Carla Montero, escritora
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Carla Montero, escritora
«Los nazis expoliaron tanto vino como arte en la Francia ocupada»Con el cadáver de un soldado alemán dentro de una barrica en una bodega de Borgoña arranca 'El viñedo de la luna' (Plaza&Janés), la octava novela de Carla Montero (Madrid, 1973), licenciada en Derecho y diplomada en Administración de Empresas que hace doce ... años decidió dedicar su tiempo por completo a la literatura. Este jueves (19:00 horas) presenta en la librería Oletvm su último libro. Con él hila una historia familiar en torno a los afamados vinos borgoñones con la II Guerra Mundial como telón de fondo, una «novela coctelera» donde historia e intriga se dan la mano para hablar de la resistencia, de la implicación en ella de las mujeres españolas, de la viña y la voracidad de los invasores y algunos bodegueros que se lucraron con el expolio.
–¿Qué vio en el vino para usarlo como elemento conductor de la trama?
–Siempre me ha parecido atractivo el vino, es mucho más que bebida, es historia, tradición, cultura... Elegí la zona de Borgoña por ser la más desconocida e interesante. Pero ante todo me atraía el marco global, la idea de que al estar Francia ocupada por los alemanes desde el 22 de junio de 1940 hasta diciembre de 1944 se establecen relaciones muy especiales en todos los ámbitos. Uno de ellos es el vino, importante entonces y ahora para un país que lo considera su joya, su esencia nacional. Estalla la II Guerra Mundial y se convierte en objeto de deseo para los alemanes. Hubo un expolio de vino comparable al de arte por parte de la Alemania nazi. Cuando empecé a investigar fui consciente de que el expolio del vino era desconocido, no solo para el gran público, sino para la historiografía especializada, apenas hay documentación, ni siquiera en Francia en algo que les toca de lleno.
–¿Qué explicación encuentra a esa omisión?
–El tema del expolio alemán está muy vinculado al relato de la resistencia. Cuando termina la II Guerra Mundial enseguida se empieza a construir el relato de una Francia unida y comprometida frente al invasor, una versión que propició el propio general Degaulle y, sin embargo, a día de hoy, cuando han pasado varias décadas, se está empezando a revisar y a poner las cosas en su sitio.
–¿Cómo lleva esta cuestión a su novela?
–Hay que matizar muchos aspectos, en el caso el vino especialmente, pues se cuentan anécdotas de la resistencia, de lucha y triquiñuelas para engañar a los nazis y no fue así. El mundo del vino era muy conservador, afín al mariscal Pétain. Con el sistema de compras que organizaron los alemanes vieron una fórmula para salir de la crisis económica y algunos bodegueros se hicieron muy ricos. El mundo del vino fue más colaboracionista que resistente frente a los invasores. Han tenido que pasar décadas para que historiadores como Christophe Lucand hagan una investigación rigurosa.
–Aldara es una joven española, huida tras la Guerra Civil y metida de lleno en la II Guerra Mundial, que como protagonista le da pie para hablar de los exiliados.
–Las mujeres españolas jugaron un papel crucial en la resistencia francesa. Francia siempre ha soslayado la participación española, cuando los españoles fueron de los primeros que resistieron contra los nazis en Francia. Llegaban derrotados una guerra en su propio país y tenían poco más que perder, tuvieron pocos reparos en coger las armas y lanzarse a luchar contra el nazismo. Mientras, los franceses, una vez superado el shock de haber sido arrasados y ocupados, solo piensan en sobrevivir, no saben cuánto tiempo se van a quedar allí los alemanes, que al final permanecieron cuatro años. No es hasta 1943, cuando ya no está tan claro que los alemanes vayan a ganar la guerra, que la resistencia francesa empieza a organizarse mejor. Hasta entonces fueron grupos marginales, entre ellos muchos españoles. De hecho, hasta 2014 no se reconoció con un homenaje que fueron los españoles los primeros en entrar en el París ocupado para liberar la capital. Y más desconocido es aún el papel de las españolas que combatieron como ellos, acabaron detenidas, interrogadas, en campos de concentración... fueron muy activas ayudando a heridos, a pasar la frontera para huir por los Pirineos...
–Leyó para documentarse correspondencia de prisioneros. ¿Qué contaban esas misivas censuradas?
–Eran prisioneros de guerra que habían combatido contra Alemania, como Octave, otro personaje de la novela. La relación epistolar con los familiares ocurrió con las limitaciones impuestas por el Reich, que solo permitía dos cartas mensuales con no más de 26 líneas por cada una. He leído muchísimas de estas cartas, cuyo contenido iba más allá de lo emocional del 'cuanto te quiero', 'te echo de menos'. Todas eran censuradas y en muchas de ellas transmitían a sus familiares asuntos prácticos, pues por la guerra muchos habían abandonado negocios, tenían que indicar a sus familias cómo salir adelante... esas misivas son todo un testimonio de aquellos años de cautiverio.
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