Nagore Suárez: «Las redes de apoyo de la amistad son muy importantes para mi generación»

«Es la verdadera gran historia de amor, la amistad que hay en la novela entre Manuela y Ava», explica la autora, aunque su libro no escatima en otras relaciones de corte más romántico: «Es algo que se ve últimamente en más novelas, este canto a la amistad, es un signo de que los tiempos han cambiado», agrega.

«Para las mujeres de mi generación, la red de apoyo de las amigas es muy importante, y hemos tenido la suerte de desarrollar esas medidas de seguridad que se han vuelto tan relevantes en nuestra vida». Suárez señala también la importancia de aquellas amistades que nacen en un periodo vital tan relevante como es la adolescencia: «Es un momento de la vida en el que todo es intenso, se vive como si no se volviera a vivir nunca más... Por ello, una amistad nacida ahí se vuelve primordial y, aunque con el tiempo se mitigue o se desvanezca, es algo que define para el resto de la vida».

Profusamente documentada a partir de lecturas de obras y diarios de aquella época, el San Sebastián de los años treinta y los años cincuenta, la novela abraza el misterio y el ecosistema de los sueños y la extrañeza fantástica en lugar de optar por una representación histórica más al uso: «Es una ambientación donde prima lo onírico, donde intento que haya personajes con motivaciones más realistas y otros arquetipos más literarios», describe. En una de sus obsesiones recurrentes; desdibuja la frontera entre nuestro mundo y esas inquietudes místicas y espirituales propias de quienes tanto tiempo estuvieron fascinados por la vida más allá de la muerte, las médiums que podían conversar con quienes ya no se encontraban entre nosotros o los gabinetes de curiosidades: «En el libro la línea que divide lo real con lo fantástico es tenue, se habla de fantasmas integrados en la narrativa como un guiño también al realismo mágico». Suárez, lectora voraz y versátil, no ahorra en sus lecturas a los grandes exponentes de esta corriente (como García Márquez o Allende), mientras también disfruta de ritmos más desafiantemente lentos en las obras de Baricco, Modiano o Mariana Enríquez.

«Todas las lecturas me aportan para la vida, y también como escritora», confiesa, sin rubor a admitir que espera que sus novelas también contribuyan de este modo en sus lectores, «más allá del mero entretenimiento». Tras su Trilogía de los Huesos (compuesta por 'La música de los huesos', 'El ritual de los muertos' y 'El final de la fiesta'), la escritora madrileña cambia de tercio y abandona el thriller policiaco trepidante por una obra de misterio más reposada y desafiantemente lenta, consciente de lo que supone, como reto, a la capacidad de atención y concentración del público de esta década de los veinte.

«Son muchos los factores que hoy pelean por nuestra atención: vivimos demasiado rápido y recibimos demasiados impactos, queremos inmediatez, rapidez y que se nos sorprenda constantemente», lamenta. «Prefiero que, en mi caso, prime una buena historia bien construida y con coherencia a sacarme de la manga quinientos giros espectaculares que no tengan ningún sentido».