Jonathan Arribas, escritor
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Jonathan Arribas, escritor
«Quiero escribir del universo rural pero sin nostalgia, una emoción fácil»Estudió derecho en Salamanca, se fue de Erasmus y a la vuelta, cuando la inercia paró, se preguntó quien quería ser en Madrid. De la mirada a su pasado Jonathan Arribas (Zamora, 27 años) rescató a Nico, el niño protagonista de su primera novela 'Vallesordo' ( ... Libros del Asteroides) que llega este lunes a las librerías. Ya está recopilando material para la siguiente, en la que sigue narrando «ese universo rural pequeño en el que ocurren tantas cosas, pero sin nostalgia».
–¿Vallesordo es su Macondo, su Medio Oeste como el de Edmund White?
–En Vallesordo hay un poco de los dos pueblos donde he vivido hasta los 18, Montamarta y Palacios del Pan, que se mezclan con lo que yo imagino.
–¿La infancia en un pueblo castellano le acerca al paraíso?
–Es un lugar en el que pueden pasar cosas. Una infancia allí permite disfrutar de más libertad porque los adultos no fiscalizan tanto el comportamiento de los niños. Luego se deja entrever la mirada de ciertas personas del pueblo que juzgan a Nico, pero eso está en segundo plano, no quería ni romantizar el lugar ni centrarme en el agravio. Quería mostrar la fantasía y lo ilusionante que puede haber en el deseo de un niño.
–¿Cómo llega a la voz de ese niño de 10 años, Nico?
–Al principio estaba escrito desde el punto de vista de Nico adulto hablando de su infancia. Me resultaba cómoda esa manera de escribir que ya había practicado en mis columnas en 'La Opinión' durante año y medio. Pero al final eso apela a la nostalgia que es una emoción con la que es fácil enganchar y que predomina en esta tierra. En una segunda escritura se alternaba el Nico adulto con el niño, pero este comenzó a hablar mucho y lo sentí como una revelación. Con ayuda de las amigas encontré el tono del conjunto. Si el Nico niño quería hablar, que lo cuente él.
–Transcribe palabras como jol, el tractor Yondir, Maiquel Yacson, estritdans ¿qué le da la oralidad?
–Era una manera de que la lengua se volviera más ágil, que tuviera giros inesperados y espontáneos, otros colores. Me gusta sentir la lengua como un organismo vivo, impredecible y me ayudaba hacer transcripciones fonéticas e inventando palabras. Leyendo a Valle-Inclán vi que él también lo hacía, es una vía para que las palabras digan lo no dicho, si es que eso es posible, jugar con ellas para crear texturas distintas a las que no está acostumbrado un lector de literatura escrita desde un lugar más hegemónico.
–¿Se parece la abuela de Nico a la suya?
–La abuela de Nico es ficticia, con la mía tengo una relación importante pero no es la de él. Ambas son buenas abuelas pero no la misma. La de Nico es fantasiosa, cuenta historias, es la que me hubiera gustado tener.En mi familia no hay contadores de historias.
–¿Le cuentan historias?
–La gente cuenta menos ahora. Desde que era adolescente he buscado que la gente mayor me contara historias. Hacía preguntas y me gustaba escuchar. Luego me he dado cuenta de que muchas veces hay una actitud sospecha hacia quien pregunta.
–Nico es un niño asmático y sin móvil.
–Soy asmático así que no me era difícil hablar de eso y lo del móvil me salió así. Quizá para diferenciarlo de sus amigos, para potenciar el deseo de ser bailarín. Nico está mediatizado y concentrado en la pantalla de la tele, donde se asoma a la Cuatro después de comer a ver 'Fama', allí concentra su deseo.
–¿Marca el poder pedir deseo mirando a las estrellas?
–Marca bastante, me he dado cuenta desde que comencé a escribir ficción a los 22 años. Me sale escribir en el universo rural donde transcurrió mi infancia y adolescencia. Me marca con cierto sentido de pertenencia a un lugar, que no tiene que ser necesariamente positivo, pero sí pertenecer a un sitio pequeño donde conoces a la gente y casi todo el mundo te conoce. Provoca la sensación de tener un lugar al que volver, el miedo y deseo a volver. Palacios del Pan tiene ahora menos de 200 habitantes, es un espacio delimitado como un cuadro en sentido que lo puedes ver donde empieza, acaba y pensar aquí transcurrió la vida de mis antepasados. No sé donde viviré en el futuro, pero mis orígenes están concentrados en este puñado de tierra y es potente pensarlo cuando te vas a los 18. Te da visión en estas cuatro calles ha transcurrido mi vida, mis abuelos apenas han salido de ellas, es abrumador y sorprende que haya tantas cosas concentradas en tan poco espacio.
–¿Incide esa delimitación geográfica en el tempo de contar?
–Nunca me lo planteé. Esa pequeñez sí, porque mi manera de escribir es como ir haciendo zoom sobre aspectos que no estaban a la vista pero al acercarme más se ven. Tiene relación con la pequeñez geográfica, parece que es difícil que ocurran cosas dignas de ser contadas donde has nacido, hay un autoconcepto negativo en los pueblos que apunta a que todo lo importante tiene que pasar lejos. Al principio creía que tenía que contar mucho para tener sustancia y en las sucesivas reescrituras fui quitando y haciendo zoom en pequeñas cosas para descubrir lo que escondían los objetos, las emociones, las personas. Hay mucho relieve pero hay que detenerse. Escribir este libro ha sido mirar determinadas formas de relacionarse y estar en el mundo de cerca.
–A falta de tacones, Nico los crea con latas de refresco.
–Me interesa mucho la capacidad de los personajes para fantasear, que sean creativos, me gusta el teatro dentro de la novela. Nico quiere ser bailarín y cuando no le gusta una coreografía se cuenta una historia para bailarla. Que haga eso lo convierte en imaginativo. Tiene que ver con la infancia y apañarse con lo que tienes. Esas historias que se cuenta le influyen para conseguir lo que quiere. Fantasear para llegar a lo que quiere ser.
–¿El libro es hijo de la beca de la Fundación Gala?
–Fueron ocho meses allí, el momento de demostrar tus ganas de escribir y contar una historia. Fui con otro proyecto y al final acabé escribiendo este que había empezado en 2021. En octubre de 2022 me dieron la beca para otra historia pero no había acabado 'Vallesordo' y no podía dejarlo, fue una corazonada permanecer en esta. Es un lugar de silencios y tiempo para pensar y compartir, para prepararte para escribir.
–Dejó Madrid por Zamora ¿necesita cercanía con su paisaje?
–No tenía pensado vivir ahora enZamora, quizá a los 30, pero he vuelto porque quiero estar cerca de mis abuelos, acompañarles en el tramo final de su vida. Por otro lado, siento que, quizá sea pensamiento mágico, si me alejo del universo que trato de narrar puedo perder perspectiva.Zamora me permite escuchar a la gente de ese mundo.
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