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Existen numerosas similitudes entre el hecho de emprender una carrera y acometer la tarea de escribir el libro. Ambas se ponen una meta, importa el ... rendimiento más que la velocidad y tiene más de estrategia que de talento innato. Quizá la concomitancia más obvia venga dada en una de las series del momento, en modo de consejo que un avezado corredor da al derrengado protagonista: «Cada día se vuelve más fácil. Pero tienes que hacerlo todos los días. Esa es la parte difícil. Pero sí se vuelve más fácil».
Correr fue, con toda probabilidad, el primer aprendizaje semiconsciente de la especie humana una vez hubo cubierto sus necesidades básicas de alimentación y reproducción. Un acto tan primigenio y a la vez tan estimulante no podía escapar a la esfera del deporte, ámbito fiel a la sofisticación de todo comportamiento físico para que desprenda ansias de superación, en lo personal, y un salvaje y entusiasta espectáculo de cara al público. De ahí que también se desprendan numerosos e ilusionantes libros vinculadas de un modo u otro al mero acto de correr, que desde la ficción o la reflexión busquen llevar ese torrente de sensaciones a quien se atreva a emprender la carrera de la lectura.
Entre los manuales de referencia se cita con frecuencia la obra de Christopher McDougall 'Nacidos para correr', en la que en un arquetípico viaje iniciático el autor se topa con una tribu americana, los tarahumaras mexicanos de las Barrancas del Cobre, a quienes se considera en el libro los mejores corredores de fondo del mundo. La obra ofrece un mensaje cristalino de superación de los límites personales, de regreso a los valores terrenales por encima de las tensiones de la vida 'civilizada' y moderna, y de demostración de que las técnicas que se persiguen bien pueden poner al alcance de los pies de todas las personas estas hazañas tan notable.
El éxito del libro fue tan remarcable que McDougall volvería sobre esta particular concepción del 'fitness' en 'Nacidos para ser héroes', donde el punto de partida metafórico es, para variar, el enfrentamiento de un grupo de cretenses, que el libro se permite tomar como descendientes de los grandes héroes clásicos, contra la invasión nazi, y cómo sus técnicas de fuerza, nutrición y resistencia les permiten orquestar el secuestro de un general del Reich en plena Segunda Guerra Mundial.
A lo largo de los años, salir a correr ha asumido numerosos nombres, la gran mayoría anglicismos extendidos entre sus aficionados que casi denotan, con cierta malicia, la década a la que cabe adscribir a sus practicantes en función del término que estos adopten: 'footing', 'jogging' o 'running' se suceden generacionalmente mientras las equipaciones y las técnicas solo varían en función de los nuevos adelantamientos tecnológicos: las estrategias y los consejos abarcan una amplia literatura en torno a este campo, del cual cabría reseñar, por citar algún título en concreto, 'Cambia de vida, ponte a correr', de la escritora y doctora Eva Ferrer Vidal-Barraguer, que estructura su obra en tres partes: el vínculo emocional que liga a la mente con el cuerpo, una serie de equipaciones recomendadas y técnicas ideales para principiantes, y un conjunto de complementos que abarcan la alimentación más idónea, un catálogo de lesiones recurrentes (y cómo prevenirlas, paliarlas o solucionarlas) y más asesoramiento para salir a echar unas carreras en familia.
En la parte testimonial, bien merece recordar el libro de Chema Martínez 'No pienses, corre', en el que el corredor de maratones aborda también una especie de manual con todas las preguntas para los aficionados a este deporte. Y entre los más atípicos, 'La aventura de correr descalzo', en el que Emilio Sáez Soro, en plena crisis de fe (por las carreras), redescubre su entusiasmo deshaciéndose de toda equipación a la hora de emprender estas marchas rápidas.
La biblioteca en torno a este ámbito, cabe repetirlo, es abundante. Matt Fitzgerald investiga a fondo sobre estudios vertebrados en torno a los deportes de resistencia y vuelca sus conclusiones en 'Correr, entrenamiento de la fuerza mental', donde el autor prorroga la filosofía de 'lo imposible al alcance de todo el mundo' y hace especial énfasis en la parte del disfrute del deporte, del gozo de cada entrenamiento y de la alegría que despierta el hecho de que sea cada vez más sencillo (siempre y cuando, recordemos, lo hagamos todos los días).
