El cuerpo le pide ficción a Antonio Muñoz Molina. Lleva un año con 'Volver a dónde' bajo el brazo, un testimonio del confinamiento que se hizo libro sin él buscarlo. Pero después de sortear el olvido, de poner negro sobre blanco un tiempo que va desvaneciéndose en la nebulosa de la memoria colectiva, el novelista quiere recuperar la «felicidad de inventar». Así lo dijo ayer en el Círculo de Recreo, en la 55ª Feria del Libro de Valladolid. Una hora antes del encuentro, los lectores esperaban en disciplinada cola.
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El diario irregular que lleva, parte del cual ha llegado al público ('Ventanas de Manhattan', 'Días de diario', 'Un andar solitario entre la gente'), adquirió un sentido sobrevenido en 2020. «Era una situación particular, mi única intención era llevar un registro de lo que vivía pero conforme pasaban los meses me di cuenta de que era un libro. Cuando terminó el año, en Navidades, llenas las tiendas de Madrid, en un atasco, puse el punto final. Ya estábamos en la segunda ola».
El libro «obedece a la necesidad de dejar constancia del presente. En aquel tiempo a través de las conversaciones telefónicas, volvió con fuerza el pasado lejano, a mí y a mucha gente. En una situación de emergencia grave parece que el pasado se remueve poderosamente. Al comienzo no tenía intención literaria pero como lector y aficionado a la historia me parece importante el valor del testimonio del presente, no el que dan después sino el de quien vive esas sensaciones del momento».
Diarios y periódicos
Porque si no se recoge «clara y detalladamente», si no se atiende a las «sensaciones, pensamientos» del momento «el tiempo modifica lo vivido. Todo se convierte en niebla».«Ya lo hice cuando el 11-S de 2001, tuve esa misma necesidad porque sentí que era un momento excepcional y quise contar en presente lo que vivía, el olor, la textura de las cosas».
Y el académico de la Lengua que estudio historia cita el último libro del historiador Anthony Beevor, 'Rusia. Revolución y guerra civil (1917-1921)', «además de su erudición, incluye diarios de gente que lo vivió en Petrogrado y Moscú. Los diarios personales y los periódicos condensan el presente».
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El olvido es un resorte que obedece «a nuestro afán de supervivencia». Y alude a los ejemplos de la historia. «Los traumas los dejamos atrás. En Israel, al poco de constituirse como estado, se olvidó el holocausto, era una experiencia suprimida, silenciada, los supervivientes no hablaban de ello. Solo se retomó para el debate público en 1961, con el juicio de Eichmann».
También aludió a ejemplos cercanos como «después del franquismo o el País Vasco. Hay una necesidad de olvidar y volcarse en el porvenir. Por ejemplo hasta que no apareció el coronavirus no se recordó la huella de la gripe un siglo antes, en 1918. Murieron 50 millones de personas entonces, mientras que en la I Guerra Mundial fueron 10 millones», explicó el autor de 'Tus pasos en la escalera'.
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Cronista y articulista en prensa desde sus inicios en Granada, Muñoz Molina abre brecha clara entre la ficción y la no ficción. «No entiendo eso de la autoficción, porque no se puede ser carne y pescado a la vez. Creo que la no ficción, la crónica periodística, tiene una exigencia, la obligación de la veracidad. Esa no ficción es para mí tan poderosa como la ficción. Al comienzo del confinamiento no tenía el menor instinto de inventar, no se me ocurría nada ni tenía ganas de retomar alguna novela fallida. Mi instinto de ficción quedó en suspenso».
El jienense decidió que era momento de «ver y no inventar. La ficción es muy misteriosa, tiene que llegar, ocurrir algo, que se te ocurra. Es una transformación extraña de la experiencia».
La felicidad de inventar
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Un año después de la escritura, reescritura y publicación de 'Volver a dónde' (Seix Barral), Antonio Muñoz Molina siente que «el cuerpo me pide ficción», aunque no puede decir más «porque todo es muy incierto. No sé si el proyecto en el que estoy metido llegará a a algo o será un fracaso». Y recuerda una frase de Paul Theroux en la que sentencia que la ficción «es pura alegría» porque «inventar, contar, es sinónimo de felicidad». Tras el encuentro con Angélica Tanarro ante sus lectores, el escritor firmó ejemplares en la caseta de la Feria del Libro.
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