Marta García Aller, en el hotel Gareus de Valladolid antes de la presentación del libro. Carlos Espeso

Marta García Aller, escritora y periodista

«Al poder no lo va a vigilar un tuitero, es trabajo del periodismo»

Presentó en Valladolid 'Años de perro', una mirada periodística al ritmo «desbocado» de cambios en España y en el mundo en los últimos siete años

Jesús Bombín

Valladolid

Miércoles, 25 de septiembre 2024, 22:04

«Lo que nos resultaba increíble, ahora nos parece inevitable». Con esta cita como colofón a la catarata de noticias y acontecimientos de los últimos siete años cierra su libro 'Años de perro' (Círculo de Tiza) Marta García Aller (Madrid, 1980). Lo presentó en la ... tarde del miércoles en el hotel Gareus de Valladolid acompañada por Roberto Mayado, jefe de informativos de Onda Cero Castilla y León.

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En este libro pasa revista a sus artículos periodísticos en El Independiente, El Confidencial y Onda Cero, una hemeroteca desbocada por la que caen en cascada Rajoy fumándose un puro en la Moncloa, un PSOE en desintegración en manos de una gestora mientras Pedro Sánchez viaja por España a bordo de un Peugeot, el Tito Berni, el procés, la Gürtel, el Brexit, Putin y Ucrania.... un repertorio desenfrenado de titulares que dan para tantas reflexiones como advertencias.

-Dice que es un libro para hacer memoria. ¿Con qué fin?

–Estamos viviendo un tiempo tan vertiginoso, en el que estamos tan conectados a la actualidad y recibimos tantos titulares que no da tiempo a asimilar lo que nos pasa en el día a día. El presente es cada vez más líquido y este ejercicio de poner los últimos siete años en contexto es una manera de entender mejor por qué estamos como estamos y a dónde vamos. cómo ha cambiado España y el mundo. Empieza el libro hablando a finales 2016, justo antes de que Trump gane las elecciones, con Rajoy en la Moncloa todavía y la nueva política prometiendo cambiar el mundo, con Rivera e Iglesias y su nueva política aspirando a presidir el Gobierno.... Ahora tenemos un mundo muy distinto que no se entendería sin aquello que pasó.

–¿A dónde nos lleva este ritmo desbocado?

–A que cada vez haya un mayor desinterés por la información entre los ciudadanos. A la vez que se leen menos periódicos, aumenta la desinformación. Y la dieta de noticias que llega a la gente se nutre de mentiras que circulan en redes sociales. El libro es una reivindicación de la importancia del periodismo. Si el ciudadano no sabe lo que está pasando, no sabe lo que le conviene.

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–¿Cuánto hay de provocado o de aleatorio en esta situación?

–Hay momentos de la historia en los que pasan muchas cosas: auge de populismo, conflictos mundiales, pandemia.., está sucediendo muchísimo en poco tiempo, pero no es la única época en la que ha pasado esto. El mundo y España ha vivido épocas muy convulsas, la diferencia es que ahora tenemos acceso a lo que pasa en tiempo real y es esa sensación de conocer lo que les pasa a todos en cualquier esquina remota del mundo, en grupos de wasap de amigos, conocidos y padres de colegio, etc, lo que lleva a esa ansiedad. Por eso tenemos que plantearnos si estamos bien informados, porque saber muchas cosas no significa que sepamos las importantes.

«La política y el periodismo son víctimas de la generación compulsiva de conflictos que busca la dinámica de las redes sociales»

–¿Qué responsabilidad tenemos medios y periodistas ?

–Los medios han vivido una gran crisis económica desde 2008 al haber profunda transformación tecnológica, con varios cambios acumulados que nos han pillado con el pie cambiado. Caímos en la trampa de buscar el click fácil y renunciar a las historias profundas cuando en realidad la gente está saturada de últimas horas y está pidiendo más análisis y más claves en un mundo en el que parece que la información está por todas partes, pero hay más desinformación que nunca. El desafío del periodismo debería cambiar, no ir a la generar cuantos más contenidos mejor. Lo que tiene y va a tener más demanda en el futuro es que ayudemos a lectores y oyentes a encontrar contenidos relevantes: lo que me está cambiando la vida y me afecta para educar a mis hijos, poderme comprar una casa, los riesgos de verdad y no solo lo que más llama la atención. Hay mucho buen periodismo que hace que se recupere la fe en la profesión, hay que darle más visibilidad.

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«Una vez que paguemos la novatada de la primera generación haciendo política con redes sociales, podremos ver lo que pasa»

–¿En qué medida el clima de incertidumbre y de encono político nubla todo, alienta la confusión?

–La acumulación de titulares vertiginosos y que cada día vivamos 'el debate del siglo', 'el partido del siglo' cada tres o cuatro horas, genera hartazgo. Por eso es importante entender la responsabilidad que tienen las redes sociales y los algoritmos, cómo funcionan. No es casualidad que estén en auge los populismos y la polarización tras la popularización de las redes sociales, que hacen que los mensajes mas visibles que llegan a la gente sean los más escandalosos, lo que nos indigna, porque está demostrado que eso nos hace estar más tiempo ante la pantalla. Y estamos cayendo en esa trampa. La política y el periodismo son víctima de la generación compulsiva de conflictos que busca la dinámica de las redes sociales.

–¿Qué ha pasado para llegar al punto de que lo que creíamos inverosímil resulte ahora inevitable?

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–El umbral de lo que nos parece asombroso ha ido desbocándose en los últimos años. Hace no tanto nos hubiera parecido ciencia ficción que se nos confinase en casa a miles de millones de personas en todo el planeta por una pandemia. La sola idea de que alguien como Trump pueda llegar a presidir a EE UU fue un chiste en campaña electoral y finalmente se impuso a Hilary Clinton. Y siete años después vemos un Partido Republicano que vive alrededor de lo que quiera Trump. Hay muchas cosas que nos parecen inverosímiles y después del 5 de noviembre puede que pasen a ser inevitables.

«El mayor riesgo de la desinformación no es que nos creamos las mentiras, sino que ni siquiera creamos lo que es verdad»

–Da la impresión de que la simpleza y la necedad dominan el discurso público. ¿Se han diluido todos los límites?

–Los límites dependen en buena medida de los que pongamos tanto los profesionales de la información como los políticos. Nada de esto es inevitable, los medios estamos para que los políticos rindan cuentas y hagan su trabajo. El poder no lo va a vigilar un tuitero, es trabajo del periodismo. También contrastar la información para que las sociedades democráticas, cuando toca votar, tenga en cuenta las promesas hechas. Una vez que paguemos la novatada de la primera generación haciendo política con redes sociales, veremos lo que pasa.

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–¿Tanta sobreinformación nos convierte en ciudadanos descreídos?

–El mayor riesgo de la epidemia de desinformación no es que nos creamos las mentiras, sino que ni siquiera nos creamos lo que es verdad. La esencia del periodismos es contrastar la realidad y poderla explicar. Ese será el mayor desafío de los próximos años. En 2016 empieza a popularizarse la palabra posverdad y ahora estamos en un momento muchos más complicado con la Inteligencia Artificial. Es que ya no sabemos qué es humano y no lo es. Esto hace que el trabajo del periodista y de la gente con credibilidad y capacidad de contrastar la información vaya a ser más importante que nunca en una época como esta, en la que nunca hemos tenido más desinformación circulando.  

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