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«Siempre he pensado que hay dos tipos de personas: las que creen que hay dos tipos de personas y las que no». César Pérez Gellida es de esas personas con suerte. Hace tan solo cinco años una palabra suya no tenía ningún valor y ... hoy esta frase con la que comienza su octava novela no solo arrastra una legión de ‘gellidistas’ sino que supone el acento y punto y seguido a todo un universo literario. Con ‘Konets’ –‘Fin’ en ruso– completa el engranaje necesario para entender las dos trilogías que le han consagrado como escritor de éxito.
Inmerso ya en su próximo proyecto que verá la luz en noviembre de 2018, el prolífico escritor vallisoletano cierra el círculo iniciado en 2012 e integrado por dos trilogías –‘Versos, canciones y trocitos de carne’ y ‘Refranes, canciones y rastros de sangre’–, y la novela ‘Khimera’.
Antes de prejubilar a personajes que ya tienen un estatus propio en el espectro literario (caso de Carapocha, Augusto Ledesma, o Erika Lopategui), Pérez Gellida (Valladolid, 1974) cose las últimas costuras de su primer ciclo literario aportando al lector todas las respuestas.
– Hay un relevo generacional que marca el final de un ciclo.
– En 'Konets' vuelve un personaje, Olek, hijo de Augusto Ledesma, que aparece en ‘Consumatum est’ y que es fruto de una relación que tiene Agusto en su periplo sangriento por Europa. La mujer muere en el parto pero el niño sobrevive. Erika, que es un personaje que está presente en todas las novelas, está siempre pendiente de como evoluciona y como crece. 'Konets' cuenta la vida de Olek antes y después de lo que sucede en 'Khimera'.
– ¿Es Olek más perverso que Augusto Ledesma?
– Hay que tener en cuenta que yo no considero el elemento genético. No porque su padre sea Augusto Ledesma, él tiene que ser un asesino en serie o un psicópata. Lo que pasa es que la historia de Olek está condicionada por todas las circunstancias que le rodean y las decisiones que él va tomando a lo largo de su vida. Decisiones que a veces vienen impuestas por el entorno y otras que toma él. En su caso se habla del bien y del mal, y de esa frontera en la que algo que para ti está mal, para mí no lo está. En el libro se dice que no hay azules sin matices de grises ni ningún gris que no tenga trazas de azul. Ese es el concepto sobre el que gira el libro, personificado en el personaje de Olek.
– ¿Supone también un reposo para el autor ante esta vorágine de novelas a un ritmo de dos por año?
–No. De hecho tengo que avanzar en las dos siguientes novelas, que ya tienen fecha –noviembre de 2018 y noviembre de 2019–. La editorial ha decidido que bajemos a un ritmo de novela por año y yo soy muy bien mandado.
– ¿Cambiará de registro o seguirá sumergido en la novela negra?
– Soy más un escritor de thriller que de novela negra. Es cierto que en la primera trilogía hay un componente de investigación que está permanentemente en el argumento, pero ‘Khimera’ ya no lo tiene y es un thriller y ‘Konets’ también. ¿Lo siguiente que voy a escribir? Va a ir en esa línea.
– ¿Imagina el universo Gellida sin personajes como Ledesma o Carapocha?
– Bueno, hay que tener en cuenta que este duelo ya lo he pasado porque ‘Konets’ lo terminé hace un año y lo siguiente que voy a publicar no tiene nada que ver con estos personajes. Pero no descarto que en un futuro alguno de estos personajes que han sobrevivido puedan protagonizar alguna novela, pero no será a corto plazo.
– ¿No los jubila, entonces?
– No, todavía no. No está decidido pero no lo descarto. También es bueno que les echen de menos porque es una manera de apreciar lo que tenías. Es algo consustancial a la vida.
– Además de un género, se crea una dependencia/cariño en el lector hacia personajes que de alguna manera han entrado ya en el espectro de los Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva, la Petra Delicado de Barlett o el Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán.
– Desde luego. En la primera trilogía había dos personajes, Sancho y Augusto, que dividió a los lectores entre ‘sanchistas’ y ‘augustistas’; mientras que en la segunda pasó exactamente lo mismo con Erika y Sancho. Al empatizar con un personaje que tienes tan presente, es verdad que se genera esa necesidad.
– Ha reconocido que todos ellos tienen parte de tu ADN?
– Es inevitable. No hay otra forma de interpretar personajes. Puedes interpretarlos de una manera que no corresponda con tu forma de ser, pero precisamente la virtud de un escritor es meterse en su piel y trasladar su alma al papel para hacerlo creíble.
– Completar el círculo, al igual que cerrar heridas, supone un esfuerzo extra. ¿Le costó más escribir 'Konets' que las siete anteriores?