No existe, probablemente, ningún autor cercano a los cánones de la literatura actual (y, significativamente, con los pies en la tierra de los libros superventas) tan ferviente del acto de correr como el escritor japonés Haruki Murakami. El autor de 'Crónica del pájaro que da cuerda al mundo', 'Kafka en la orilla' o '1Q84', entre otras obras emblemáticas, ha defendido desde siempre el impacto que este deporte ha tenido tanto en su vida profesional como en la personal y emocional, hasta el punto de dedicarle otra de las obras que también supone una piedra angular dentro de la literatura deportiva de este ámbito, 'De qué hablo cuando hablo de correr'. Sus rutinas, sus entrenamientos, sus anécdotas y su particular estilo narrativo permitió a sus incondicionales no solo conocer un poco más allá a la pluma que se escondía tras 'Sueño' y 'Tokio Blues', también conocer ámbitos de un deporte bañado de prosa literaria como pocas veces ha conocido.
Pero hay también novelas vinculadas en torno a las carreras y a los corredores, al margen de las simpáticas aventuras para públicos infantiles protagonizadas por animales antropomórficos y que son un vehículo relativamente sencillo para introducirles en una lectura con dosis trepidantes y hasta ciertamente fáciles de ilustrar. Para público adulto brilla 'Correr', de Jean Echenoz, una novelización de la vida de Emil Zátopek que abarca desde sus inicios en los Juegos Interaliados de Berlín en el año 1946 hasta su significación con el estalinismo en el marco de la Primavera de Praga.
En una filosofía similar a 'Correr' de Echenoz se mueve la escritora Carrie Snyder para rescatar la carrera, pocas veces mejor dicho, hoy olvidada de la atleta olímpica Aganetha Smart, ganadora de una medalla de oro para Canadá en los primeros Juegos Olímpicos abiertos a categoría femenina para prueba de larga distancia. El componente de mirada crítica con perspectiva de género está, pues, muy presente en esta obra que bebe del esquema narrativo de 'Ciudadano Kane' para trazar el recorrido vital de una mujer rural que vivió la I Guerra Mundial, la gripe española y las décadas de los veinte y los treinta del pasado siglo.
Del lado del colectivo LGTB también se anotan otro tanto la trilogía de Patricia Nell Warren 'El corredor de fondo', que vertebra la historia de amor entre el entrenador Harlan Brown y el atleta Billy Sive en plenos entrenamientos para los Juegos Olímpicos de 1976, en otro rotundo éxito de ventas traducido a nueve idiomas y con más de diez millones de ejemplares vendidos. 'El corredor de fondo' fue también el título de la primera entrega de esta trilogía de culto, a la que posteriormente se sumarían 'La carrera de Harlan' y 'El hijo de Billy'.
No conviene confundir 'El corredor de fondo' con 'La soledad del corredor de fondo', de Alan Sillitoe, un relato de rotundo éxito para su autor y para la época (también debido, en parte, a la adaptación homónima a la gran pantalla, cuya calidad la erigió como obra cumbre del 'free cinema' inglés de los años 60), en el que un joven de clase obrera rumia y rumia sobre su situación mientras corre, en privilegio con respecto a otros compañeros, para entrenar y vencer en el gran campeonato de reformatorios en el cual está interno.
Otra novela francamente estupenda por su calidad literaria, pese a que su versión cinematográfica la eclipse a su vez un tanto, es 'Marathon man', de William Goldman, un trepidante cuento de espías en el que, pese a que su protagonista es corredor tangencialmente a la trama, merece la pena leerse. Y precisamente uno de los autores más recreados en el celuloide, Stephen King, tiene en su debe dos libros pendientes de transformarse en película y vinculados, de manera más o menos directa, a las carreras; dos obras escritas ambas bajo el seudónimo de Richard Bachman: 'La larga marcha' y 'El fugitivo'.
En 'La larga marcha' King opta por el trote ligero para contar una distopía estadounidense en la que un grupo de cien jóvenes se juegan la vida en una carrera eterna donde ni la velocidad ni la meta son importantes, tan solo la resistencia: el jugoso premio para el único al que no venza el cansancio será, al margen de la fortuna y la fama, el privilegio de poder seguir con vida. Por otra parte, 'El fugitivo' (que, con todo, sí cuenta con una libérrima adaptación al servicio de Arnold Schwarzenegger) también parte de un sádico concurso: un programa televisivo que declara enemigo nacional a cada participante y al que va premiando mientras huye por el país y consigue mantenerse a salvo de delaciones de los ciudadanos y del alcance de los asesinos del show. En este terreno de la ciencia ficción también cabe destacar el cuento 'La corredora de cintas', de Pamela Sargent.
Por último, cabe mencionar en España una carrera de larga tradición y aún hoy mediática; los Sanfermines, que ha conocido además versiones noveladas en distintas obras como 'Las lágrimas de Hemingway' de Reyes Calderón o 'Hijos de Torremolinos', de James A. Michener.
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