Ana Velasco, con su libro 'La moda en el franquismo'. Carlos Espeso

La moda durante el franquismo: el recogido 'arriba España' versus las chicas Topolino

Ana Velasco recorre 'La moda en el franquismo', entre la alta costura para la aristocracia y el ingenio de las clases populares durante el racionamiento

Victoria M. Niño

Valladolid

Domingo, 4 de agosto 2024, 08:25

Lleva un vestido de nylon, estampado con mapas. Es un guiño al libro que ha escrito tras diez años de espera. Ana Velasco Molpeceres (Valladolid, 1992) ha aprovechado los retales de su tesis para hilvanar el ensayo 'La moda en el franquismo' (Catarata), un desfile ... de los atuendos que podían verse en la calles españolas desde los años cuarenta hasta los setenta. Esos hábitos hablaban de alta costura y de la escasez del racionamiento, de la decadencia de las casas de moda y de la democratización del vestir con el pret-à-porter, de la hegemonía europea y del dinero estadounidense.

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«En la IIGuerra Mundial el nylon se usaba para el material de los aviadores y con él hacían los mapas de los soldados, porque el papel no hubiera aguantado las condiciones», explica esta historiadora de la moda aclarando la evocación de su indumentaria. «Las inglesas de la posguerra cosían lencería con los restos de estas telas».

Comienza este ensayo con la fascinación de las españolas por un tejido en la primera década de la posguerra. «El velo de tul ilusión es una obsesión en los años cuarenta. En todos los comentarios en prensa se destaca esa prenda. Todas querían tenerlo en comuniones y bodas. También se publicitaba mucho».

El nylon dará paso a la seda y el siguiente objeto de deseo de toda mujer serán las medias de cristal. Era tan frágiles que se prodigaban los consejos para cuidarlas además de los jabones con los que lavarlas. Y ocupaban tan poco que resultaron una golosa mercancía para el estraperlo. El racionamiento, que dura hasta 1952, no deprime las ganas de vivir, presumir, seducir de las jóvenes. «En 1947 hay una serie de acontecimientos que abren la época de la reconstrucción. Es el año de la boda de la Duquesa de Alba, la visita de Eva Perón, uno antes del Plan Marshall y entra con fuerza el cine estadounidense», cuenta la autora de 'Ropa vieja'.

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Flora Villarreal, a la altura de Balenciaga

El periódico francés 'Libération' consideró el enlace de Cayetana Fitz-James Stuart «la boda más cara del mundo». Flora Villarreal firmó su vestido y Fabiola de Bélgica quiso encargarle el suyo que finalmente diseñó Balenciaga con quien tenía lazos familiares. Eva Perón paseó por España los modelos que pensó para ella otra española, Ana de Pombo. Cada señora de Madrid tenía su modista de referencia. Pero ese estatus no era el común. Molpeceres enfoca a las jóvenes que van al cine, porque es barato, y sueñan con ser como las actrices que ven en pantalla.

Diseñadoras y empresarias en tiempos de 'señoras de'

Tres castellanas de principios del XX marcaron la moda española en los años cuarenta. Alba de Pombo, nacida en La Cavada (actual Cantabria), Flora Villarreal (Miranda de Ebro) y Margarita Lacoma (Burgos) tuvieron casa de modas en el Madrid de la posguerra. Lacoma llegó a comandar un taller de más de 400 costureras para pasar después al sector inmobiliario dejando su apellido en la colonia que construyó al norte de Madrid. Villarreal se situó desde su tarjeta y su estilo en 'la alta costura' a la par que su colega Balenciaga. Ana de Pombo aprendió como secretaria de Coco Chanel, trabajó en Buenos Aires y vistió a Eva Perón en su visita a España.

Sin bolsillo para vestirse como aquellas, copiarán los cortes de pelo, los tocados, los complementos, la manera de hablar, de moverse, de fumar. Las chicas Topolino de los cuarenta querían ser mujeres fatales. Las llamaron así por los 'zapatos de coja' que lucían, por su cuña y sencillez, como los de Mickey Mouse, conocido en Italia con aquel nombre. La primera ola de rebeldía juvenil las llevó a soltarse el pelo y a dar a la melena la sensualidad ondulada que llegaba de Hollywood. Frente a esa provocación indecente, las recatadas chicas de Falange y la Sección Femenina se recogían el cabello en el peinado arriba España, evolución de un tupé que también llegaba por la gran pantalla.

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«Las 'Topolino' eran chicas jóvenes que querían pasarlo bien, desenfadadas. En cierta forma valientes que desafiaron a la Sección Femenina. Tendrán sus sucesoras en los sesenta, con influencia francesa».

Firmas como Pertegaz o Balenciaga están en su mejor momento. «Elvestido vive su gran esplendor», cuenta Velasco. La batuta del estilo era europea pero «aquí no había ni dinero ni materiales. Será Estados Unidos el país que lidere la industria de la moda. Vienen a Francia a comprar, son las americanas las que sostienen Dior. En su embajada en Madrid se hacían desfiles, será un gran apoyo para la industrialización de la moda». Y con ella llegará el fin de la alta costura, que pierde frente al pret-à-porter. Los grandes almacenes serán el atelier popular.

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Llegó, con retraso por la censura, 'Rebeca' a las pantallas españolas y la espectadoras comenzaron a llamar así a su chaqueta de punto, desde entonces rebeca. Joan Fontaine y el Hollywood, hoy clásico, se erigieron como modelos. Los pequeños talleres de costura de Madrid, «a la medida de la pequeña minoría» que podía pagarlos sabían donde mirar. Las casas de alta costura compartían las licencias de sus creaciones porque la manufactura era de tal primor que creían imposible no distinguirse el producto.

«En los años 50 y 60 entra la sociedad de consumo en España. Será el momento del bikini, de la minifalda, y una sociedad más democrática que no demanda un traje coktail para un acto no uno de noche para un baile», aclara Molpeceres.

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Una muñeca a la moda

Cambios que venían gestándose desde el XIX y que se consolidan «en los años 30 cuando es posible ver a mujeres sin corsé, con el pelo corto, los pantalones normalizados. Tras la IIGuerra Mundial aparecen los vaqueros. Nuestra sociedad es deudora de la posguerra mundial».

Otra empresaria llevó la moda al mundo infantil con la creación de Mariquita Pérez. Con el fin de la II Guerra Mundial dejaron de llegar la muñecas que exportaban a toda Europa. Leonor Coello sumó el gusto de las niñas por vestirse como su muñeca y la falta de estas y creó Mariquita Pérez, en cuyo bautismo intervinieron Eugenio D'Ors y Víctor de la Serna. «Era carísima, el sueldo de un mes. Luego ha ido evolucionando», aclara Ana Velasco Molpeceres que va recopilando datos para su próxima entrega, la relación entre moda y política.

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