– Sí. De hecho empecé a escribir ‘Konets’ cuando terminé Khimera’ en el año 2015. Y con el primer movimiento –consta de cuatro movimientos– me di cuenta que avanzar en el argumento iba a condenar el de la segunda trilogía. Entonces lo paré, lo metí en el congelador, y cuando terminé de escribir la segunda trilogía, en la que desarrollé un argumento mucho más profundo, lo que hice fue encajar la pieza de ‘Konets’. Es verdad que encajar esa pieza en tantas muescas no ha resultado nada fácil y me ha condicionado mucho la trama de ‘Konets’. Siempre digo, y así se lo dije a la editorial, es que es una tetralogía en un solo volumen. Los cuatro movimientos son conclusivos en sí mismos, empieza y acaba, pero luego hay otro hilo argumental que es el que le da consistencia a la novela. El que le da una coherencia argumental, que es por lo que lo que se puede considerar un todo. Da respuesta a todas esas respuestas que quedan en el aire.
– Y, además, se complica una poco la existencia incorporando un concepto tan complejo como el 'metaverso'. ¿Le preocupa que no se entienda?
–Sí, al principio cuando abordé este asunto tuve cierto miedo porque mis conocimientos en física teórica son muy limitados. Entonces, recurrí a gente que son expertos en la materia, y aquí tengo que dar las gracias a Gorka Rojo –físico teórico de carrera–, porque enseguida entendió que teníamos que buscar conceptos que pudieran ser entendibles para el lector. Es verdad que hay partes que son algo más densas porque explicar algo tangible no siéndolo, es muy complicado –el metaverso es todo el mundo virtual que está hay detrás de nuestros aparatos tecnológicos–. Esto de lo que hablamos, proyectado en 2029 y 2054, que son los dos horizontes temporales en los que se desarrollan la novela, el metaverso está mucho más desarrollado y lo que he intentado es que fuera tangible para el lector. Al final, por lo que me cuentan desde la editorial y los lectores cero que ya lo han leído, me dicen que está dosificada la información y no resulta tan empalagoso ni farragoso.
– El concepto de incluir un trailer para las novelas le pone en una dimensión que se sale de lo habitual en el universo de los escritores. ¿Hasta qué punto considera importante lo audiovisual?
– Absolutamente fundamental. En mi anterior vida era director comercial y de marketing, y por eso le doy muchísima importancia a las campañas de comunicación. A cómo le llega el producto al lector. Si yo le facilito de alguna forma que ya pueda tener aunas imágenes en su cabeza antes de tener la novela en sus manos, le estoy abriendo una puerta que le va a facilitar la lectura. Es importante más allá de que sirva como elemento viral en las redes.
– Hablemos de los argumentos, algo que también sufre un desgaste en el mundo editorial y que, en su caso, ha tocado ya temas tan variados como el secuestro, la trata de mujeres, masonería, el terrorismo irlandés, la guerra de los Balcanes, el espionaje, el desarrollo tecnológico,... ¿Se agotan los temas?
– Fíjate que si siguiera la teoría que dice que solamente existen once temas para desarrollar, y que el cerebro solamente puede crear esos once temas argumentales, ya los tendría cubiertos. Pero la cuestión es cómo lo cuentas, dónde lo cuentas, quién lo protagoniza,... Hay muchos componentes dentro de esas historias universales que las hacen únicas. Paella solo hay una, pero dista mucho de cómo la haces tú a como la hago yo. Luego son los comensales los que eligen. Por eso a mí no me preocupa demasiado haber tocado muchos temas en ocho novelas, porque es lógico sino que la cuestión es cómo cuides los ingredientes y cómo dosifiques la información. En realidad la estructura de la novela, si la cuentas en pretérito o en primera persona, cambia y todas esas infinitas variables hacen que el sabor sea uno o sea otro.
– Cuente a sus seguidores en qué punto está el paso de la primera trilogía a la pequella pantalla.
– Estamos trabajando en los guiones de la primera temporada, que serían seis capítulos, hemos hecho un precasting que es como una carta a los Reyes Magos porque es quien te gustaría que interpretara cada personaje, y luego está hecho también el mapa de tramas. Pero ahora es Movistar quien tiene que leer esa primera temporada y decidir si se rueda o no se rueda, y si se rueda cuándo se rueda. Sí sería íntegramente en Valladolid, porque así lo han pedido ellos, y eso condicionaría el guion porque la trama de los Balcanes no entraría, y tampoco por ejemplo el periplo de Augusto por Europa.
– ¿Seguro que tiene en mente un Carapocha?
– Me encantaría que fuera Eduard Fernández, es un actor que me parece extraordinario. En la serie Carapocha tiene más importancia porque aparece antes que en la propia novela.
– No tiene gustos baratos...
– Pero es accesible, porque hay otros actores que son casi imposibles. Por ejemplo Luis Tosar sería un Sancho perfecto y cuando puse su nombre en el precasting se reían de mí y me decían que si estaba loco porque se comía medio presupuesto.
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