Cuando era pequeña, Pilar Adón (Madrid, 1971) convertía su dormitorio en un pequeño santuario dedicado a la lectura. «Recuerdo que me metía debajo de la mesa -con mi libro, mis bolis, mis cuadernos- y que ponía trapos alrededor». Construía así «un espacio propio», una ... madriguera, un pequeño refugio para disfrutar mejor de las historias atrapadas en esos pliegos de papel. «Tal vez de ahí vienen algunas de las obsesiones que se repiten en todos mis libros: el aislamiento, la huida. No tanto el miedo y la naturaleza, que también me interesan mucho. Pero, cuando nos metemos en un libro, viajamos a otro lugar», cuenta Adón, que este jueves ha presentado en Valladolid 'De bestias y aves' (Galaxia Gutenberg), en un encuentro con lectores en la librería El Rincón de Morla.
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Dice Adón que le encanta ese contacto con la persona que atiende con sus ojos y cerebro a esa historia que en algún momento ella ideó. «Muchas veces, los lectores te hacen observaciones, han llegado a conclusiones que tú no habías descubierto. Como mis libros implican al lector y le hacen tan partícipe, descubres cosas de las que, a lo mejor, como autora, no eres consciente», explica la escritora. Y esa complicidad es buscada. «Como lectora, a mí me gusta que el escritor me deje participar en sus libros. No quiero que me lo den todo masticado. Me gusta intervenir en la creación de la historia». Porque la literatura, defiende, nunca es un monólogo. «Es un diálogo en el que el lector también aporta, con su imaginación, con sus experiencias, con su propia biografía. Me gusta ver que el lector ha rellenado espacios y descubierto cosas».
Hay un momento en la novela en el que un personaje subraya la importancia de decir la verdad. Pero, a continuación, matiza, «eso no significa decirlo todo». Y esto, apunta Aldón, apela a su modo de entender la literatura. «Está muy relacionado con mi manera de narrar y con la poesía. Es muy importante, pero no es necesario contarlo todo».
Esto lo propicia con una historia plagada de simbolismos y abierta a interpretaciones. Esta carga de «imaginación, misterios y poesía» que hay en 'De bestias y aves' es uno de los motivos esgrimidos por el jurado que le ha concedido el premio Francisco Umbral a la mejor novela del año 2022. En junio visitará de nuevo Valladolid para recoger el galardón sobre un libro que cuenta la transformación vital de Coro, una mujer que tenía su vida perfectamente controlada (eso creía) y que termina, sin buscarlo, sin quererlo, en una casa aislada, en medio de la naturaleza, y habitada solo por mujeres. Ese espacio (¿hogar?) se llama Betania, como el lugar en el que resucitó Lázaro y donde tuvo lugar el bautizo de Jesús.
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«Esa es la imagen de la que nació este libro: una casa aislada con mujeres que viven dentro», cuenta Adón, antes de dibujar a su protagonista. «Coro es un personaje que piensa que tiene el control de su vida, de su trabajo. Es obsesiva y perfeccionista. Pero, al principio del libro, está sin teléfono móvil y, por un despiste, se queda sin gasolina. Esto, para ella, además de ser una excusa para fustigarse y autoflagelarse, es la manera de demostrarse que, por mucho que se empeñe, no controla nada». Y así, sola, sin móvil, sin posibilidad de ir a ningún lugar más, entra en esta casa «que puede parecer cárcel al principio, pero que se convierte en todo lo contrario, en un espacio de libertad y liberación». Porque las casas, como espacio físico, pueden ser refugio o madriguera (como esa mesa bajo la que leía de pequeña), o cárcel, «un espacio finito que hace que te sientas confinada dentro».
pilar adón
De ahí, el poder de un verso de Emily Dickinson que, al principio de la historia, esboza lo que vendrá después. «Somos los pájaros que se quedan». «Siempre se piensa en los pájaros como seres que migran, que van de un lugar a otro en función del clima y del alimento. Pero aquí, en el libro, hay unos pájaros que se quedan. Y esto es, simbólicamente, muy importante para lo que decide Coro». Porque hay metáforas y símbolos muy presentes en la novela. «Quizá el más potente sea el agua, como elemento transformador».
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Y junto a él, las dualidades (dentro-fuera, cielo-subsuelo) y la naturaleza. «Esta casa está rodeada de animales, árboles… que son totalmente ajenos al drama, al cambio y la evolución que está sufriendo Coro. Manifestar estos procesos de la naturaleza, las querencias y necesidades instintivas ('todas las criaturas del mundo buscamos alimento, espacio, compañía', se dice en la novela), me parecía muy importante para enfrentarlo con la lógica, el raciocionio y esos asideros que podemos perder en un momento determinado. Y, al final, comprobamos cómo esa necesidad de alimento, de compañía, de un hogar, la madriguera básica e instintiva, nos puede hacer sobrevivir», resume Adón.
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