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Decía Javier Marías que uno de sus primeros recuerdos lectores estaba asociado con Valladolid, ciudad en la que había nacido su padre, el filósofo Julián Marías (1914-2005). El pensador, discípulo de Ortega y Gasset y Xavier Zubiri, puso en las manos de un jovencísimo ... Javier (apenas «tendría siete u ocho años») algún libro de Miguel Delibes, ese señor recio y castellano al que siendo tan pequeño conoció en persona. «Para mí, que empecé a escribir novelas y cuentos de manera precoz, siempre ha sido un maestro», decía el escritor fallecido este domingo por una afección pulmonar.
El 4 de febrero de 2004, Javier Marías se acercó hasta la casa vallisoletana de Delibes para recordarle ese fugaz encuentro de su infancia, apenas minutos antes de recibir el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes 2003, que otorga la Asociación de la Prensa de Valladolid. Marías destacó entonces que había encontrado al autor de 'Los santos inocentes' «muy simpático y hablador». Tanto, que el acto de entrega del galardón empezó con un ligero retraso.
La admiración de Marías por Delibes quedó patente en otro gesto. Casi justo un año después, el 6 de febrero de 2004, Marías escribía una carta a Delibes para que participara en el libro 'Reino de Redonda' y su ficticia corte. No sería la única misiva que le remitió, pues le volvió a escribir en julio de 2006 para agradecerle «el esfuerzo de votar» en su elección como académico de la Real Academia.
Durante la entrega del aquel premio, Marías destacó otro hecho. Era la primera vez que recibía un reconocimiento por su trabajo periodístico, gracias a sus artículos 'Locuacidades ensimismadas' y 'El oficio de oír llover' (que dio nombre, además, a uno de sus libros con las recopilaciones de sus columnas en prensa).
«Que sea un premio otorgado por profesionales de la prensa, y de Valladolid, ciudad señalada gracias a El Norte de Castilla, me llena de orgullo», aseguró el escritor, quien subrayó que sus lazos con la ciudad estaban además atados gracias a la biografía de su padre. Julián Marías Aguilera nació en Valladolid el 17 de junio de 1914, aunque, con tan solo cinco años, abandonó junto a su familia la ciudad del Pisuerga para trasladarse a Madrid. Valladolid ha dedicado a Julián Marías, figura clave del pensamiento español en el siglo XX, un instituto en Parquesol. En febrero de 2002, el filósofo (Julián) rechazó una invitación de la Universidad de Valladolid para ser investido doctor 'honoris causa', alegaba que este reconocimiento «se ha depreciado con el paso de los años».
Su hijo siguió su estela y el de la Asociación de la Prensa en Valladolid fue uno de los últimos galardones que aceptó. Ya entonces dijo que hacía años que no se presentaba a ningún premio. En 2012, renunció al nacional de Narrativa.
Años antes, en 1995, se hallaba precisamente en Valladolid cuando recibió una llamada (de su padre) que le informaba de que acababa de recibir un premio (de la Fundación Fastenrath) por su novela 'Mañana en la batalla piensa en mí'. Fue el 26 de mayo y Javier Marías se encontraba en Valladolid para firmar un convenio como representante español en el Consejo Mundial del Parlamento Internacional de Escritores. Por ese acuerdo, Valladolid se convertía en la «primera ciudad refugio española». En el acto, celebrado en el salón de recepciones del Ayuntamiento, Marías recordó que Salman Rushdie (atacado en este 2022) o Taslima Nasrin no son «casos exóticos» de escritores amenazados por sus ideas. «No hace tanto tiempo que nuestros escritores fueron perseguidos, entre ellos, la vallisoletana Rosa Chacel», recordó Marías.
La presencia de Marías no era muy habitual en ferias del libro fuera de Madrid o encuentros con sus lectores, pero sí que era un asiduo al Hay Festival de Segovia. Se estrenó en 2007, con 'Tu rostro mañana' recién publicada, y el festival le entregó un obsequio por haber sido elegido como el escritor con más interés por parte del resto de los autores participantes en el encuentro. El regalo fue una primera edición de Dickens.
En 2011, mantuvo un encuentro con Juan Gabriel Vásquez en la iglesia de San Juan de los Caballeros. «Como lector, no encuentro una emoción más intensa que la que me produce la experiencia de reconocer algo que no sabía que conocía, lo que se convierte en un verdadero descubrimiento», explicó en aquella velada.
