, dudar, evitar tomarse en serio la convicción. Las ideas deben estar en cuarentena.

–En 2009 saltó al ámbito nacional, ¿cómo elige los temas?

–Me ayuda el costumbrismo, no incido en la última declaración de un político. Me muevo en el ambiente de la sociedad, que es la víctima de lo que ocurre. Me fijo en detalles de la actualidad, en la cresta de la ola que emerge del horizonte. Me gustan los personajes anónimos. A veces convertimos a los políticos en protagonistas de nuestro devenir y es al revés, ellos son la consecuencia de una voluntad masiva y silenciosa. Abascal e Iglesias son personajes de viñeta porque la gente lo ha querido, por el hartazgo tras la crisis de 2008.

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