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Dejó el encorsetado mundo del derecho mercantil y laboralista para explorar todos los subgéneros del misterio («la novela negra es uno más»). La exploración ha sido fructuosa. María Oruña (Vigo, 1976) supera ya el medio millón de lectores solo de su serie de 'Los Libros ... de Puerto Escondido', que va por el quinto título.
Todo ocurre en Cantabria, donde los lectores se han identificado con su personaje principal, la teniente de la Guardia Civil, Valentina Redondo. Es un guiño a otra gallega, Dolores Redondo, de experiencia y éxito paralelos, pero bajo el marco del Baztán navarro. Oruña protagoniza la tercera jornada del Blacklladolid (23 de septiembre) junto al sumiller Ferrán Centelles, considero el número 1 del país tras su labor con los Adriá en el Bulli.
–Se ha convertido en habitual que profesionales del Derecho vuelquen su formación en la Literatura. ¿Buscan la liberación ante el corsé del inextricable lenguaje jurídico?
–Hay muchos ejemplos sí, Pero todo los que hemos ejercido teníamos que entender textos muy farragosos y escribir con mucha propiedad. Que cada palabra y cada matiz contase, podías insinuar pero no confirmar... Yo no era penalista sino mercantil y laboral. No he sido Perry Mason visitando calabozos. Pero algo de eso sí se nota. Mi primer corrector en la editorial Destino me decía que 'se nota mucho cuando sois abogados'... ¿Por qué?, le pregunté. 'Porque usáis muchos gerundios'... Me estoy corrigiendo.
–Ya sabe que el gerundio es el mayor enemigo del periodismo.
–¡Sí! Pero también dice Stephen King que los adverbios terminados en mente son los mayores enemigos de la novela.
–¿Qué es más complicado: desbrozar un sumario judicial o construir la arquitectura de una novela?
–Son mundos ¡tan distintos! No tienen nada que ver. Es como elegir entre playa o montaña. Cada tema tiene su complejidad. Es más bonito crear una novela, pero es un trabajo muy duro porque no se tienen que ver las entretelas y hay que aparentar que no ha costado. Para que funcione tienes que currártelo mucho, que trabaje como un reloj pero sin que se note la maquinaria.
–Algo así como un truco de prestidigitación: que el lector no vea la mano que escribe.
–La gracia del asunto es que me suelen preguntar cuánto hay de mí misma en todos mis personajes. Yo soy todos y no soy ninguno: el niño, el tonto, el asesino, el viejo, el parado... se trata de que no se vean esos hilos que hay detrás.
–Hubo un 'boom' de la novela negra. No importa si nórdica, norteamericana, griega o turca. Pero ese éxito se ha convertido en rutina, incluso saturación de títulos. ¿Dónde haya las claves de esa continuidad?
–El 'boom' que no cesa ¿no?La clave es que no es un 'boom' exclusivo de la novela negra. Su concepto ha sido ampliado de una manera tan gruesa que se expande. No escribo novela negra sino de misterio. Creo que vuestro Pérez Gellida sí es más de ese novela: urbano, un lenguaje más soez, un investigador torturado... Yo meto más poesía, ambientes rurales... tengo otro rollo... Pero la novela negra admiten híbridos y el armario es tan grande que, si los híbridos funcionan, ese éxito también se expande. Hay una necesidad social de mantener el equilibrio entre el bien y el mal. Y en la novela, la llames como la llames, siempre se resuelve el misterio, se identifica al malvado y recibe un castigo. Es algo que necesitamos porque en la realidad pocas veces ocurre así.
–Se dijo hace años que la novela negra era la mejor forma de ajustar cuentas con la realidad. ¿La España del ladrillazo y la corrupción la explicó mejor Rafael Chirbes ('Crematorio') que el 'sumario de la 'Gürtel'?
–Sí, porque eliminas la incertidumbre. En una novela identificas el mal y eso nos reconforta y ayuda a entender este mundo loco en el que estamos. Entendemos mejor por qué el mal existe.
–También hay una gran identificación del lector con estos investigadores como su Valentina Redondo, que no son perfectos y supuran vida y defectos.
–Respecto a trilogías, jamás la editorial ni yo hablamos ni planteamos trilogías. Nunca. Siempre dije que lo mío era una serie que puede tener veinte títulos, cinco o lo que sea... Estábamos acostumbrados a las series como el Hercules Poirot de Agatha Christie o Sherlock Holmes de Conan Doyle y a mi me metieron en el saco de las trilogías. ¿Por qué triunfa Valentina? Los tópicos y típicos sabuesos eran mentes preclaras, listísimos. Mientras Valentina es una mujer con una mente normal pero muy currante, tiene su propia lucha personal contra el mal y trabaja en equipo. Además no siempre es el personaje estrella. A veces el que resuelve el misterio es un tercero. Entiendo los personajes reales así: no siempre eres el crack que resuelve todo. A veces lo logra tu primo. Pues ¡ole tu primo!
–Confirmando su falta de compromiso con las trilogías, 'El camino del fuego' (que supera los 60.000 ejemplares y va por la segunda edición) es la quinta entrega de 'Los libros de Puerto Escondido'. ¿Ve límite a esta saga?
–Una serie no debe ser infinita. En algún momento hay que terminarla por mucho éxito que tenga. ¿Habrá más? Pues no lo sé. Tengo otras historias que contar. Si siento la necesidad de dedicar esos dos años de investigación, llamar a muchas puertas y crear una historia, lo haré. Pero solo puedes hacerlo con muchas ganas. Se notaría cuando lo haces por obligación o compromiso. No me dolerá dejarlo cuando considere que no da más de sí y haga otra historia.
–No se enfadan en su tierra con usted o con Dolores Gallego (a la que homenajea con su Valentina Redondo) por deslocalizar sus historias en Cantabria o Navarra. ¡La de turistas que podría atraer a Vigo si la sitúa en su universo! ¿No se le ha insinuado su alcalde, Abel Caballero?
–Ninguna de mis historias siguen ningún criterio comercial. De verdad. Sigo pálpitos. Nunca voy a hacer tramas por ningún tipo de directriz turística o interés de ninguna clase. Siempre primará la historia y lo digo muy seria. Algún alcalde se ha insinuado pero mi cabeza no funciona así.He ido a sitios extraordinarios en los que no he notado que hay historia.
–¿Se siente cómoda en estas fórmulas de promoción de la literatura como este Blacklladolid que marida vino y literatura?
–Me ilusiona porque he hecho plazas y plazas pero me falta Valladolid. Todas las fórmulas son válidas mientras favorezcan el encuentro cultural. Todo esto, sea con un vino, tortilla o lo que sea, hay que probarlo y darle la bienvenida. Nos falta hábito cultural. Vemos la cultura como un hijo de un dios menor al que vamos si tenemos tiempo. Aquí no sobra ninguna acción que tienda a intercambiar ideas, miradas, debate e interés.
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