Tres ediciones después, en 2014, regresó con 'Los enamoramientos' bajo el brazo. Y repitió en 2017, con una conversación con el catedrático de literatura Alexis Grohamnn, en el aula magna de la IE University. «No me puedo considerar como un escritor profesional, porque cada vez que termino una novela ni siquiera sé si en el futuro va a haber otra», aseguró entonces.
Pero la ciudad de Castilla y León con la que Marías mantuvo un vínculo más estrecho, y durante muchos años, fue Soria. En aquella capital por la que «tanto apego sentía» pasó «muchos veraneos de infancia». «Mis padres habían ido allí por primera vez atraídos por la poesía de Machado, el románico de la zona y la fresca temperatura de la estación. Eran veraneos de tres meses, y mis hermanos y yo nos trasladábamos con la sensación de irnos a vivir a otro sitio, es decir, llevándonos todas nuestras pertenencias; tanto dura el tiempo cuando se es niño», escribía Marías en agosto de 2014 en un artículo recogido en su libro 'Dignidad y decoro'.
«Comparada con Madrid, donde pasábamos el resto del año, Soria era un lugar diminuto y pulcro en el que no había distancia que se resistiera al andar y que permitía la sensación de abarcarlo entero. Íbamos a bañarnos al río Duero, que allí nace y en el que también remábamos; jugábamos en el parque conocido como la Dehesa, mientras los mayores tomaban algo en la terraza de quien llamaban El Reglero; en ese parque había un Árbol de la Música, en torno a cuyo gigantesco tronco crecía una escalera metálica de caracol por la cual ascendían uniformados los músicos de la banda para tocar los domingos sobre una tarima instalada en la copa; había cuatro paseos clásicos al atardecer: al Castillo, a las Eras, al Mirón y a San Saturio. Desde el Mirón se divisaba el río, atravesado por un puente ferroviario de vigas entrecruzadas desde el que se había arrojado algún amante sin suerte; San Saturio era una escarpada ermita donde vivió un ermitaño, patrón de la ciudad, que si mal no recuerdo había caído una vez desde gran altura y había aterrizado sano y salvo sobre las rocas. El lugar era lo bastante misterioso y oscuro para entusiasmar a los niños», añadía. Y se hizo hincha del Numancia.
En una entrevista con Juan Cruz, para el programa 'Personaje privado', de Canal Estilo, y recogida en la web de DDOOSS, la Asociación de Amigos del Arte y la Cultura de Valladolid, recordaba que, después de veinte años, se había reencontrado con Soria. «Tenía un poco de miedo de regresar, porque los sitios de infancia a veces dan miedo volver a ellos». En esa conversación, Marías explicaba que varios vecinos de Soria le reconocieron por la calle y evocaron la figura de su madre. Le decían: «Sí, me acuerdo de tu madre perfectamente, tantos veranos y siempre iba rodeada de niños y con la máquina de escribir portátil en la mano, o bien en el parque escribiendo sentada en el chiringuito, tecleando a toca velocidad».
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Ese retorno, en el año 2000, se produjo con el alquiler de un piso al filósofo Heliodoro Carpintero, amigo de su familia, con vistas al parque de La Dehesa. De esa vivienda, cuenta: «Yo me inicié verdaderamente en la lectura y escribí mi primerísima novela, a los quince años, bajo la mirada bondadosa de don Heliodoro, que fumaba en pipa». Muchos años después, la casa seguía convertida en refugio para la inspiración.
Allí, en ese piso de Soria, escribió «parcialmente» cuatro de sus novelas más conocidas: la saga 'Tu rostro mañana' (compuesta por 'Fiebre y lanza', 'Baile y sueño' y 'Veneno y sombra y adiós', así como 'Los enamoramientos'. Esa vivienda, escribía en 2012, había sido «un refugio en todos los sentidos del término, hasta que se ha convertido en lo contrario -un asedio- y me he visto obligado a abandonar la ciudad y ese piso». Criticaba Marías el excesivo ruido de la ciudad, asociado a fiestas, procesiones, botellones, trenes turísticos...
Aquel artículo enfrío la relación de Marías con Soria. Pero en 2018, el escritor regresó a la ciudad del Duero para recoger el premio Monreal que otorgaba la Asociación de Periodistas e Informadores de Soria.
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