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Enamorado de España y filántropo, Archer M. Huntington (1870-1955), hijo de un multimillonario estadounidense, fundó la Hispanic Society of America con la donación de la mayor colección de arte y cultura hispánica en América. De su pasión por el mecenazgo cultural es ... fruto, entre otros proyectos, la Casa de Cervantes de Valladolid gracias a su amistad con el marqués de la Vega Inclán, comisario regio de Turismo que adquirió la vivienda en la que vivió Miguel de Cervantes durante su estancia en Valladolid entre 1604 y 1606, y que Huntington ampliaría con la adquisición de los inmuebles 12 y 16 en nombre del rey Alfonso XIII con la idea de preservar el edificio.
En esas mismas dependencias presentó ayer la doctora en Historia Patricia Fernández Lorenzo (Bilbao, 1969) el libro 'Archer M. Huntington, el fundador de la Hispanic Society en España' (Marcial Pons), una biografía sobre un personaje que descubrió su pasión por España leyendo 'Los gitanos', de George Borrow a los doce años. «En sus diarios cuenta cómo tras esa lectura quedó fascinado con un país y unas gentes tan diferentes a la sociedad estadounidense que él conocía; así, se puso como objetivo aprender español con tutores privados, además de árabe», explica la investigadora.
En 1892 realizó el hispanista estadounidense el primero de una serie de viajes a nuestro país en los que se dedicaría a recorrerlo con la intención de crear un museo y una biblioteca pública desde la que impulsar el conocimiento de la cultura española. «La colección que reunió en la Hispanic Society of America en Nueva York es increíble. Tiene ejemplares únicos del 'Quijote', cuadros de Goya, de Velázquez... hasta un fondo de 175.000 fotografías de la vida cotidiana en España y América Latina. Sabía que el país iba a cambiar con la industrialización y quería guardar la memoria de esa España del siglo XIX; logró su ilusión romántica de condensar el alma española en un museo. Hoy en día, después de la Biblioteca Nacional de España, la biblioteca de la Hispanic Society es la más importante del mundo de los libros en español».
Antes de abordar esta primera biografía sobre el magnate, Patricia Fernández Lorenzo quedó sorprendida por la obra que encargó en 1911 a Joaquín Sorolla, 'Visión de España', catorce pinturas de gran tamaño de pueblos, trajes y tradiciones de las regiones españolas, «una demanda hecha desde una perspectiva interesante, nada tópica con relación a otros coleccionistas extranjeros».
En la abundante correspondencia de Huntington se ha sumergido la investigadora bilbaína, revisando unas quinientas cartas en las que se comunica con ochenta interlocutores españoles y americanos. De algunos de ellos, como Pío Baroja, Miguel de Unamuno o Emilia Pardo Bazán, mandó realizar retratos que se conservan en la sede neoyorquina de la Hispanic Society of America. «En 1904 creó el museo y lo inauguró con una gran exposición de Sorolla a la que asistieron más de 160.000 visitantes en un mes, seguida de otra sobre Zuloaga, también con muchísimo éxito, desatando una especie de locura por todo lo español».
Sostiene la biógrafa que en algún momento la figura de Huntington suscitó suspicacias tras episodios como la compra de la gran biblioteca del arruinado marqués de Jerez de los Caballeros, en Sevilla. «Menéndez Pidal, entonces director de la Biblioteca Nacional, llegó a advertir de que 'los yanquis se iban a llevar nuestras joyas bibliográficas', pero Huntington montó una biblioteca pública de libre acceso cuando antes esos libros estaban en casas privadas, y empezó a publicar ediciones facsímiles de libros antiguos y raros. Después, en la correspondencia que Mantuvo con Menéndez Pidal este acaba reconociéndolo como un gran ejemplo y recibiría numerosas medallas y reconocimientos, entre ellos el de primer doctor Honoris Causa de la Universidad Central de Madrid, hoy Complutense».
La discreción es otro de los rasgos que destaca la historiadora del coleccionista estadounidense. «Lo que quería era hacer llegar al mundo de habla inglesa un conocimiento profundo de la cultura española desde la prehistoria hasta el arte moderno para que fuese admirada y no vilipendiada, como ocurría en muchos casos.Pasó a ser un personaje admirado y querido, entre otras cosas porque nunca ponía su nombre en los museos que creaba o a los que daba dinero, una discreción que encajaba muy bien con la cultura española del momento y muy diferente a la actual, en la que la mayoría utiliza la filantropía para dejar su nombre. De hecho, es difícil seguir los proyectos que financió porque en muchos de ellos no aparece quién está detrás. El de la Casa de Cervantes en Valladolid es de los pocos que salió en la prensa». En su jardín, un busto realizado en 1958 por la escultora y esposa del hispanista, Anne Hyatt, donado también al museo, recuerda a quien promovió la recuperación para la posteridad de la vallisoletana Casa de Cervantes.
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