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Los periodistas de sucesos le gustaban a Tabucchi. Habituales de la novela negra, estos personajes funcionan como rompehielos desde los que asomarse a la zona de sombra de la sociedad, en este caso, portuguesa. A partir de ellos, el escritor italiano creó ... personajes como Pereira o el abogado Fernando, quintaesencia de una manera lusa de vivir.
El primero, ya con rostro de Mastroiani para la eternidad, es parte de la Lisboa salazarista de los años treinta. El silencio de Alfama, la noche bohemia del Chiado, el aire decimonónico del café A Brasileira, la esperanzada apertura de la Plaza del Comercio al Atlántico, eran las señas de identidad de una ciudad en infinita decadencia y rehabilitación sin demasiados cambios. Así que los lectores de 'Sostiene Pereira' que peregrinaban a Lisboa podían identificar fácilmente las rutas de su héroe, oler su tortilla a las finas hierbas. Al menos hasta los noventa, cuando la ciudad reforzó circunvalaciones y pabellones, remozó fachadas y renovó el jardín de la Torre de Belén a los Jerónimos. Lisboa fue capital cultural de Europa y amplió su zona de ocio frente al océano.
Durante aquellas obras, el profesor de la Universidad de Siena eligió Oporto para la trama su siguiente novela, ofrenda salomónica a la segunda ciudad del país. Y aunque Firmino, periodista enviado especial tras el crimen, era lisboeta, la trama de 'La cabeza perdida de Damasceno Monteiro' (Anagrama) bordea el Duero. La dueña de la pensión, Doña Rosa, le allana el camino con una serie de contactos dignos de los servicios secretos. Un testigo gitano y un mecánico le servirán para tirar de un hilo que termina en el tráfico de heroína a escala internacional con dos miembros de la Guardia Nacional implicados.
El contrapeso del hampa es Fernando, el obeso abogado de cultura enciclopédica y fino olfato. «¿Que por qué defiendo a los desgraciados?», le dice a Firmino, «porque soy uno de ellos». Antonio Tabbuchi constata el nacimiento «de la peor burguesía que ha surgido en Portugal en los últimos veinte años: la del dinero, la incultura y mucha arrogancia». A los nuevos ricos y sus formas dedica algunas irónicas reflexiones el abogado, de familia de rancio abolengo y digno sucesor de las criaturas de Eça de Queirós.
En la última década, un puñado de celebridades internacionales pusieron de moda Lisboa hasta el punto de hacer muy difícil y cara la vida de los oriundos. Sin embargo, Oporto mantiene su equilibrio entre ciudad turística, industrial y vitivinícola. Las autovías han acercado localidades como Aveiro y el otrora viaje aventurado por Tras-os-Montes es hoy un paseo que cruza seguro los paisajes descritos por Miguel Torga o Agustina Bessa-Luís, residente en la universitaria Coimbra.
Del norte hacia al Alentejo interior, llegamos a Galveias, el pueblo de José Luís Peixoto al que dedicó su obra homónima siendo ya un laureado escritor. Novela coral, como toda su literatura no apta para lectores impacientes, vuelve a un sitio de «poca ceremonia», a donde «apenas llega correo extranjero» y padece un arraigo ancestral al terruño.
Allí irrumpe un estruendo que enloquece a la población, que cambia su vida. Las singularidades de los personajes se disparan bajo una extraña lluvia. Peixoto revisita una comunidad rural sostenida por la costumbre y la somete a la amenaza de lo extraordinario. La poética prosa de quien comenzó escribiendo canciones para su grupo heavy desmenuza los recuerdos idealizados de la juventud y los cubre con una pátina de realismo mágico. Aún así, la convivencia en una pequeña localidad, con todas las cartas marcadas, se muestra en toda su crudeza.
'Galveias' (Random House) fue publicada entre 'Cementerio de pianos' y 'En tu vientre', dos historias que abordan la paternidad y la maternidad. La primera transcurre en un suburbio de Lisboa, la segunda –tres voces sobre otras tantas madres– se atreve con Fátima. Peixoto es junto a Gonçalo M. Tavares una de las firmas más internacionales de la narrativa portuguesa hoy. Su literatura abunda en su geografía nativa a diferencia de su compañero generacional, más impredecible.
Desde Galveias recomendable es la visita a la capital de alentejana, Évora. La ciudad romana luce templo y acueducto como Mérida y una muralla que limita uno de los parques más bonitos de la Península. La Raya cubre 1.214 kilómetros de roce fronterizo hispanoluso aunque los vecinos portugueses siguen siendo un misterio para buena parte de los españoles.
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