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Todo surgió de una invitación de Domingo Cruz, director de El Desván Teatro, quien conoció algunos montajes de Mauricio García Lozano en México (un 'Ricardo ... III' y un 'Medida por Medida' de Shakespeare que dirigió hace tres años) y le propuso 'El Otro', de Miguel de Unamuno, para desarrollar un proyecto binacional entre España y México. Ambos acordaron encargar a Alberto Conejero «una adaptación que aligerara el énfasis literario del original y que enfocara de manera más moderna el tema de género» y el resultado es la obra que puede verse este sábado en el Teatro Zorrilla. Una infrecuente posibilidad de acercarse al Unamuno teatral, y a sus inquietudes existenciales, tan vigentes.
- ¿Por qué volver a Unamuno?
-Confieso que solo conocía algunas novelas de don Miguel y nunca había leído su teatro así que la invitación me llegó cargada de una doble otredad. Sin embargo, el argumento me atrapó profundamente y acepté entusiasmado.
En general, me parece que el teatro de Unamuno, para bien y para mal, habla siempre de Unamuno. Él es el centro de sus dramas, el protagonista supremo. La soledad y la angustia existencial, la voluntad de explicarse lo inexplicable (en una época -como ahora- donde todo busca y «tiene» una explicación racional), el anhelo constante por la figura materna, la violencia ante el rechazo y la auto conmiseración son todos elementos constitutivos de la personalidad don Miguel de Unamuno.
- ¿Por qué es tan infrecuente hoy ver representado su teatro? ¿Tiene que ver con cuestiones de modas o con dificultades internas dramatúrgicas?
- El teatro de Unamuno tiene, como decía, una obsesión por presentar a personajes masculinos sujetos a una angustia existencial que se manifiesta entre la impotencia y la soledad. Sus protagonistas son hombres «incomprendidos» que luchan por escapar de la confusión a que los somete la existencia. Ángel, en La Esfinge; Agustín, en Soledad; Cosme (o Damián) en El Otro son todos seres fragilizados ante un sentimiento trágico de la vida y con una enorme necesidad de explicarse. Y ahí es donde creo que el teatro de Unamuno ha perdido a su público. Hay tal verbosidad y tal énfasis en la problemática personal de sus protagonistas, que la acción dramática da paso a una reflexión muchas veces reiterativa que nos aleja de una verdadera identificación. No obstante, la materia de esos conflictos interiores no solo es apasionante sino cada día más vigente. El teatro de Unamuno necesita ser revalorado hoy, sí, pero también revisado para que su contenido, su poder, pueda transmitirse sin obstáculos al espectador contemporáneo.
- ¿Puede ser un inconveniente su carga filosófica?
- También su carácter literario y filosófico pueden suponer un obstáculo. Aunque a mí me interesa su búsqueda espiritual a contrapelo con un sistema de valores que pretenden explicarlo todo. Me parece que la discusión existencial a la que nos invita Unamuno en su teatro y particularmente en El Otro resuena hoy en día precisamente ante la crisis de comunicación íntima que vivimos todos en un mundo donde, paradójicamente, parecemos estar más comunicados que nunca.
- ¿Por qué El otro? ¿Qué tenía esta obra que suscitó su interés?
- El Otro nos invita a vivir un thriller psicológico en toda forma. Hay un asesinato, hay un detective, hay un culpable, hay una víctima, hay un misterio. Pero al mismo tiempo, El Otro es la metáfora política de un país partido en dos, polarizado hasta el fratricidio.
- ¿Hay algún elemento que la conecte con nuestra actualidad?
- El Otro puede ser leída de muchas maneras y sus temas son muchos y apasionantes (la culpa, la guerra fratricida, el abismo de la locura, la maternidad, la enajenación, la identidad, la búsqueda de lo inefable, el combate de géneros, la supervivencia etc.). También la versión final enfatiza aún más un tema que viene de Unamuno, pero que fue lo que a Conejero y a mí nos atrapó de esta aventura: el misterio. La actualidad de Unamuno, reside en su integridad, tanto en su obra dramática como en su persona. Me parece que ir a ver El Otro nos regala la oportunidad de reconocer a ese demonio que llevamos dentro, a ese que creemos no ser, pero con quien nos batimos a diario.
- Si Unamuno viviera hoy ¿cambiaría la obra?
- Creo que, si Unamuno viera la España de hoy, no encontraría mayor diferencia con aquella España que le provocó la necesidad de escribir El Otro.
- ¿Cuál ha sido su modo de abordaje del texto y la obra?
- El trabajo con Alberto Conejero fue arduo e involucró toda la primera parte del proceso de ensayos. Aunque comenzamos con una primera versión redonda y terminada, el trabajo con los actores y la propia dificultad del drama nos exigió un proceso de reescritura al que Alberto estuvo siempre dispuesto.
Lo que esta puesta en escena busca es construir un universo donde vigilia y sueño se fundan y en la que el espectador pueda atisbar la realidad a través de la percepción deformada que vive el protagonista. Queremos invitarlos al infierno de un inconsciente trastocado que no puede ni podrá explicarse.
- ¿Cómo se ha concebido el montaje escénico y la dramaturgia?
- Los recursos escénicos son muy simples, pero la intención es compleja. Es un montaje cimentado en el trabajo de los actores y en su capacidad de interiorizar un texto muy misterioso, lleno de posibilidades, pero también de trampas. Cuando pienso en El Otro se me viene a la cabeza el equilibrista sobre su alambre. Tanto la versión de Alberto, así como la interpretación de los actores y todas las decisiones de dirección están sujetas a un equilibrio precario que me entusiasma por su riesgo.
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