Pablo D'Ors, escritor y teólogo
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Pablo D'Ors, escritor y teólogo
«El prestigio de la espiritualidad en Occidente se construye sobre el desprestigio de la religión»Hizo la 'Biografía del silencio' aunque ha ido ampliando el eco de sus palabras. Primero fue el púlpito, luego los libros y el radio creció con los Amigos del desierto, su grupo de meditación. Pablo D'Ors (Madrid, 1963) presenta este martes en la librería ... El rincón de Morla su última entrega literaria, 'Los contemplativos' (Galaxia Gutenberg), cuentos protagonizados por personajes peculiares «que no transitan por la vorágine».
–Comienza advirtiendo al lector de las distintas lecturas que permiten su libros, según se atienda al entretenimiento, al valor artístico o al crecimiento personal. ¿Es una declaración de intenciones, lee usted también así?
–Uno abre el libro virginal, pensando qué le va a interesar. Luego, dependiendo de lo que encuentras, hay libros que no te dejan en paz y tienes que leerlos en todas las claves y otros que son más prescindibles, más ocasionales.'Stoner', de John Williams, no paró de leer, en sentido más espiritual y profundo. Ahora estoy con un ensayo de un médico estadounidense, David R. Hawkins, no paro de releerlo y encuentro mucha enjundia. Casi todos los lectores que se acercan a mi obra saben que encontrarán al autor de la 'Biografía del silencio', mi libro de más recorrido, saben de la pretensión de profundidad espiritual. Quizá les desconcertó un poco 'Biografía de la luz' porque esperaran algo más cercano al primero y, sin embargo, encontraron historias desconcertantes. Siempre cabe una lectura más anecdótica.
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Samuel Regueira
–Comenzó a escribir lo imaginado, 'Andanzas del impresor Zollinger' (2003) y se ha ido decantando por lo vivido y meditado. ¿Le dejó de interesar la ficción?
–Este libro es ficción aunque tiene también una lectura meditativa, al fin y al cabo los relatos tienen una progresión. Lo que va contando son los pasos de meditación que siguen el cuerpo, el vacío, la sombra... hay una secuencialidad más o menos lógica que no hace falta conocer. 'Las andanzas de Zollinger' también guarda una lectura espiritual. Eso es lo bonito que estamos escribiendo siempre el mismo libro con distintos ropajes y un denominador común, el estilo con variaciones sobre el mismo tema. Como cualquier escritor, me inspiro en lo que veo, siento, escucho, la escritura es memoria y fantasía.
–Por segunda vez publica cuentos. ¿Mantienen como las parábolas y las fábulas cierto aliento ejemplarizante?
–Cada etapa tiene su medida. La mía es la 'nouvelle', la novela corta. Estos relatos son novelas cortas, la dimensión que me es connatural. 'Lecciones de ilusión' es un libro formado por cinco nouvelles. En este momento de mi vida, como tengo tanta actividad pastoral, de difusión, de meditación, encuentros con distintos grupos desde empresarios hasta practicantes de yoga, carezco de la estabilidad y soledad suficiente para acometer un proyecto de largo aliento. El relato es más manejable. Una novela me lleva dos o tres años y un relato dos o tres meses dedicando dos horas diarias. Es más digerible fracasar. La experiencia de narrador es más la del fracaso, tengo más libros abortados que publicados.
–Fue profesor de estética teológica. ¿El arte es la sublimación humana, el camino hacia lo que nos trasciende?
–La teología está muy emparentada con la filosofía, en ella el ser es dios. Ese ser en la filosofía se puede estudiar desde la metafísica, la estética y la ética, cabe idéntica aproximación al misterio de dios, desde la experiencia de la verdad, la belleza o el bien. La estética teológica es una reflexión sobre dios a partir de la belleza. Hace mucho que dejé la teología, comprendí que no podía ser todo –sacerdote, profesor, escritor–, había que elegir y dejé la parte más intelectual para dedicarme a la pastoral, el contacto con las personas, y la literatura.
–¿Qué le parece el pontificado de Francisco?
–Cada pontífice deja su impronta personal, como con los gobiernos, cambia todo según el presidente. Este Papa es claramente social, su foco lo ha puesto en la ética, en la caridad, el amor, la acogida a los más desfavorecidos es su acento muy necesario y urgente. La huella de Benedicto fue más teológica, en torno a la razón, la fe y el relativismo moral. En cambio Francisco plantea una Iglesia como un hospital de campaña y el lema es cómo ayudar a quien sufre.
–Ahora que se habla tanto del relato, ¿cree que la iglesia lo ha perdido?
–El papel de la Iglesia debiera ser de puente entre el mundo y dios. Hay personas que lo hacen con más fortuna y con menos. Creo que la Iglesia en Europa no es lo mismo que en África, Asia o América. Aquí ha perdido bastante credibilidad como demuestran la estadística y la práctica dominical. En Occidente hay una crisis religiosa pero no espiritual, sigue habiendo sed, búsqueda de sentido en minorías significativas. El prestigio de la espiritualidad se está construyendo sobre el desprestigio de la religión en Occidente.
–Es más popular la dieta del cuerpo que la del alma, sin embargo crece el número de seguidores en sus retiros.
–Es más fácil, más básico el cuerpo. El alma es más significativa, lo corporal más primario pero su atención es buena y necesaria. En mis retiros con los Amigos del Desierto la puerta del itinerario espiritual es la corporeidad, te puedes quedar ahí, en el culto al cuerpo y no trascender. Muchas personas que se inician en el 'mindfulness', terapia psicológica que tiene como pretensión aliviar el estrés y la ansiedad y más bienestar, luego tienen necesidad de cierta trascendencia y meditación, de una dimensión psicológica y mística que les permita ir más allá, no quedarse en ese bienestar. Esa sensibilidad es buena, hay cosas estupendas detrás de estas búsquedas.
–¿Se ha convertido en predicador secular que gusta a los menos religiosos?
–Es una responsabilidad, también una alegría, no lo digo como logro porque sentiría el peso demasiado gravoso de la responsabilidad sino como un regalo, enfocado así lo puedes disfrutar. Veo que sí hay hambre de sentido. Mi literatura se intenta mover ahí, hay muchas malas noticias en todas partes. Hablar de algo que tiene fundamento pero que es luminoso y que es más exacto y hace más justicia a la realidad, eso es lo que intento hacer con toda modestia. Para mí los libros son plataformas como las conferencias y presentaciones para transmitir un mensaje de espiritualidad y de esperanza que yo intento vivir.
–¿Lee a sus colegas, a sus coetáneos?
–Leo más ensayo que narrativa. También llevo años que releo más que leo. No me dejo llevar por lo nuevo, estuve una década dedicado a las novedades. Ahora no. Pero sí leo a algunos contemporáneos como a Eloy Tizón o Andrés Ibáñez.
–¿Tiene más fe en el silencio o en la palabra?
–Más fe en el silencio por una razón muy simple; La palabra casi siempre es egóica, autoadmirativa, analítica. Un discurso se compara, que es lo mismo que comparar loa egos mientras que el silencio es estructuralmente humilde, no puedo decir me callo mejor que tú. Suelo decir que las palabras cambian el mundo y el silencio nos cambia a nosotros. Si no nos cambiamos a nosotros no cambiamos el mundo, las grandes transformaciones empiezan por uno mismo.
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